SELENE.
—¿¡Cuantas jodidas bases debemos destruir!? —rugio Cherry mientras disparaba granadas a diestra y siniestra.
Yo dispare detras de nosotros, eliminando a cinco hombres.
El maldito invierno aqui en Kazajistán era una maldita tortura y la nieve no ayuda para nada.
—Redline, haz llover —ordene con voz calamda apesar del tiroteo.
Del cielo cayeron misiles soltaods por drones armados, cayrendo en el aeropuerto de la base de I.F.L.O.
—Hexa, informe.
—Motos de nieve a tus seis, estos idiotas no se detienen —dijl Hexa con cansancio.
—Jackal...
—Destrui las torres de vigilancia, —dijo antes de siquiera preguntar sobre su estado.
—Los heridos han sido retirado —. Informo Stitch.
—Silva ayudame con los de las motos —escuche a April por el comunicador.
Las balas pasaban tan cerca que zumbaban como mosquitos asesinos. Me agaché tras una pila de cajas metálicas mientras recargaba, y alcancé a ver cómo Cherry se cubría tras un vehículo semivolcado, gritando maldiciones mientras lanzaba otra granada con precisión quirúrgica.
—Cherry, no te emociones. Aún nos falta limpiar la torre de control —le recordé.
—¡QUE SE JODAN! ¡Esto ya es personal! —rugió, haciendo volar por los aires a otro grupo de soldados con uniforme I.F.L.O.
—Redline, nuevo objetivo: hangares. Quiero ese arsenal fuera de juego —dije, mientras levantaba la cabeza justo para disparar al conductor de una de las motos que venían tras nosotros. Su cuerpo salió volando y la moto se estrelló contra un poste.
—Recibido. Enviando drones al objetivo —respondió Redline con su tono robótico de siempre.
Las explosiones sacudieron el suelo. El calor del fuego contrastaba con el frío maldito de Kazajistán. La nieve comenzaba a teñirse de gris y rojo.
—Hexa, ¿puedes interceptar sus comunicaciones? Necesito saber si tienen refuerzos en camino —ordené, apretando los dientes al ver cómo uno de nuestros compañeros era herido en la pierna.
—Estoy en eso, jefa. Su señal es más cerrada que las piernas de una virgen, pero ya casi lo tengo.
—No necesito poesía, Hexa. Solo resultados.
—Sí, sí, lo sé. Perfección y muerte, como siempre.
Disparé otra ráfaga, viendo a uno de los soldados enemigos intentar refugiarse en una caseta. Una de las granadas de Cherry aterrizó justo ahí antes de que pudiera cerrar la puerta.
—¡BOOM, CABRÓN! —gritó Cherry con una risa psicótica.
—Jackal, necesito una ruta de salida ya. No quiero morir congelada ni quemada —dije, esquivando por poco una bala que me rozó el brazo.
—Tengo una vía despejada al este. Un túnel de mantenimiento viejo. No está en sus mapas. Nos lleva fuera del complejo —respondió sin titubeos.
—Perfecto. Stitch, prepara a los heridos para moverse. Y April, cubran la retaguardia. Silva, quédate conmigo" dije, corriendo entre la nieve hacia una de las posiciones más elevadas para tener mejor vista del terreno.
—¿Y si la puta base colapsa mientras estamos saliendo? —preguntó April entre jadeos, disparando sin cesar.
—Entonces, nos reímos como idiotas y morimos como leyendas —Respondí, con una sonrisa fría en los labios.
El infierno había descendido sobre Kazajistán.
Y nosotros lo habíamos traído.
—¡Movimiento, movimiento!— grité mientras disparaba hacia los soldados enemigos que salían de los hangares en llamas.
El humo empezaba a hacer difícil ver más allá de unos metros, pero la ruta hacia el túnel era clara. Jackal no fallaba.
—¡Los heridos primero!— ordenó Stitch, arrastrando a uno de los nuestros que sangraba de un costado.
Cherry se movía rápido, casi bailando entre los cuerpos, lanzando su último cargador de granadas como si fueran dulces en Halloween.
