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Chapter 20 - Fuerza y velocidad

―¿Qué me hará ese suero, exactamente? ―preguntó Gorgo, hace seis años, con un tono entre curioso y nervioso.

―Esperemos que nada… ―respondió Do'cientos, casi sin emoción―. Recordá que es el primer prototipo funcional. Empezamos con ratones, luego monos… parece que funciona. Vos serás el primer humano en recibir esta dosis.

―Cierto… pero hablaba de los poderes ―aclaró Gorgo.

―No deberías preocuparte por eso ahora. Primero tenés que sobrevivir ―añadió Do'cientos, dándole una palmada en la espalda―. Hoy me siento afortunado… tal vez te comparta un poco de mi suerte.

―Muchas gracias… ―sonrió Gorgo, aunque su expresión temblaba.

―Señor… ¿está seguro de esto? La tasa de éxito podría ser del 22%… ―advirtió el científico con preocupación.

―Hoy tendremos suerte, te lo aseguro ―afirmó Do'cientos, esta vez palmeándole el hombro al científico.

Gorgo miró a través de la ventana. Al otro lado, Richarzon lo observaba con atención, ansioso. No hacía gestos, pero su presencia transmitía aliento. Por primera vez en mucho tiempo, un cálido sentimiento invadió el pecho del grandulón.

La inyección fue aplicada. Un ardor recorrió su cuerpo entero… pero solo duró dos segundos.

Gorgo se miró los brazos, el pecho, las piernas… no sentía ningún cambio. Pero algo… algo había comenzado a despertar en su interior.

―Es obvio que no sentirás nada. Esa es la idea del suero: otorgar beneficios físicos, no mutaciones —aclaró el científico, mientras anotaba en una libreta.

En ese instante, Do'cientos partió un palo de escoba contra la nuca de Gorgo.

― ¡¿Pero qué carajo te pasa?! —reclamó Gorgo, tocándose la nuca. Pero al notar que no sentía nada, se quedó en silencio—. ¿Por qué no duele?

―Beneficio físico —interrumpió el científico—. El suero anula por completo tu percepción del dolor. No te confundas: todavía podés sufrir heridas, pero el dolor ya no será una barrera.

―Entonces… ¿por qué siento este ardor?

―Es el proceso de adaptación. El suero convierte el dolor que deberías sentir en estímulo de crecimiento. Es una forma de entrenamiento acelerado.

―O sea que… ¿soy un saco de boxeo ahora? —preguntó Gorgo, algo decepcionado.

―Un saco de boxeo muy eficiente —añadió Do'cientos con sarcasmo—. Ahora mismo eres prácticamente inútil… pero a la larga, serás capaz de destrozar acero con los puños. Tal vez más. Aún no conocemos el límite de evolución del suero. Solo sabemos que se adapta al daño que recibas.

―Tal vez en unos años seas invencible… y quienes se burlaron de vos se traguen el chiste hasta el cuajo —comentó Do'cientos, colocándose sus característicos lentes oscuros.

En ese reflejo opaco, Gorgo vio algo. No su rostro actual, sino lo que podría llegar a ser.

Una serie de explosiones hizo temblar toda la cuadra. Max corría por la calle, lanzando proyectiles de Ki contra los autos cercanos a Gorgo, intentando mantenerlo a raya.

—¡¿De dónde sacó esa resistencia?! ¡Hace cuatro minutos lo tenía tosiendo sangre! —exclamó Max con desesperación.

En ese instante, Gorgo alzó un enorme trozo de asfalto con una sola mano y lo lanzó como si fuera un frisbee gigante.

Max conectó un potente golpe sobre el bloque de escombro, haciéndolo estallar en fragmentos más pequeños. Pero de entre los trozos voladores emergió el puño de Gorgo, directo al estómago del joven.

El impacto lo levantó del suelo varios metros.

En el aire, Max reaccionó instintivamente: disparó un proyectil de energía hacia un costado, dejando que la fuerza del impulso lo empujara aún más lejos del grandote.

