—La situación se torna cada vez más compleja —informaba la presentadora en tono urgente—. Los oficiales ya han podido detener a seis de los atacantes armados, pero en este instante, un joven misterioso se enfrenta directamente al asesino de dojos, Gorgo Garilla, acusado de múltiples homicidios tanto en Estados Unidos como aquí en Japón.
Se reporta que las autoridades intentan alcanzar a los responsables de este caos, pero las condiciones de combate son… inhumanas. Cambios rápidos de locación, explosiones y derrumbes por doquier…
—¿Por qué no nos movemos todavía?... —interrumpió Noeredor, con el ceño fruncido y la pierna temblando de ansiedad—. ¿Por qué seguimos esperando aquí en el hospital en lugar de matar a los testigos y largarnos?
—Baja la voz —le ordenó Do'cientos con frialdad, sin apartar la mirada del televisor—. No podemos actuar hasta que Gorgo complete la tercera etapa de su plan.
—Mierda… —se quejó el joven, cruzando los brazos—. Debería haber ido yo a pelear.
—Eso jamás iba a ocurrir —le respondió Do'cientos, apenas girando el rostro—. Necesito a alguien que tenga la voluntad de matar.
Tu hermano… aún no tiene ese valor.
—…Cierto —admitió Noeredor, bajando la mirada.
—Puta madre… —rezongó Do'cientos, estirando el cuello hacia atrás como si la noticia le hubiese causado una jaqueca.
—¿Qué pasa? —preguntó Noeredor, ladeando la cabeza con curiosidad.
—Gorgo acaba de avisarme que Nordor quedó fuera de combate. Necesito que vayas a toda velocidad y lo saques de la vista de la policía.
Yo activaré el plan B. Vuelve rápido.
—Claro… —asintió Noeredor con naturalidad, poniéndose de pie mientras sus botas resonaban en el piso del pasillo blanco.
—Señor… la policía nos pidió que no salgamos del edificio —dijo con nerviosismo una de las secretarias de admisión.
Pero para cuando terminó de hablar, Noeredor ya no estaba. Había desaparecido en una ráfaga de aire estático.
Do'cientos solo suspiró, se quitó el audífono de la oreja y lo hizo polvo entre los dedos. La última conexión directa con Gorgo, eliminada.
Acto seguido, sacó su teléfono y marcó un número.
—¿Sí?
—El paquete fue entregado —dijo una voz al otro lado.
Justo entonces, seis hombres armados irrumpieron por la entrada principal, disparando al aire. Gritos, caos, y la toma de rehenes comenzó.
—Por favor… no disparen… —suplicó Do'cientos, con pánico mientras era arrastrado junto al grupo de rehenes.
Cuando varias personas fueron conducidas a las habitaciones del hospital, uno de los hombres armados tomó a Do'cientos por el cuello de la camisa y lo separó del grupo a la fuerza.
—A ti te estábamos buscando, imbécil… —le dijo con desprecio, mientras cerraba la puerta tras los demás rehenes.
Do'cientos se acomodó la camisa con calma, sacudiendo un poco las arrugas.
—Perfecto… —murmuró con una sonrisa ladina.
—Fue una excelente actuación, señor —comentó el hombre armado con respeto.
La próxima… te voy a cobrar la tintorería del traje —murmuró Do'cientos con tono burlón, mientras salía caminando del hospital. Detrás de él, sus agentes comenzaban a trabajar.
…
—Maestro… ¿podemos prender la tele? —preguntó Neo con un dejo de vergüenza.
—¿Y escuchar esa caja del demonio moderno?... Por supuesto que no —respondió Tao con total firmeza.
Neo bufó con fastidio.
—Deberías dejarlo, Tao. Llevamos más de veinte minutos en silencio. El chico está aburrido —intervino Baldur, sentado en una silla al lado de la cama —. Hoy juegan los Yomiuri Giants contra los Fukuoka SoftBank Hawks…
—No me interesa ese patético juego de palos y pelotas —replicó Tao con desdén—. Si vamos a estar en silencio, entonces estemos en paz y silencio, como verdaderos monjes.
—¿Escuchan algo? —interrumpió Neo, confundido, intentando girar el cuello hacia la puerta.
—No te esfuerces —le pidió Baldur, levantándose con cautela—. Estás en reposo por algo…
De repente, la puerta fue pateada con violencia. Un hombre vestido con armamento militar irrumpió en la habitación y alzó su rifle. Sin dudarlo, apuntó directo a Neo.