Silva y yo cubríamos los flancos, disparando a todo lo que se moviera. Mi brazo seguía ardiendo por la herida superficial, pero no era momento para quejarme.
—¡Cuidado! —gritó April.
De las sombras, dos soldados enemigos aparecieron en motos de nieve, disparando en ráfagas locas. Uno de ellos lanzó una granada improvisada en nuestra dirección.
—¡Mierda! —Gruñí, lanzándome al suelo con Silva mientras la explosión nos cubría de nieve y tierra.
—¡Los tengo! —Rugió Cherry, volando la segunda moto en pedazos antes de que llegara a nosotros.
Tosí y me levanté de un salto. No podíamos perder tiempo.
—¡Avancen! ¡Ya casi llegamos al túnel! —grité, guiándolos entre los restos de vehículos destrozados y cuerpos esparcidos.
El acceso al túnel estaba oculto bajo una plataforma de carga destruida. Jackal ya había retirado los escombros y asegurado la entrada.
—¡Vamos, vamos, vamos! —insistí, mientras uno a uno mis compañeros descendían por la abertura oscura y angosta.
El último en bajar fue Jackal, y yo me lancé justo detrás de él, cubriendo la entrada hasta el último segundo.
En cuanto puse un pie dentro, escuché la estructura metálica del hangar derrumbarse detrás de nosotros, sepultando el acceso.
—¿Todos vivos? —pregunté en la oscuridad, con la respiración agitada.
—¡Más o menos! —se quejó Cherry, que claramente había disfrutado demasiado toda la masacre.
—Heridos estables —añadió Stitch, revisando rápidamente a los más graves.
—Redline, ¿estatus de los drones? —pregunté mientras comenzábamos a movernos a través del túnel iluminado apenas por linternas de cabeza.
—Mis drones han finalizado los objetivos principales. No queda infraestructura funcional. Base eliminada —dijo Redline con su voz mecánica y tranquila.
—Excelente —susurré.
El eco de nuestros pasos resonaba en el pasillo. Por fin, un pequeño respiro.
El túnel parecía interminable, pero después de media hora de caminata en silencio, con el sonido de nuestros propios latidos en los oídos, encontramos el acceso a un refugio improvisado.
Un búnker de concreto frío, olvidado por el tiempo y la guerra, apenas acondicionado con colchones viejos, algunas mantas y una estufa a gas oxidada.
No era un hotel cinco estrellas, pero para nosotras, era un maldito paraíso.
—No puedo sentir mis pies —se quejó Cherry, tirándose en el colchón más cercano.
—Tampoco tu cerebro —murmuró Jackal, arrancándose la chaqueta llena de nieve.
Todos reímos, incluso yo, dejándome caer sentada contra la pared mientras me quitaba los guantes empapados.
Silva se dedicó a encender la estufa con unas cerillas viejas. El calor que empezó a emanar era como un abrazo.
Stitch comenzó a revisar a los heridos más graves con su habitual eficiencia silenciosa, mientras April sacaba raciones de emergencia de una vieja mochila.
—Toma —me lanzó una de las barras energéticas que sabía asquerosas pero salvarían el pellejo.
—Gracias —susurré, dejándola a un lado.
Solo por un momento, me permití cerrar los ojos.
Solo un momento para respirar.
Solo un momento para sentir que seguíamos siendo humanos.
Pero el momento no duró mucho.
Mi comunicador chirrió con un sonido agudo.
Todos instintivamente nos tensamos.
—Selene, línea segura —anunció Redline, conectándose al canal.
Me puse de pie, acercándome al pequeño panel de comunicaciones oxidado en la pared.
—Aquí Selene.
La voz que respondió era seca y militar.
—Código Verde: Cambio de objetivo. Coordinadas entrantes. I.F.L.O. ha movilizado refuerzos. Nuevo objetivo: Interceptar convoy en ruta hacia Instalación. Prioridad alta.
—¿Qué transportan? —pregunté, sabiendo que no era casualidad.