Cayó con dureza sobre el pavimento. Se incorporó como pudo, jadeando, y se metió en un callejón. Corría a toda velocidad, tratando de despistar a Gorgo, ganar espacio, reorganizar sus ideas y encontrar una forma de contraatacar.

― ¿Qué carajo le pasó? ―pensó con el ceño fruncido. ―Este tipo cambió por completo…

Revisó su pecho: no parecía haber fracturas. Levantó su camiseta… y vio cómo el centro de su torso comenzaba a teñirse de morado.

Me alcanzó… y dolió.

―maldita sea… si se me escapa, me rompe el plan… ― se queja Gorgo ― ¡Nordor! ¡encuéntralo! ―

― ¡enseguida! ― grita el joven velocista, apareciendo en un parpadeo con dejos de relámpagos negros por detrás.

Empezó a correr a alta velocidad, recorriendo cada rincón, buscando a Max. Transformando la situación en una carrera contra reloj.

La respiración agitada, era lo único que se escuchaba en el oscuro callejón, la cabeza contra la pared y los ojos nublados… ¿Cómo?...

—Recibió el proyectil de energía… tosió sangre… y de la nada se volvió más agresivo… —pensaba Max, con la mano apretando su abdomen—. Un momento… cada vez que lo golpeaba, parecía hacerse más fuerte… ¿podría ser que su cuerpo evolucione con el daño físico?

El pensamiento le dejó un sabor amargo en la garganta. Era ilógico, pero encajaba. Y si era cierto, tenía que terminar el combate con un solo golpe.

—Suena estúpido a este punto… —murmuró, mirando el suelo con frustración— lo golpeé tanto que ahora es más fuerte que yo… pero no me voy a rendir. Soy un soldado. Soy un Senkayne. No pienso dejarme vencer por un fenómeno.

Pero entonces, un chasquido eléctrico lo sacó de sus pensamientos. El aire crepitó con rayos oscuros… y una voz burlona emergió desde la oscuridad:

—Hola, ratoncito…

Max apenas alcanzó a alzar la vista cuando un puño relampagueante lo sacó volando del callejón.

Cayó pesadamente, con el cuerpo entumecido por la descarga. Con esfuerzo, entreabrió los ojos… y vio al nuevo oponente, firme como una estatua, con chispas recorriendo sus brazos.

—¿Quién mierda eres tú…? —murmuró apenas, con la mandíbula tensa.

Notó su cabello blanco erizado por la estática. Llevaba ropa vieja y desgastada, con protecciones de patinaje en los codos y rodillas, como si su cuerpo estuviera preparado para una danza peligrosa.

Al descender, Max vio las suelas de sus zapatos: derretidas por la fricción o la energía que lo impulsaba. Cuando alzó la vista, se encontró con una sonrisa desbordante que asomaba bajo un antifaz oscuro, el cual realzaba sus ojos carmesí como brasas encendidas.

—Esa cara de loco... ¿te sale natural o la ponés solo para dar miedo? —ironizó Max antes de impulsarse hacia él con un puñetazo directo.

Pero Nordor ya no estaba ahí. En el mismo segundo, Max sintió una lluvia de golpes caer sobre él desde todas las direcciones. Setenta y dos impactos, uno tras otro, como si el mismo aire lo golpeara.

—Solo la pongo para asustar —respondió Nordor con una sonrisa torcida, antes de conectar un último puñetazo cargado de energía eléctrica.

El impacto lanzó a Max por los aires, estrellándolo con violencia contra un poste de semáforo que se dobló como si fuera de cartón.

Max rompió en carcajadas. Lágrimas brotaban de sus ojos, pero no eran de alegría… ni de dolor. Eran el velo amargo de una risa nacida desde la más cruda frustración.

—No sé quién seas… pero eres rápido. Eso está claro —escupió, levantándose con lentitud—. Estás aquí para cubrir el punto débil de Gorgo, ¿verdad?... ¡Pero, aunque me golpees mil veces por segundo… con esa fuerza, solo eres una maldita pulga a mi lado!

