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Chapter 20 - Capítulo 19

SELENE.

 

—¿Qué demonios está pasando? —murmuró en voz baja mientras observaba la pantalla frente a mí. Mi unidad y yo llevábamos semanas atacando bases en Kazajistán, sin descanso, destrozando una tras otra, pero siempre encontrábamos lo mismo. Las malditas máquinas Kraken.

Estaban ahí, siempre apareciendo en el momento justo, queriendo eliminarme a mí y a mis hombres en específico. No era normal. Algo no estaba bien.

 

Me recargué en la silla, mis ojos clavados en la pantalla mientras esperaba que el Consejo me diera alguna respuesta que pudiera calmar mis nervios. Pero no lo hicieron. En lugar de eso, me dieron algo que aún no podía procesar.

 

—Moonshade, esa información la desconocemos, —dijo una voz al otro lado.

—Sabemos que deben estar agotados, pero siempre recibimos los mismos informes sobre las bases de I.F.L.O. en Kazajistán. Sin embargo, recientemente nos hemos dado cuenta de algo más… esas bases son señuelos. Según los reportes que recibimos, no hay nada más que máquinas en todos lados.

 

Me quedé helada, frunciendo el ceño. ¿Señuelos? ¿Qué querían decir con eso? ¿Bases vacías? ¿Y las malditas máquinas Kraken? ¿Qué demonios estaban protegiendo?

 

—¿Señuelos? —repetí, mi voz llena de incredulidad—. ¿Qué están sugiriendo exactamente? ¿Que todo esto es solo una distracción? ¿Y que las máquinas Kraken están aquí solo para eliminarnos a nosotros? O, ¿qué diablos están protegiendo?

 

Hubo un largo silencio del otro lado, y sentí que la presión aumentaba en mi pecho. No podía quedarme con las manos cruzadas sin saber qué estaba pasando.

 

—Esos malditos de I.F.L.O. han estado detrás de nosotros desde el sudeste asiático, —dije, mi voz fría y llena de desprecio. —Desde el primer maldito enfrentamiento, lo supe. No es casualidad que ahora estén obsesionados con nosotros. La misión de esos hijos de puta era eliminar a Spectro. Lo lograron, ¿verdad? Mataron a uno de los nuestros. Y lo hicieron a propósito, para hacernos daño psicólogicamente, para debilitar nuestra unidad. ¿Matar al más joven de nosotros, a nuestro protegido? Sí, lo lograron, pero no como ellos pensaban.

 

Me recargué en la silla, los recuerdos de aquel día volviendo con fuerza. Spectro… mi hermano en todo menos en sangre. Era una pérdida que no pensaba dejar pasar. No dejaría que fuera en vano. Nunca lo haría.

 

—Pero, ¿saben qué? —añadí, apretando los dientes. —Aunque nos hicieron daño, I.F.L.O. no contaba con una cosa: que nuestra unidad ha sido un dolor de culo para ellos por años. Y por más que lo intenten, seguimos de pie, seguimos jodiéndoles los planes.

 

Mi mirada se endureció mientras escuchaba la respuesta que me daban al otro lado de la línea.

 

—Es posible que las máquinas estén ahí para eliminarte a ti y a tu unidad, Moonshade, —dijo la voz del Consejo, calmada, pero sabían que tenían razón.

—Hemos rastreado sus movimientos, y siempre apuntan a ustedes específicamente, como si les importara más que cualquier otra cosa. Podrían estar protegiendo algo o alguien, pero no sabemos qué es exactamente.

 

—No, no pueden estar protegiendo nada, solo intentan borrar todo lo que les ha dado problemas, —respondí, mi tono sarcástico y mordaz—. ¿Quieren terminar con nosotros de una vez, como si fuéramos solo una molestia. Pero lo que no saben es que esto solo va a empeorar para ellos.

 

Puse la mano en mi cara, respirando hondo. Estaba cansada, pero también sabía que lo que venía sería peor.

 

—Las máquinas Kraken están específicamente en nuestras operaciones. Ya lo vimos en el sudeste asiático. Quieren eliminarnos, pero no lo van a lograr. Vamos a seguir adelante, pero ahora sé que hay algo más grande en juego aquí. Lo que sea que están protegiendo, lo encontraremos.