—Activos prioritarios. Tecnología de armamento experimental. Y posibles prisioneros de V.I.D.A. —informó la voz.
Mi pecho se tensó.
Prisioneros de V.I.D.A.
—Confirmado —respondí en voz baja. —Iniciaremos movimiento en T menos dos horas. Fin de transmisión."
La línea quedó en silencio.
Me giré hacia el equipo. Todos nos miraban, esperando.
—¿Buenas noticias? —preguntó Cherry con una sonrisa irónica.
—Tenemos un convoy que interceptar —anuncié, mi voz firme otra vez. Armamento experimental y, tal vez, rehenes de los nuestros.
Jackal chasqueó la lengua.
—¿Más nieve, más explosiones y más probabilidades de morir congelados?
—Exactamente —respondí sonriendo con cansancio.
Silva se estiró y bromeó:
—Otro día en la oficina.
Las risas apagadas resonaron en el refugio.
***
Las dos horas pasaron como un maldito suspiro.
El frío ya no era solo una molestia, era parte de nosotros, se metía bajo la piel, en los huesos, nos hacía uno con el infierno blanco que nos rodeaba.
Saltamos del refugio en columnas formadas, esquivando las áreas de patrullaje enemigo.
El viento aullaba, pero nuestros comunicadores mantenían nuestras voces claras, casi como susurros directos al alma.
—Silva, visual a las tres, movimiento de I.F.L.O. —informó Hexa mientras avanzaba cubierta por la ventisca.
—Copiado —respondió Silva en un tono bajo, ajustando su rifle.
—Cherry, no hagas locuras —bufó Jackal. No quiero recoger tus pedazos otra vez.
—¿Eso fue preocupación? ¡Jackal, me voy a sonrojar! —se rió Cherry, agachándose mientras disparaba un tiro certero a un soldado que ni siquiera nos había visto venir.
—Redline, ¿qué dice el cielo? —pregunté mientras mis pies casi no sentían la nieve bajo ellos.
—Los drones nuestros ya están en posición. Mapa actualizado. Podemos bloquear el convoy en la garganta del cañón si nos movemos rápido —explicó Redline, su voz relajada como si habláramos del clima.
—Entonces, rápido —ordené.
Las luces parpadeantes de las bengalas tácticas en nuestros visores indicaban a los demás soldados de V.I.D.A. que se movían en paralelo.
Decenas de ellos.
Fuera y dentro del convoy de avance.
Soldados de V.I.D.A. con sus trajes oscuros, moviéndose como una sola criatura hecha de hielo, furia y entrenamiento brutal.
Eran fantasmas en medio de la tormenta.
—Iván, pon minas en la ruta secundaria —le ordenó April por el canal. Que no puedan escapar.
—Ya estoy en ello —respondió Iván, su acento cortando la transmisión como un cuchillo.
—Stitch, quédate cerca del transporte pesado —añadí. Si hay prisioneros, vas a ser el primero que quiero junto a ellos.
—Entendido —fue todo lo que dijo.
Mis ojos buscaron a Jackal que ya avanzaba en la retaguardia, cubriendo nuestras espaldas con esa calma brutal que solo él manejaba.
—Cañón en visual, 500 metros —dijo Hexa, agitada.
Yo apreté el rifle con más fuerza.
El aire estaba cargado de electricidad.
De muerte.
—Todos —hablé en el canal abierto para el equipo y la fuerza de apoyo de V.I.D.A.
—Recuerden. Al objetivo, sin piedad. Los rehenes si los hay, prioridad dos. Nadie queda atrás.
—¡Entendido! —resonaron todas las voces, como un eco decidido en medio de la ventisca.
La garganta del cañón ya se perfilaba frente a nosotros.
El convoy de I.F.L.O. se acercaba.
Una caravana de camiones blindados, escoltados por vehículos artillados.
El infierno estaba a punto de desatarse.
Y nosotros seríamos la tormenta.
No hubo aviso.
No hubo negociación.
Solo fuego.