<< Fue un acto estúpido. Un grito cargado de orgullo… que reveló su ubicación. >>

<< En la fisiología de un Senkayn, cuando la frustración alcanza su punto límite y pensar se vuelve un lujo, el cuerpo entra en un estado ancestral: lucidez salvaje. Una respuesta instintiva. No hay espacio para la lógica. Solo para un deseo inamovible: destruir lo que representa una amenaza, o cumplir el último objetivo que la mente logró formular antes de desconectarse del mundo racional. >>

—Mucha cháchara… —comentó Nordor, lanzando desde sus manos un relámpago negro.

Max lo esquivó con un salto preciso, mientras acumulaba energía en su mano izquierda.

Nordor lo notó de inmediato. Sabía que el chico intentaría dispararle un proyectil de energía, así que intensificó sus relámpagos, lanzando descargas encadenadas que buscaban mantener a Max a raya.

Pero Max dio un salto alto, dispuesto a caer sobre él.

En un intento de evitar el impacto, Nordor liberó una explosión expansiva de electricidad…

Sin embargo, Max extendió la mano izquierda al frente y generó una barrera de ki, resistiendo la onda eléctrica sin retroceder.

Ese instante fue suficiente. Max descendió velozmente, conectó un puñetazo directo al costado de la mandíbula de Nordor, lo sujetó del tobillo antes de que saliera volando, le propinó un rodillazo en el estómago en pleno aire… y lo estrelló con violencia contra un muro cercano.

De forma instintiva, Max esquivó un puñetazo que cayó como un meteoro, reventando el suelo a su lado: Gorgo había llegado.

Sin perder el ritmo, Max lo recibió con una patada en la mandíbula. Al tocar tierra, encadenó dos golpes rápidos al torso y luego brincó, conectando un brutal rodillazo en el centro de la nariz del gigante.

Pero antes de que pudiera seguir, fue embestido por Nordor como un rayo.

Max clavó los pies en el suelo, frenando el avance del velocista con un grito contenido. Sujetándolo con fuerza, giró su torso y lo lanzó contra el pavimento.

La espalda de Nordor impactó con violencia, y un instante después, una patada lo hizo rodar hasta chocar con la acera.

—Me gustabas más cuando tenías miedo… —comentó Nordor, levantándose del suelo con un destello eléctrico en la mirada.

—Ese mocoso es demasiado persistente —gruñó Gorgo, lanzándose a toda velocidad hacia Max—. Debemos eliminarlo ahora si queremos que el plan funcione.

En ese instante, ambos entraban en la tercera etapa del plan:

<< ❸: Cuando Gorgo alcance la ventaja física, o en el caso de que Max domine por completo el combate, Nordor deberá intervenir para inclinar la balanza de forma definitiva… y ambos lograr matar a Max. >>

Gorgo logró embestir a Max, arrastrándolo varios metros hasta estrellarlo contra un muro de concreto.

Pero apenas se apartó, una enorme explosión de energía lo lanzó por los aires, estrellándolo contra el otro lado de la calle. Dejando atrás una gran cortina de polvo y suciedad.

―esos poderes son realmente molestos… ― menciona Nordor, acumulando energía eléctrica en sus brazos.

—Son similares a los del viejo del dojo… Tao… ¿será…? —pensó Gorgo mientras se incorporaba, alzando los puños con firmeza y adoptando sus antiguas posiciones de boxeo.

Cuando el polvo se disipó, dejó ver a Max cubierto de tierra, jadeando. Un hilo de sangre le corría por la frente, deslizándose hasta su mejilla.

—Ya me duele todo el cuerpo… —murmuró Max, con voz apenas audible, mientras sentía cómo las piernas le temblaban por el esfuerzo.

—Max… hablas mucho de tu entrenamiento militar y de la fortaleza que tienes para ciertas cosas —le comentó Baldur a Max, cuatro años atrás—. Pero dime… ¿alguna vez has estado en una pelea a muerte?