Pero Baldur ya estaba en movimiento.
Con un golpe seco de antebrazo levantó el cañón hacia arriba, haciendo que el disparo impactara contra el techo. El estruendo sacudió la habitación.
—¡Baldur! —gritó Tao, sorprendido, mientras veía a su viejo amigo conectar un puñetazo en la mandíbula del atacante y, con una potente patada, arrojarlo fuera del cuarto.
—No se levanten —ordenó Baldur con voz firme, mientras salía decidido al pasillo.
—¡Tenemos que ayudarlo! —gritó Neo, intentando incorporarse en la cama.
—Nah… tranquilo —respondió Tao, cerrando los ojos con desdén—. Estamos con el Pilar de Agua. Soldados comunes no están a su altura.
—¡Qué rápido cambiaste de actitud! —se quejó Neo, atónito por la calma repentina de su maestro.
El hombre intentó alzar su rifle una vez más, pero Baldur lo destrozó de un golpe. Acto seguido, le dio un golpe seco en el cuello, cortándole la respiración. El atacante apenas pudo alzar la vista antes de recibir un codazo brutal en la cara.
Unos disparos impactaron en la espalda de Baldur… pero no hubo sangre. Solo se escuchó el sonido metálico de las balas aplastadas cayendo al suelo.
—¿Qué carajo?... —balbuceó el tirador, paralizado por el miedo.
—"Arte del agua: Ola de Marea Baja" —murmuró Baldur.
Al instante, dio un pisotón que generó una pequeña marea de Ki. La onda barrió las piernas del enemigo, derribándolo de cara contra el suelo.
Repentinamente, un tercer hombre atravesó abruptamente la pared.
Un joven lo esperaba del otro lado, con una mirada de repudio.
—¿Atreviéndote a matar a mi abuelo mientras está hospitalizado? Qué tipo cobarde… —dijo con bronca—. Voy a tener que darte una paliza pa' que aprenda' a respetar a los vulnerable'.
Sin vacilar, le encajó una patada entre las piernas.
El joven miró a Baldur y luego a los otros dos atacantes en el suelo.
Baldur notó su particular vestimenta: boina, camisa blanca, pañuelo rojo al cuello, bombacha de campo negra, alpargatas con medias, y un cinturón de tela del que colgaba un cuchillo de cabo de hueso.
—Me parece conocido uste'… —comentó el joven, pensativo.
—Soy amigo de tu abuelo —respondió Baldur.
—Ah… con razón…
El hombre detrás de Baldur intenta levantarse, a lo que el joven desenfunda su cuchillo y se lo arroja. La cuchilla pasa por al lado de la cabeza de Baldur, pero el viejo ni se inmuto, solo escucho como el mango del cuchillo golpeaba el casco del soldado, provocando que caiga de espaldas esta vez.
―che, perdón por eso, señor ― dice el Joven.
― tranquilo…― le responde Baldur, volteando a ver al soldado.
—Me llamo Leonel Kawaki… por las dudas, ¿vio? —comentó mientras se agachaba a recoger su cuchillo.
En cuanto el soldado hizo un amague de moverse, Leonel le metió una patada en la ingle.
—Baldur Brauner —respondió el viejo con calma—. ¿Cómo está, Kawaki?
—Estaba dormido… y de la nada, se metió el loco ese. Vaya a saber qué pasaba si yo no estaba con mi abuelo —contestó el joven, visiblemente molesto.
—¿El disparo que se escuchó fue suyo?
—¿El disparo? Sí… sucedió donde yo estaba —afirmó Baldur, mientras arrastraba a dos de los atacantes escaleras abajo.
Apenas llegó a la planta baja, Baldur se topó con los tres soldados restantes que aún mantenían tomado el hospital.
—¡Quieto! —gritó uno de los hombres, apuntando su arma al anciano.
En ese instante, Leonel cayó rodando por las escaleras y lanzó una boleadora con precisión. Las piedras y la soga se enroscaron en las piernas del soldado, derribándolo con fuerza.
Los dos restantes reaccionaron tarde y abrieron fuego, obligando a Baldur y al gaucho a cubrirse tras una columna.
—No sé pa' qué nos escondemos, si somos inmune' a los balazos… —murmuró Leonel.
—Mejor no confiarse —le respondió Baldur, manteniendo la vista fija en los enemigos.
La boina voló por el aire como un señuelo inesperado, desviando la atención de los tiradores solo por un segundo. Pero fue suficiente.