El primer camión blindado explotó al pisar una de las minas que Iván había colocado con precisión quirúrgica. La onda expansiva levantó la nieve en una nube gigantesca, cegando a los demás conductores por un momento.
Fue suficiente.
—¡Ahora! —grité.
Saltamos de las rocas, disparando como si el mismísimo infierno se hubiera liberado.
Cherry reventaba las cabezas de los artilleros con su escopeta pesada, riéndose como un maldito loco mientras avanzaba sin miedo.
Redline, desde la retaguardia, hacía llover misiles de los drones en puntos estratégicos, volando los motores de los camiones uno por uno, dejando a los bastardos atrapados en medio del cañón.
Hexa lanzó granadas de fragmentación sobre la nieve, y los cuerpos volaban como muñecos rotos.
—¡V.I.D.A. avanza! ¡Ningún enemigo en pie! —gritó Silva mientras cortaba la garganta de un soldado de I.F.L.O. que se atrevió a enfrentarse a ella.
Jackal saltó sobre un camión, disparando a quemarropa, y luego arrojando una granada dentro de la cabina como quien tira una piedra en un lago.
Stitch ya tenía las manos manchadas de sangre, recogiendo armas enemigas y asegurando zonas.
Todo parecía ir demasiado bien.
Hasta que la tierra tembló.
Un ruido de motores hidráulicos, grave y gutural, rompió el rugido de las explosiones.
—¿¡Qué carajos es eso!? —preguntó Cherry, dejando de disparar un segundo.
Entre la nube de nieve y fuego... emergió.
Una puta mole de acero.
Un exoesqueleto de combate de última generación, pesado, blindado, artillado hasta los dientes. Sus piernas metálicas crujían contra la nieve, su visor rojo brillaba como un demonio entre las sombras blancas.
Un maldito Goliat de I.F.L.O.
—¡Mierda, un Kraken! —gritó Redline. —¡Eso no estaba en el informe!
El Kraken levantó uno de sus cañones automáticos... y barrió la nieve frente a él.
Soldados de V.I.D.A. salieron volando como muñecos de trapo.
Uno de nuestros vehículos fue perforado como papel.
—¡Cúbranse! —ordené mientras corríamos buscando posición.
—¡Necesitamos los explosivos ya! —gritó Hexa, arrastrándose detrás de un camión destruido.
—¡A lo Spectro! —se burló Cherry mientras cargaba granadas.
Lo miré.
Nos miramos todos.
Sabíamos qué íbamos a hacer.
Una locura suicida.
Leonardo Style.
—¡Silva, Hexa, Jackal! ¡Flanqueen por la izquierda! ¡Cherry, Redline, conmigo por la derecha! ¡Stitch, cubre a los heridos! ¡Iván, tráeme los putos explosivos más grandes que tengas! —ordené como un rugido.
—¡¡Con gusto!! —rió Iván.
Corrimos como almas condenadas entre el fuego y el metal chirriante.
El Kraken giró su torso, buscando a quién acribillar.
No le daríamos oportunidad.
—¡Más rápido, carajo! —grité mientras las balas nos cortaban el aire a centímetros.
Hexa lanzó un paquete de explosivos improvisados mientras Jackal saltaba como un maldito loco sobre una roca, lanzando dos granadas magnéticas que se pegaron al brazo derecho de la máquina.
—¡BOOM, HIJO DE PERRA! —rugió Cherry al detonar los explosivos.
El brazo del Kraken estalló, lanzando chispas y metralla por todas partes, pero el cabrón seguía en pie.
Más furioso.
Más rápido.
Más mortal.
—¡No se detiene! —gritó Silva mientras rodaba en la nieve esquivando otro disparo de cañón.
Yo corrí directo hacia él.
Sí, directo.
Como lo habría hecho Leonardo.
—¡REDLINE! ¡DISPARA MIS BOLSAS DE EXPLOSIVOS EN MI SEÑAL! —grité al comunicador.
—¿¡ESTÁS LOCA!? —chilló Redline.
—¡No más que de costumbre! —reí.