—¿Uh?… —preguntó el chico, pensativo—. Claro que sí… cuando Terra fue atacado, tuve que luchar para defender mi planeta…

Hizo una pausa. Bajó la mirada.

—Bueno… en realidad, no —se corrigió, con cierta vergüenza—. Mi padre me prohibió pelear. Me obligó a subir a la nave, mientras mi madre subía a Oliver y mi tía a Gouten…

—Nunca estuve en una pelea a muerte…

—Ya veo… —murmuró Baldur, con una mirada honesta—. Para serte sincero, espero que nunca te toque vivir una. Pero si algún día sucede… espero que sea porque estás defendiendo algo.

—¿Eh?… no entiendo —respondió Max, confundido.

—No lo entendía… —pensó Max, con la mirada fija en el suelo—. No entendía lo que significaba pelear por defender algo… Es irónico, la misma frase tiene su respuesta. Tal vez siempre fui un cabeza hueca…

Sentía cómo la sangre tibia le bajaba por la frente, goteando sobre sus cejas. Delante, Gorgo y Nordor avanzaban sin piedad.

Nordor se deslizaba entre relámpagos: sus golpes eran demasiado rápidos para seguirlos. Cada contacto era un martillazo. Max apenas podía levantar los brazos para defenderse.

Giró el rostro, y lo último que vio fue el puño de Gorgo, estrellándose contra él como un ariete. Salió volando, cruzando cuadras enteras antes de impactar contra el suelo.

—Estar en esta pelea… es solo un acto de mi egoísmo —se preguntó, sintiendo el mundo girar a su alrededor—. ¿Qué estoy defendiendo aquí…?

Contempló a Nordor alcanzarlo y meterle un derechazo en la cara. Max se tambaleó hacia un lado e intentó devolver el golpe, pero Nordor lo esquivó fácilmente. Le respondió con una patada en el pecho que lo derribó otra vez.

Con lo poco que le quedaba de energía, Max rodó hacia un costado, esquivando por centímetros otra patada descendente. Apoyó el brazo derecho en el suelo, se impulsó hacia arriba y preparó un puñetazo con toda su fuerza restante.

Pero algo extraño sucedió. Nadie se movió.

Max y Nordor quedaron congelados, los puños en alto, viéndose fijamente.

Max estaba listo para recibir el golpe. Aceptarlo.

Pero la percepción de Nordor, demasiado veloz, lo traicionó: supo que si lo golpeaba con toda su energía, lo mataría.

El plan… nunca dijo que él debía matarlo. Solo debía ayudar a matarlo.

Su puño tembló.

—Dudaste… —susurró Max.

Y entonces fue él quien golpeó, directo debajo de la mandíbula. Lo suficiente para sacarlo de encima.

—¿Por qué le guardo rencor a Gorgo?... ¿Qué mierda me hizo? —se pregunta Max, aprovechando un instante de alivio—. Desde que lo vi pelear contra Kawaki, algo en mí gritaba: mátalo. ¿Por qué?...

<< La lucidez había terminado. La mente de Max Songoku volvía a su estado habitual >>

—Mató a muchos jóvenes… pero eso me da igual. Eran débiles. No tuvieron oportunidad ante él… —pensó Max, notando cómo Gorgo se acercaba a trote.

—No soy un héroe... ni un vengador de causas ajenas —añadió en voz baja, mientras se inclinaba hacia atrás para estirar su espalda.

―Su objetivo son los dojos… pero ¿con qué motivo? —reflexionó—. Era obvio que eventualmente nos cruzaríamos… pero ¿qué está moviendo los hilos de esta situación?

—Gorgo, ¿verdad?... Así te llamas —murmuró, lo justo para que el grandulón se detuviera, desconcertado.

—¿Por qué apareces en la ciudad con un grupo de tipos armados… y un demente súper hiperactivo? —continuó Max, sin perderle la mirada—. Es mucha preparación solo para matar gente de los dojos...