Cuando intentaron volver a enfocarse, ya era tarde.
Leonel apareció entre ellos, empuñando su cuchillo con firmeza. Golpeó con el lomo de la hoja el rostro de uno de los soldados, como si fuera un fierrazo seco y certero. El impacto lo dejó aturdido al instante.
El otro no tuvo tiempo de reaccionar: un potente chorro de agua lo arrojó contra la pared, derribándolo sin contemplaciones.
Baldur se acercó con calma, los ojos serenos, el aire a su alrededor aun vibrando con energía.
—Dos menos —murmuró, sin perder el foco.
La mirada de Leonel se detuvo en el televisor encendido, donde la noticiera luchaba por enfocar la batalla callejera entre Gorgo y Max.
—Eh... yo lo conozco a ese —murmuró, señalando con el mentón a la pantalla.
—Yo también… —confesó Baldur, con los ojos bien abiertos, el gesto súbitamente alterado—. No tenía idea de lo que estaba ocurriendo…
—Tengo que ir a ayudarlo —anunció Leonel, decidido—. A ese le debo un favor…
Dio un paso hacia la puerta, pero entonces se detuvo en seco.
Al levantar la vista, se encontró con una figura bloqueando el umbral: Noeredor, de pie, con la mirada vacía y los brazos relajados a los costados.
Sus ojos, tan apagados como peligrosos, se posaron sin emoción sobre Leonel… y luego sobre los soldados inconscientes.
Silencio. Como si el tiempo se hubiera detenido.
—Movete, si no querés que te abra como chancho —gruñó Leonel, acomodando el cuchillo al frente, con el filo brillando bajo la luz de los fluorescentes.
Baldur no dijo nada, pero su postura era firme. Noeredor no parecía un rival común.
El joven de cabellos blancos no se inmutó ante la amenaza. Su voz fue calma, pero cargada de desdén:
—¿Quién mierda son ustedes? —preguntó sin siquiera parpadear—. ¿Cómo un viejo y un extranjero lograron dejar fuera de combate a seis hombres armados?
Leonel entrecerró los ojos.
—Capaz que no eran tan hombres.
Noeredor sonrió apenas, pero sin humor.
―yo me encargo de esto… ― le declara Baldur a Leonel ―a la mínima oportunidad… corre a ayudar a mi alumno… me preocupa mas él que mi mismo…
―no quieras jugar al héroe, anciano… ― irrumpe Noeredor ―como si permitiera que uno escape…
Velozmente, Noeredor arrastró tanto a Baldur como a Leonel hasta el final del pasillo, estrellándolos contra una pared. Sin pausa, descargó un relámpago tan potente que iluminó todo el hospital.
Por suerte, Baldur reaccionó a tiempo y alzó un domo de energía, conteniendo el impacto en el último segundo.
Cuando la electricidad se disipó, Leonel ya se lanzaba con su cuchillo en mano, intentando cortar al velocista. Pero Noeredor no estaba al frente, sino detrás.
Un puñetazo cargado de energía eléctrica impactó en la espalda del joven gaucho, lanzándolo de cara contra el suelo.
Baldur intentó contraatacar, pero Noeredor liberó una lluvia de rayos en todas las direcciones, forzando al viejo a replegarse nuevamente en su domo.
<< A diferencia de una barrera de ki, que forma un muro o escudo concentrado, el domo cubre todos los ángulos del cuerpo, aunque es más frágil. Sin embargo, con Baldur como usuario, el control de la técnica es mucho más preciso. >>
Al girarse, Noeredor notó que Leonel ya no estaba.
—¡¡COBARDE!! —rugió, furioso, antes de fijar la vista en Baldur.
El viejo se mantenía inclinado dentro del domo, con las manos juntas, acumulando energía en silencio.
—Mierda… —murmuró el velocista, interrumpiendo su lluvia de relámpagos y desplazándose rápidamente al costado del pasillo.
Pero fue tarde. Un cañonazo de agua lo impactó de lleno, lanzándolo como un muñeco contra los escritorios de admisión, que crujieron y se partieron al recibir el golpe.
—Pero... vi energía dorada… —balbuceó Noeredor, aturdido, goteando agua.
—Puedo transmutar mi Ki en agua… —respondió Baldur con calma, mientras caminaba con pasos firmes, deteniéndose frente a su oponente.
—Viejo estúpido… acabas de revelar tu mayor debilidad —comentó Noeredor, liberando chispas por todo su cuerpo con una sonrisa torcida—. ¿Acaso te echaron de la escuela?