Corrí.
Corrí como si el mundo se fuera a acabar.
Lancé tres cargas pegajosas sobre el pecho de la máquina mientras me lanzaba a un lado, rodando en la nieve.
—¡AHORA! —grité.
Un disparo certero.
Las cargas detonaron.
El pecho del Kraken explotó en llamas negras, arrojando al exoesqueleto hacia atrás, abriéndolo como una flor de acero y fuego.
Cayó sobre la nieve humeante.
Silencio.
Solo el silbido del viento.
Nos miramos unos a otros.
Empapados en sudor.
Tiritando de frío.
Cubiertos de sangre y polvo.
Vivos.
Un maldito milagro.
—Heh...—rió Cherry entre toses. —Esa fue... muy Leto.
—Demasiado —gruñó Jackal, pateando el casco retorcido del Kraken.
Yo sonreí bajo la máscara.
—Míralo, el grandote cayó como un saco de mierda —escupió Cherry, pateando un pedazo retorcido del Kraken humeante. — Si hubiéramos sabido antes que estos cabrones tienen un punto débil en el pecho...
—Nos habríamos ahorrado un infierno de balas —gruñó Jackal, mientras limpiaba la sangre de su rostro con la manga.
—Leonardo se enfrentó al primero a pura locura... sin saber nada —murmuró Silva, con una mezcla de respeto y tristeza en su voz. — Si hubiera tenido esta ventaja...
El silencio volvió a caer, solo el sonido de las botas aplastando nieve y casquillos vacíos.
No era momento para quedarnos de pie.
—¡Redline, Hexa! —llamé. — Aseguren los perímetros. Stitch, ayuda a los heridos. April, Silva, Jackal, conmigo. Vamos a ver qué carajos transportaban estos bastardos.
—Con gusto —respondió April, recargando su rifle.
Nos movimos entre los vehículos destruidos, la nieve ahora teñida de negro por el humo y la sangre.
Prisioneros de V.I.D.A. comenzaron a salir de los camiones, algunos heridos, otros apenas capaces de caminar.
Stitch y parte del escuadrón los ayudaron de inmediato, cubriéndolos con mantas térmicas y vendajes improvisados.
Mientras tanto, Cherry encontró el primer convoy cerrado con candados gruesos.
—¿Lo abro? —preguntó, con una sonrisa peligrosa.
—Dale amor —dije.
Cherry plantó un pequeño explosivo en la cerradura. Un estallido seco después, la puerta se abrió violentamente.
Dentro había cajas. Armas experimentales, partes de drones, documentos... y más cajas selladas que olían a químico.
—Basura, pura basura y muerte —murmuró Silva, empujando una caja con el pie.
Seguimos avanzando, revisando.
Hasta que llegamos a uno de los camiones blindados más grandes del convoy.
Y sentimos... ese maldito zumbido eléctrico.
—¿Escuchan eso? —susurró Hexa por el comunicador.
Un sonido grave, constante, como un latido metálico.
Me acerqué a la cabina.
Vacía.
La puerta colgaba abierta, el asiento de piloto manchado de sangre, pero sin rastro del conductor.
Jackal ya estaba revisando el costado del camión.
—¡Santo Dios...! —murmuró.
Corrimos hacia donde estaba.
La puerta trasera del camión estaba entreabierta.
Adentro... se encontraba.
Un segundo Kraken.
Completo.
Operativo.
Esperando.
Su núcleo interno parpadeaba lentamente, como si durmiera.
—¡¿Qué demonios?! —exclamó April, dando un paso atrás con el arma lista.
—Está... apagado. O en modo de reposo —dijo Redline, acercándose con extremo cuidado.
—¿Y si despierta? —preguntó Cherry, ya preparando un par de explosivos en sus manos. — Le vuelvo a volar el culo y listo.
—No tan rápido —dije, alzando una mano. — Esto... esto no fue casualidad.
Nos miramos entre todos.
Una máquina de ese tamaño no se transporta "por si acaso".
La estaban moviendo.
¿A dónde?