 

Escuché el silencio en la línea antes de que uno de los miembros del consejo hablara de nuevo. La información que estaba a punto de decirme me hizo tensar la mandíbula y cerrar los ojos por un momento.

 

—Lo que ocurrió en el sudeste semanas después de que ustedes partieron hacia Kazajistán… fue un ataque masivo de I.F.L.O. a un hospital de voluntariados. Soldados, médicos, personal de todo tipo de diferentes países estaban ahí. Todos fueron atados y capturados. Entre ellos, había un Kraken de I.F.L.O. en el campo de batalla. Ese Kraken fue destruido hasta las cenizas, junto con cientos de soldados de I.F.L.O. y, también, un coronel de I.F.L.O. murió en ese ataque.

Mi respiración se volvió más pesada. Sabía que I.F.L.O. tenía una obsesión enfermiza con eliminar todo lo que pudiera interferir con sus experimentos, pero esto… esto era algo distinto. ¿Qué querían ellos en un hospital lleno de personas inocentes, médicos, soldados, voluntarios? Algo no encajaba.

 

—Parece que llegaron a buscar a alguien, —continuó la voz, pero su tono estaba lleno de incertidumbre—. Y lo que no entendemos es qué tan importante puede ser este hospital. Lo único que sabíamos era que I.F.L.O. no tiene piedad y cualquier cosa que se les cruce será destruida.

 

Fruncí el ceño. Mi cabeza daba vueltas. ¿Qué quería I.F.L.O. allí? No podía ser una simple matanza. Había algo más, algo que solo ellos sabían.

 

—No hay nada que I.F.L.O. quiera en el sudeste, excepto eliminarnos a nosotros, —respondí, molesta. Mi pulso aumentó.

—Spectro… lo mataron allí. Lo vi caer. No sé qué más quieren, pero si estaban buscando algo o a alguien, lo más probable es que ya lo hayan perdido.

 

—Moonshade, —dijo una voz más grave en la línea—. Ustedes dieron por perdido a Spectro en acción. No muerto. Según el informe que enviaron, supuestamente lo vieron caer al agua, pero nunca lo encontraron. Es posible que Spectro haya quedado vivo y que haya estado bajo cuidado de ese hospital que I.F.L.O. atacó.

 

Mi respiración se detuvo por un segundo. Eso no podía ser posible. ¿Leto… vivo?

 

—Si, la misión de I.F.L.O. falló en ese hospital, —continuó la voz. —Y según lo que sabemos, Spectro eliminó al primer Kraken, con ayuda de ustedes, aquella noche, días antes de ser dado por perdido en acción. Es posible que Spectro también haya destruido el Kraken que atacó el hospital, con la ayuda de los soldados que protegían el hospital en ese momento.

 

Mis ojos se abrieron de par en par, como si el mundo estuviera colapsando alrededor de mí. Todo tenía sentido, pero al mismo tiempo, no lo tenía.

 

Sentí una mezcla de alivio y ansiedad. Necesitaba respuestas, y si Leto estaba vivo, eso significaba que hdebemos buscarlo y traerlo de regreso.

 

—Entonces, ¿está vivo? —Pregunté, mi voz llena de incredulidad y tensión.

—¿Spectro… está vivo?

 

—Es posible, —dijo la voz, con una certeza que me hizo darme cuenta de que no estaban completamente seguros, pero que había una posibilidad—. Si se confirma, él podría ser clave para entender por qué I.F.L.O. sigue atacando, y por qué están obsesionados con eliminar a tu unidad.

 

Me crucé de brazos frente a la pantalla, dejando escapar un suspiro pesado antes de hablar.

 

—Ya les dije por qué I.F.L.O. quiere a Spectro muerto... y también a nosotros,— gruñí, sintiendo el resentimiento hervir en mi garganta. —No hay un experimento secreto, no hay un proyecto misterioso detrás de esto. Nos quieren muertos porque hemos sido un dolor en el culo para ellos durante años. Porque hemos destruido operaciones, rescatado prisioneros, expuesto sus experimentos ilegales... porque simplemente no pueden dejarnos vivos.

 

Hice una pausa, controlando la rabia que amenazaba con nublar mi juicio.