Baldur alzó su mano derecha, mientras la izquierda se acomodaba detrás de su espalda, tomando su ya conocida postura de combate.
—¿Debilidad?... no me acuerdo cuál era… ¿me la enseñas?... ― le pregunta Baldur, alzando su mano y llevando la otra a su espalda, tomando su icónica posición de combate.
―usa esa agua otra vez, y quedaras tieso cual muerto ― piensa Noeredor con una sonrisa torcida
—Zenzo-ken… —pronunció Baldur con voz grave.
Una explosión de aire y energía azul intensa rodeó su cuerpo, haciendo vibrar incluso las ventanas del pasillo, Tiñendo sus barbas y cabellera de un fuerte azul.
<< Sacrificar fuerza física a cambio de velocidad y una regeneración forzada del ki. Esos son los efectos del Zenzo-ken. >>
Baldur desapareció en un parpadeo. El golpe llegó tan rápido que Noeredor apenas lo bloqueó por reflejo, liberando una descarga que obligó al anciano a retroceder.
Al aterrizar, Baldur ya tenía energía girando en su palma derecha.
—¡Ahí lo tenés! —exclamó Noeredor, lanzando un relámpago oscuro.
Pero la esfera dorada que venía hacia ello obligo a tirarse a un lado. Lo entendió tarde.
—No necesariamente voy a lanzar agua cuando acumulo energía… —dijo Baldur con una sonrisa calma.
En un instante, lo sujetó del pecho y lo estampó contra la pared, le soltó un golpe seco al centro del torso y una cachetada precisa en la mejilla izquierda. Al tambalearse, lo remató con una patada recta en la espalda alta, que lo mandó a volar hasta chocar con otra pared del hospital.
Al levantar la mirada, Noeredor detectó un tomacorriente. Sin perder tiempo, colocó su mano contra él y comenzó a absorber la energía del edificio, su cuerpo chisporroteando con fuerza renovada.
—A diferencia de mi hermano… yo no tengo tanto miedo de usar mis poderes —murmuró, con los ojos encendidos en rojo.
Su camiseta se prendió fuego, desintegrándose por completo. En su lugar, una tela viva hecha de rayos negros, con bordes celestes brillando como circuitos, cubrió su torso. Era como si la electricidad hubiera tejido su propio uniforme de guerra.
Baldur no se inmutó. Observó tranquilo mientras retomaba su posición de combate.
—No sé quién es tu hermano… pero espero que tenga mejor carácter —comentó con sorna.
<< El don de Noeredor y Nordor fue bautizado como Cinética Negra. Ambos podían desplazarse a más de 700 km/h gracias a una reserva energética interna. Además, al correr, generaban más energía de forma lenta y continua. >>
—Me da rabia ver a un viejo creyéndose gracioso… —gruñó Noeredor, mientras relámpagos brotaban de sus brazos como látigos descontrolados, marcando paredes, el techo y el suelo con estallidos eléctricos.
—Mocoso, ¿qué mierda está pasando ahí adentro? ¿Por qué escucho tantos destrozos? —preguntó Do'cientos, con tono molesto, a través del comunicador en su oreja—. Además, vi cómo se escapó un muchacho vestido de gaucho… ¡Explícate!
—¡Un viejo de mierda me está dando problemas! ¡No es uno de los testigos, ni lo conozco! —rugió Noeredor, apretando los dientes, su cuerpo en tensión y la espalda arqueada por la rabia.
<< Además de su abrumadora velocidad, los hermanos Noeredor y Nordor poseen la capacidad de dirigir la electricidad a puntos específicos, detonando relámpagos de energía negra. También pueden absorber energía eléctrica de fuentes externas. Por eso, cuando Do'cientos los llamó "pseudo dioses del rayo", no parecía tan exagerado. >>
—¿Viejo? —repitió Do'cientos, frunciendo el ceño—. Pregúntale el nombre.
—¿¡Es broma!?
—¡Claro que no, idiota! ¡¡Pregúntale!!
Noeredor soltó un bufido furioso, tragándose su orgullo como si fuera veneno.
—Viejo de mierda… ¿cómo te llamas? —escupió entre dientes, con los ojos llenos de rabia.
Baldur solo retrocedió, extrañado por la pregunta. Pero, retomando su serenidad característica, respondió con firmeza:
—Baldur Brauner.
Al escuchar ese nombre, los ojos de Do'cientos se abrieron como platos. El impacto fue tal que soltó el aire del pecho de golpe, quedando momentáneamente sin habla.