¿Para qué?
Y más importante...
¿Por qué el piloto no estaba?
—Aquí hay algo que no encaja —murmuró Hexa.
—Demasiado silencio —agregó Jackal, mirando alrededor con desconfianza.
De pronto, Stitch habló por el canal general:
—Comandante... tenemos movimiento. Drones enemigos acercándose. Grandes números.
Levanté la mirada.
En el horizonte, pequeñas siluetas negras comenzaban a asomar, acercándose rápido a través de la ventisca.
—Querían que lo encontráramos —dije en voz baja.
April apretó su arma.
—¿Una trampa?
—Más bien... un sacrificio —dije, endureciendo la mandíbula. — Nos están usando de detonador.
La máquina dormida.
Los drones viniendo.
El convoy atrapado.
—¡Formación de defensa ahora! —ordené.
—¡Preparen todo para un infierno, porque no vamos a dejarles esta joyita!
Todos respondieron afirmativamente.
Las armas se alzaron.
Las respiraciones se hicieron pesadas.
—¡Aquí vienen! —rugió Cherry mientras una ráfaga de drones de combate rompía la ventisca, disparando fuego automático.
Disparamos como locos.
Explosiones salpicaban la nieve.
Los prisioneros de V.I.D.A. que podían, agarraban armas caídas para cubrirse o ayudarnos. No había opción. Era matar o morir.
—¡Hexa, Redline, cobertura en los flancos! ¡Stitch, mueve a los heridos detrás del camión blindado! ¡April, Jackal, Silva, conmigo, frente total! —ladré, tomando posición.
El infierno se desató.
Granadas, explosivos improvisados, balas silbando por todas partes.
Un misil pasó tan cerca que sentí el calor en el rostro.
—¡Joder! ¡Son demasiados! —gritó Silva, disparando sin descanso.
Un dron nos sobrevoló y lanzó pequeñas bombas, pero Redline lo cazó en el aire con un misil portátil.
—¡BOOM, perra! —gritó mientras recargaba.
El suelo vibraba por el número de explosiones.
Y entre todo ese caos, un sonido nos heló el alma.
Un zumbido aún más profundo.
Un golpe mecánico... un estruendo de metal moviéndose.
—Oh, no... —murmuró Hexa.
Nos volteamos.
El Kraken dentro del camión estaba activándose.
Luces rojas brillaban en su núcleo, sus extremidades mecánicas empezaban a temblar, flexionándose como un animal despertando de un letargo.
—¡Se está encendiendo! ¡Se está encendiendo! —avisó April, desesperada.
—¡Cherry, a volarlo ahora! —ordené.
Cherry ya había plantado cargas de demolición en los costados del camión, previendo este desastre.
—¡Con gusto! —gritó mientras presionaba el detonador.
BOOM.
Una explosión brutal sacudió el camión.
Chatarra, fuego y metal volaron en todas direcciones.
Pero cuando el humo se disipó...
El Kraken seguía en pie.
Carbonizado.
Dañado.
Pero más cabreado que nunca.
Rugió un chillido mecánico, como el grito de una bestia infernal, y se lanzó hacia nosotros, blandiendo su enorme brazo metálico.
—¡Dispersión! ¡Todos al carajo! —grité.
Saltamos en todas direcciones mientras el Kraken destruía un par de camiones como si fueran juguetes.
Redline disparó un misil directo al pecho del bicho.
¡PUM!
Una explosión directa.
Lo tambaleó, pero no lo detuvo.
—¡A la mierda, Spectro, ahora entiendo por qué terminaste tan roto, mocoso! —rugió Cherry, lanzando granadas pegajosas.
Hexa y Silva comenzaron a moverse en patrones erráticos, disparando a sus articulaciones.
Jackal escaló una estructura semiderruida para disparar desde arriba.
April corría entre la nieve, lanzando explosivos improvisados hacia los pies de la bestia.
Mientras tanto, los drones enemigos seguían cayendo como moscas.
Era un infierno total.