 

—Si Spectro está vivo... no sé qué razón tendrían para seguir queriéndolo muerto,— admití, dejando caer los hombros. —Quizá quisieron usarlo como carnada. Nosotros lo dimos por perdido en acción… si descubríamos que estaba vivo, habríamos ido tras él sin pensarlo. Eso es lo que querían. Atraernos, eliminarnos de un solo golpe.

 

Apreté los puños.

 

—Pero Spectro escapó,— sonreí apenas, con una mezcla de orgullo y tristeza. —Y sin un rehén, ya no tienen esa oportunidad.

 

Me acerqué un paso más a la pantalla, mi voz endureciéndose.

 

—¿Qué saben sobre ese hospital?

 

El consejo tardó un segundo en responder.

 

—Fue abandonado después del ataque, —dijo uno de ellos finalmente. —Todo voluntario, civil y soldado regresó a su país junto con los refugiados. Sin embargo… si algún país se llevó a Spectro, podría estar bajo su custodia ahora mismo, y cualquiera podría querer sacarle información sobre V.I.D.A.

 

—Spectro no revelaría nada,— aseguré sin dudarlo, firme, como si cada palabra fuera una sentencia grabada en piedra. —Ni sobre nosotros… ni sobre V.I.D.A.

 

Otro del consejo intervino con un tono aún más grave.

—Al menos soldados de ocho países diferentes participaron en la defensa del hospital,— explicó. —Cualquiera de ellos podría habérselo llevado. Y si realmente está vivo… su ubicación es completamente invisible para nosotros.

 

Hubo un breve silencio antes de que el mismo consejero añadiera:

 

—Gracias al protocolo Código Violeta… no hay ningún registro de Spectro en ninguna base de datos militar. Ni en nuestras redes… ni en ninguna otra. Oficialmente, Spectro no existe.

 

Mis dientes rechinaron.

 

Spectro estaba vivo.

 

Estaba en algún lugar allá afuera.

 

Y ahora… encontrarlo sería como buscar una sombra en medio de una tormenta.

 

Pero eso no me iba a detener.

 

Nada me iba a detener.

 

Salí de la sala de comunicaciones mientras la puerta automática se cerraba tras de mí con un zumbido apagado.

 

El viento gélido golpeó mi rostro de inmediato, haciéndome fruncir el ceño. El frío era brutal, como cuchillas cortándome la piel expuesta, pero apenas le presté atención. Ante mí, la antigua base de I.F.L.O. que habíamos arrasado seguía envuelta en llamas, vomitando columnas negras de humo al cielo cubierto de nieve. Las explosiones de hacía unas horas aún resonaban en mis oídos, como un eco lejano de nuestra furia.

 

La nieve caía pesadamente, apagando poco a poco el fuego, pero la destrucción ya estaba hecha.

 

Nada quedaba en pie.

 

Apreté los dientes y me llevé dos dedos al comunicador en mi oído.

 

—Hexa, Stitch, Silva, Dante, Ivan, Jackal, April, Cherry,— dije con voz firme, dejando que mi orden se arrastrara en el aire congelado, —reúnanse conmigo inmediatamente. Punto de encuentro: entrada principal de la base. Tengo información importante sobre la reunión del consejo... y sobre Leto.

 

Hubo unos segundos de silencio, rotos solo por el crujido de la nieve bajo mis botas mientras avanzaba hacia el punto acordado. La sola mención de —Leto— era suficiente para poner a todos en alerta máxima.

 

Uno por uno, comenzaron a confirmar.

 

—En camino, —dijo Hexa con su tono seco de siempre.

 

—Recibido,— añadió Stitch, breve pero cargado de tensión.

 

Silva soltó un gruñido que se tradujo como un 'ya voy'.

 

Dante, Ivan, Jackal, April y Cherry confirmaron enseguida.

 

Apreté el puño dentro de mi guante.

 

No había tiempo que perder.

 

No si Leto realmente estaba vivo.

 

No si había alguna posibilidad de encontrarlo.

 

Y si alguien en este maldito mundo podía encontrar a un fantasma…

Era nosotros.

 

Me detuve junto a una estructura medio derrumbada en la entrada principal, cubriéndome un poco del viento asesino. Mi respiración salía en nubes blancas, marcando cada exhalación como si el mismo aire quisiera congelarme los pulmones.