Gorgo desvió la mirada, dudando si debía hablar o no.

—Fuiste un gran problema estos últimos años… —confesó finalmente—. Si no te hubieras metido en situaciones ajenas… si hubieras permitido que los negocios prosiguieran… nada de esto estaría pasando.

—¿Negocios?... —repitió Max, confuso, solo para abrir los ojos con sorpresa. De pronto, todo tenía sentido.

—Ya veo… —dijo en voz alta, con rabia marcada en su tono.

—Aun no entiendo por qué los dojos se vieron arrastrados a este problema… pero, sinceramente, ni me importa. Lo único que sé… es que trabajas para esos idiotas de traje —soltó Max, con una vena palpitando en la frente—. ¿Todo esto por un maldito pedazo de tierra?... Ustedes sí que son repugnantes.

<< un senkayne, tras acabar un momento de lucidez… >>

―ahora entiendo todo… me entiendo a mí mismo… ―

<< … el cuerpo recibe algún tipo de revelación, en la cultura del planeta terra, se le llama Zenkay >>

―ahora se que mis motivos son mas claros… matarte para defender a los que se verán afectados a futuro… mi hermano, mi primo, Baldur y sus amigos…

<< un Zenkay puede actuar de distinta formas en el organismo Senkayne, fuerza física, poder, el desarrollo de alguna técnica… >>

Gorgo, simplemente dio un paso atrás, tras el cambio de actitud de Max, paso de un estado lamentable a un estado puro y lleno de energía.

<< en el caso de Max, el Zenkay influyo de mejor forma, en el control de su propio ki >>

El grandulón solo pudo ver como Max junto ambas manos y lanzo una tormenta de esferas de energía que comenzaron a destrozar todo lo frágil, como un chorro de agua a alta presión.

—¡Mierda! —gritó Gorgo, ocultándose tras un muro. Pero incluso allí, sintió cómo los proyectiles de energía de Max lo desgarraban poco a poco, como lluvia ácida sobre piedra.

Al alzar la vista, un puño descendente lo recibió sin aviso.

¡BOOM!

El impacto lo incrustó en el suelo con una violencia que le sacudió los dientes. Gorgo apretó la mandíbula con fuerza, resistiendo el dolor.

—¿Y esta potencia…? ¡Se supone que ya me había adaptado a toda su fuerza! —chilló incrédulo, justo antes de salir disparado por otro puñetazo demoledor que lo lanzó por los aires.

Antes de que Nordor pudiera saltar de nuevo, rodeó a Max con veloces clones ilusorios creados por aceleraciones y frenadas tan rápidas que su figura se duplicaba en múltiples siluetas vibrantes.

—¡¿Cuál es el real, payaso?! —gritó Nordor, atacando desde puntos ciegos con ráfagas de puñetazos que Max apenas lograba esquivar.

Max cerró los ojos en silencio. Un leve zumbido envolvió el ambiente.

― "Radar" … ―susurró para sí, sintiendo el fluir de la energía vital como un eco en su mente.

Cuando el puño verdadero se acercó desde la derecha, Max se inclinó ligeramente hacia un lado, viendo cómo el brazo pasaba por encima de su hombro. Entonces lo atrapó.

En un solo movimiento, alzó al velocista, lo giró por encima de su cabeza y lo estrelló con violencia contra el suelo.

—Ahora sí… te tengo —murmuró, rematando con un potente pisotón que hizo vibrar el concreto.

Nordor solo tosió saliva. Su cuerpo quedó inmóvil, desparramado contra el suelo. Había perdido el conocimiento sin emitir un solo gemido.

Max alzó lentamente la mirada.

Sus ojos eran dos cuchillas apagadas por el juicio: no había rabia, solo la fría determinación de un soldado que, tras evaluar la amenaza… decide eliminarla.

Gorgo tragó saliva. Solo levanto los puños, con el ardor del suero trabajando para seguir adelante.

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