El Kraken, esa jodida monstruosidad metálica, se tambaleó un instante... y luego rugió como un maldito demonio liberado.
Algunas de sus armas estaban dañadas, sí.
Pero otras seguían funcionales.
Y peor aún...
Apuntaba en todas direcciones.
—¡Cuidado! ¡Nos va a barrer a todos, carajo! —gritó Hexa, rodando en la nieve para esquivar una ametralladora pesada que escupía fuego como un dragón.
Metralletas en los hombros, misiles en las piernas, lanzallamas en los brazos.
Un jodido arsenal ambulante.
Y nosotros éramos la maldita carne de cañón.
—¡Muévete, Cherry! —gritó Silva, lanzándose hacia un costado mientras el lanzallamas lamía el aire.
Cherry soltó una carcajada casi maniaca, disparando ráfagas de su rifle antimaterial mientras gritaba:
—¡¿¡¿¡¿ESTO ES TODO LO QUE TIENES, KRAKEN DE MIERDA?!?!?!?
Redline se posicionó detrás de un camión volcado, recargando un lanzamisiles a toda velocidad.
Stitch arrastraba a uno de los prisioneros heridos para ponerlo a salvo.
April colocaba cargas adhesivas en el suelo, calculando el momento justo para detonarlas debajo de la máquina infernal.
Silva, desde lo alto de la estructura derruida, disparaba francotirador a las juntas de las extremidades.
Hexa y Jackal se movían como sombras, lanzando disparos a puntos débiles mientras esquivaban el infierno mismo.
El Kraken se tambaleaba, pero cada maldito segundo que seguía de pie era un milagro negro.
Disparaba sin un patrón lógico.
Izquierda. Derecha. Al frente. Atrás.
Cañones automáticos disparaban a los flancos.
Lanzallamas escupía fuego por ráfagas.
Una ráfaga de misiles casi pulveriza un pelotón de soldados de I.F.L.O.
—¡Mierda! ¡Hasta sus propios aliados se están cagando encima! —rió Cherry como loco.
Las balas, la nieve quemada, el olor a pólvora y metal derretido...
Todo era una puta pintura apocalíptica.
—¡Redline, ahora! —grité.
Redline apuntó.
El misil silbó en el aire.
¡Impacto directo en la articulación de la pierna derecha!
El Kraken tembló.
Una rodilla de metal crujió.
Se inclinó.
Tierra, nieve y fuego saltaron.
—¡TODOS ENCIMA DE ÉL! —ordené con voz rasgada.
Saltamos.
Cargas pegajosas. Granadas. Balas a matar.
Una tormenta de explosiones cubrió al Kraken mientras se revolvía como una bestia herida, disparando al azar, sin control.
Una ametralladora aún funcionaba.
—¡Cúbranse! —ladró Stitch.
Un disparo pasó rozándome el brazo.
Sentí el ardor de la sangre caliente resbalar bajo el uniforme.
No importaba.
No podíamos parar.
No hasta que esa cosa cayera.
April detonó las cargas bajo sus pies.
¡BOOM!
El Kraken se elevó en una nube de fuego y nieve.
Cuando cayó al suelo, la tierra tembló.
Pedazos de metal salieron volando.
La bestia soltó un último chillido electrónico... y por fin quedó inmóvil.
Silencio.
Sólo el eco de nuestras respiraciones agitadas.
El crujido de la nieve bajo los pies.
La radio soltando estática.
Todo el escuadrón se quedó mirando los restos del Kraken.
Quemados.
Rotos.
Carbonizados.
Pero ganamos.
No por habilidad.
No por estrategia.
Sino por ser igual o más malditamente bestias que esa máquina.
Los cuerpos regados de soldados de I.F.L.O. cubrían la nieve, manchándola de rojo como un lienzo grotesco.
Algunos todavía echaban humo, otros seguían gimiendo apenas, agonizando en el frío letal.
Nuestro grupo avanzaba entre ellos, armas listas, sentidos afilados.
El sonido de una radio chirriando con estática nos hizo girar a todos al mismo tiempo.