 

No pasó mucho antes de que escuchara los primeros pasos sobre la nieve aplastada. Hexa fue la primera en aparecer entre la neblina helada, su rifle colgado a la espalda y su rostro tan serio como siempre. No tardaron en llegar Stitch, con su chaqueta manchada de sangre vieja, y Silva, con su caminar relajado como si el frío no le afectara.

 

Uno tras otro fueron apareciendo: Dante cargando su lanzagranadas al hombro, Ivan revisando su pistola, Jackal sonriendo como un maníaco incluso en esas circunstancias, April ajustándose su gorro de lana militar, y finalmente Cherry, quien soltó un resoplido molesto mientras se cruzaba de brazos.

 

Cuando estuvieron todos reunidos, los miré uno por uno. Sus rostros endurecidos, curtidos por años de guerra sucia, mostraban atención absoluta. Aquí no había espacio para juegos. No cuando el nombre de Leto había sido mencionado.

 

Me aparté la bufanda de la boca y hablé:

 

—Consejo terminó. Información fresca,— dije, dejando que cada palabra cortara el aire como un cuchillo. —I.F.L.O. no nos ha estado atacando al azar. Cada emboscada, cada base, cada máquina Kraken... todo ha sido un intento para cazarnos.

 

Hexa soltó un bufido sarcástico. —Como si no lo supiéramos.

 

Levanté una mano para que se callara. —No es solo eso,— añadí, bajando el tono. —Hace semanas, cuando partimos del sudeste, I.F.L.O. atacó un hospital. Voluntarios, médicos, refugiados... mataron a todos los que pudieron. Pero no fue un ataque sin sentido.

 

Vi cómo todos tensaban las mandíbulas. Sabíamos que I.F.L.O. no gastaba recursos si no había algo de por medio.

 

—Buscaban a alguien,— continué. —Y ahora hay una fuerte posibilidad de que ese alguien fuera Leto.

 

El silencio cayó como un manto pesado sobre todos nosotros.

 

—Pensábamos que estaba muerto,— murmuró April, su voz apenas un susurro.

 

—Eso era lo que querían que creyéramos,— gruñí. —Pero el consejo dijo que nunca encontraron su cuerpo. Solo lo dimos por perdido en acción. Y si estaba en ese hospital...

 

—Entonces sobrevivió, —dijo Stitch, con los ojos encendidos. —El cabrón realmente sobrevivió.

 

Asentí lentamente. —Sí. Y si I.F.L.O. lo quería capturado... era para usarlo como carnada. Para atraernos. Eliminarnos.

 

Jackal soltó una carcajada seca. —Idiotas. No saben con quién se metieron.

 

—Tal vez no lo lograron, —dijo Ivan, mirando a los restos en llamas de la base. —Si escapó, entonces deben estar jodidamente desesperados ahora mismo.

 

—Pero hay un problema,— añadí, volviendo a tomar el control. —Después del ataque, el hospital fue evacuado. Refugiados, soldados, voluntarios... todos regresaron a sus países. Y si alguno se llevó a Leto, ahora está totalmente fuera del radar.

 

—¿Y las redes militares ? —Preguntó Dante.

 

—Gracias al Código Violeta... no hay rastro de él en ninguna base de datos militar. Es como si nunca hubiera existido.

 

Un silencio cargado se instaló de nuevo. Solo el sonido del viento helado entre las ruinas se atrevía a interrumpirnos.

 

—¿Qué hacemos ? —Preguntó Cherry, apretando los puños. —¿Lo buscamos? ¿Dónde empezamos siquiera?

 

Los miré a todos, sintiendo el peso de su expectativa, de su lealtad.

Y sabía que todos estaban pensando lo mismo que yo.

 

No podíamos abandonarlo.

 

No a Leto.

 

—Primero,— dije, bajando la voz a un gruñido determinado, —necesitamos encontrar una pista. Cualquier maldito hilo que nos lleve hasta él. I.F.L.O. todavía lo quiere muerto. Eso significa que quizás también lo estén buscando. Y donde ellos miren... nosotros también lo haremos.

 

El fuego iluminaba sus rostros. Cada uno de ellos era una llama viva, ardiendo en medio del infierno helado.

 

—No dejaremos a uno de los nuestros atrás,— sentencié. —No esta vez.