—Gorgo no contempló una posibilidad tan obvia… ni yo me había percatado de esa amenaza latente… —pensó, mirando las explosiones a lo lejos con creciente ansiedad—. El plan puede fracasar aquí mismo… y Gorgo ni siquiera lo sabe.
―¡Mátalo! ¡MÁTALO! —gritó desesperado al comunicador—. ¡Me importa una mierda la destrucción, los muertos o el caos que dejes atrás! ¡Quiero a ese anciano muerto!
—¡Si logras matarlo, me voy a encargar de hacerte asquerosamente rico! ¡A ti y a tu hermano! ¡¡¡MATALO YA!!!
Al escuchar esas órdenes, Noeredor se lanzó con todo su poder contra Baldur.
La velocidad que alcanzó fue descomunal. Ni siquiera el Zenzo-ken fue suficiente para permitirle al anciano reaccionar a tiempo. El impacto los catapultó a ambos hacia la calle, dejando un cráter en la pared al pasar.
Ya no era un enfrentamiento cómodo para Baldur. La calma en su rostro se quebró; ahora lo dominaba una seriedad total. Por primera vez… se lo veía en guardia.
Rápidos golpes comenzaron a agobiar la defensa del viejo. El cambio de escenario solo le daba más ventajas al velocista: Baldur solo alcanzaba a ver un relámpago negro cruzando de un lado a otro, golpeándolo con brutalidad.
Levantando un domo de energía y desactivando el Zenzo-ken, comenzó a observar su entorno con atención. Necesitaba idear un contraataque. ¿Cómo vencer a algo tan veloz?
<< Tras pensar durante un minuto y tres segundos, Baldur Brauner extendió un brazo hacia el cielo. Comprendió que, para vencer a alguien con libre albedrío de movimiento en un espacio abierto, debía restringirle esa libertad, atacando desde todos los ángulos posibles. >>
Agua comenzó a nacer bajo sus pies, girando a su alrededor mientras se mantenía aún dentro del domo.
—Eso… usa el agua… te detendré el corazón con una sola descarga —susurró Noeredor, viendo a Baldur preparar su técnica.
—"Arte del agua:" —murmuró Baldur, observando al joven acumular electricidad en un solo punto. Ya había deducido el plan de su oponente, y por eso, no dudaba.
<< Un Pilar comprende la diferencia entre el elemento que genera y el elemento que manipula. >>
—… "Gran serpiente marítima". —concluyó, desactivando el domo.
En ese instante, un enorme cañonazo de agua emergió, abarcando toda la calle. El chorro tomó forma de una serpiente colosal y viviente, envuelta en movimiento fluido y aterrador.
Al mismo tiempo, Noeredor, con una sonrisa desquiciada, lanzó su relámpago negro directamente hacia ella.
<< La diferencia es clara: un elemento manipulado conserva las propiedades naturales del ambiente. En cambio, un elemento generado, aunque luzca como agua, sigue siendo energía disfrazada. Podía modificarse su ejecución, o comportamientos de la técnica, incluso propiedades físicas >>
<< La gran serpiente marítima, al ser un cuerpo de agua real, fue modificada por Baldur para perder su conductividad eléctrica. En lugar de ser vulnerable al rayo… lo resistió. >>
—¿Qué...? —balbuceó Noeredor, sin aliento—. Imposible…
Fue arrastrado violentamente por el cuerpo acuoso de la criatura. La electricidad se apagó dentro del agua, al igual que su conciencia. Cayó, derrotado e inconsciente, al suelo húmedo de la calle.
<< como se menciono antes, se puede alterar las propiedades físicas del agua, pero al crear un agua, creándola de forma antinatural, es posible que se pague un costo por el alto esfuerzo y concentración. >>
En ese momento, Baldur cayó con una rodilla al suelo, un punzante dolor atravesándole el cráneo. Al llevarse una mano debajo de la nariz, notó sangre.
—Con la naturaleza no se juega… —susurró con voz ronca, la respiración agitada—. Es mi castigo… Creí tener todo bajo control… hasta que absorbió la energía del edificio. Dios, creo que me estoy oxidando…
Hizo una pausa. Miró al joven derrotado a la distancia.
—Qué chico admirable… sí que tuvo agallas —añadió, mientras se ponía de pie con esfuerzo. A pesar del dolor, comenzó a caminar con lentitud, pero con firmeza… rumbo al dojo.