El aparato estaba tirado junto al cadáver de un oficial de alto rango, se notaba por las insignias doradas, el uniforme más elaborado y ese aire de importancia que la muerte no había podido arrancarle.
Me acerqué y recogí la radio del suelo.
Un pitido de estática, seguido de una voz rasposa y apresurada:
"...repito, sudeste asiático, la operación en curso ha fallado..."
Todos nos miramos de reojo.
Sudeste asiático.
Operación fallida.
¿Qué mierda estaban haciendo estos cabrones allá?
La voz siguió, más baja, apenas entendible:
—"...es primordial que eliminen a todas las fuerzas de V.I.D.A. en Kazajistán antes de que..."
Estática.
Una fuerte interferencia.
Nada más.
Golpeé el aparato con frustración, pero era inútil.
La transmisión se había cortado.
Stitch se inclinó sobre el cadáver y revisó los bolsillos.
Sacó un pequeño disco de datos militar.
—Un codificador, —dijo, mostrándolo a la luz mortecina.
—¿Podemos acceder a esto? —Preguntó Silva, con la mirada afilada.
—Si no lo reventamos primero, sí,— respondió Hexa, recibiendolo de Stitch y guardándolo rápidamente en su chaqueta blindada.
Iván revisaba el entorno, el rostro surcado de cortes y la mirada tan fría como la nieve.
—¿Qué coño estarán haciendo en el sudeste asiático que les preocupe tanto? —preguntó en voz baja, más para sí misma.
Silva caminó junto a el, apartando con el pie los restos humeantes de un dron enemigo derribado.
—Quizá nada ya —dijo amargamente. —Si su misión era eliminarnos psicológicamente... ya lo hicieron.
Todos sentimos cómo esas palabras nos golpeaban el estómago.
Leto.
Nuestro maldito niño.
Había sido su objetivo. Eliminarlo. Y lo lograron.
Nos destrozaron por dentro, aunque seguimos respirando, seguimos peleando.
Stitch murmuró en el canal privado:
—El sudeste ya no importa. No si creen que terminamos aquí también. Para ellos solo es cuestión de aplastar los restos.
Cherry soltó una carcajada amarga mientras recargaba su lanzagranadas.
—Entonces que vengan, hijos de puta. Aquí todavía quedamos unos cuantos restos que saben morder.
Redline ajustó la correa de su rifle pesado.
—Ahora sabemos cómo volar a esas jodidas máquinas. —Hizo un gesto hacia donde los restos del exoesqueleto destrozado echaban chispas, medio enterrados en la nieve.
Jackal bajó la cabeza, susurrando apenas:
—Pero peleó. Y ganó. Nos dio tiempo de eliminar a las fuerzas de I.F.L.O. en aquel lugar.
Silencio.
Un respeto amargo colgó en el aire.
No había tiempo para luto.
No en medio de esta tormenta de muerte.
April habló, cortando la tensión:
—¿Qué hacemos con el Kraken?
Todos giramos al mismo tiempo.
La bestia mecánica seguía encadenada al camión, dañado pero operativo.
A pesar de sus armas maltrechas, varios cañones aún se movían erráticamente, apuntando a la nada, apuntando a todo.
Era como mirar un puto demonio atrapado en una jaula de cristal.
Iván, caminó hasta quedar frente al camión.
Observó unos segundos en silencio y luego dijo en voz baja:
—Eso no puede quedarse vivo.
Stitch asintió, serio.
—Si llega a liberarse en este estado... nos va a hacer mierda a todos.
Silva alzó la ceja.
—¿Volarlo en pedazos?
Cherry sonrió, pero era una mueca torcida, cansada.
—¿Con todos los cargadores?
Redline soltó un resoplido, mirando su equipo de explosivos.
—¿Hay otra manera?
Nos miramos entre todos.
Sabíamos cuál era la respuesta.
No, no había otra manera.
No éramos héroes.
Éramos la escoria que luchaba contra monstruos aún peores.
Con o sin Leto.
Con el corazón roto. Seguíamos peleando.