 

April fue la primera en romper el silencio. Dio un paso al frente, bajó la cabeza un momento, y murmuró, casi como una plegaria:

 

—Ojalá... donde sea que esté Leto, esté bien. Que no le esté pasando nada malo.

 

Su voz se perdió entre el crujido de la nieve bajo nuestros pies. Cerré los ojos por un instante, apretando los puños dentro de mis guantes, sintiendo cómo el frío me cortaba la piel, como un recordatorio de que no podíamos permitirnos el lujo de perder la esperanza.

 

Leto. Maldición, maldito seas, ¿dónde estás?

****

LEONARDO.

 

La voz suave de una mujer llenaba la habitación. 

Me removí incómodo en la cama, mirando el pequeño reproductor de música que Lucía había traído. 

 

La canción sonaba melancólica, arrastrando las palabras con una carga emocional que me revolvía las entrañas. 

 

—And I just can't imagine how you could be so okay now that I'm gone...

 

Fruncí el ceño. 

 

¿Qué demonios era eso? ¿Una amenaza velada? ¿Una confesión de abandono? 

 

No entendía ni la mitad de las cosas que esa mujer estaba diciendo. 

Me pasé una mano por el rostro, sintiendo las cicatrices a medio sanar. 

 

A este paso, prefería enfrentarme a una de esas máquinas de nuevo antes que escuchar otra maldita letra como esa. 

 

—¿Qué mierda estoy escuchando ? gruñí finalmente, mirando a Lucía con desconfianza. 

 

Ella soltó una risa ligera, divertida, mientras colocaba una taza de café en la mesa junto a mi cama. 

 

—Es música popular, Leto. me dijo. —Se llama —Drivers License—, fue un fenómeno hace como un año. Todo el mundo la cantaba, lloraba con ella, la ponían en la radio, en internet, en todos lados.

 

Resoplé. 

 

Claro, porque lo que todos necesitaban en medio de un mundo roto era más tristeza embotellada en forma de canciones. 

 

—¿Así se entretienen aquí? ¿Con melodías de depresión colectiva?

 

Lucía soltó otra risita, acomodándose en la silla junto a la cama.

 

La nieve golpeaba suavemente contra la ventana del hospital militar, como recordándome que estaba muy lejos de donde debía estar. 

 

—No todo es guerra, sabes. me dijo, divertida. —Hay sentimientos, emociones... cosas que la música ayuda a sacar.

 

—Prefiero la estática de una radio vieja— murmuré, ladeando la cabeza. —Al menos esa no intenta matarme emocionalmente.

 

Lucía negó con la cabeza, como si hablara con un niño testarudo. 

 

Miré a Lucía, con el ceño ligeramente fruncido, mientras la canción seguía sonando de fondo. Mi cabeza aún daba vueltas por todo lo que había pasado, y no podía concentrarme en otra cosa que no fuera salir de aquí lo más pronto posible.

 

—¿Cuánto más tengo que quedarme aquí? —Pregunté, la irritación evidente en mi voz. Aunque no quería admitirlo, el hospital ya me estaba empezando a resultar insoportable. No era solo por el dolor en mi cuerpo, sino por la inactividad. No me gustaba estar atrapado, rodeado de gente que no me conocía, ni me entendía.

 

Lucía suspiró, su tono algo cansado, como si ya hubiera escuchado esta misma pregunta docenas de veces. Probablemente lo había hecho.

 

—Leto, ya te lo dijeron los médicos... —comenzó, cruzándose de brazos mientras me miraba con una mezcla de paciencia y preocupación. —Tus huesos ya están cicatrizando, las heridas están sanando, pero aún te falta tiempo. El daño a tus costillas y la espalda es serio, y aunque los huesos ya estén bien, la musculatura aún está debilitada. Necesitas un poco más de reposo.

 

Me recosté en la cama, sintiendo el peso de la frustración dentro de mí. Todo lo que quería era moverme, empezar a entrenar, a hacer algo... pero no podía. Estaba atrapado en este cuerpo que no respondía como yo quería.

 

—¿Y caminar ? —Pregunté, sin querer pensar en lo que eso realmente significaba. Sabía que tendría que empezar por ahí. Pero el simple hecho de no poder hacer lo que solía hacer... me sacaba de quicio.

 

—Sí, caminar— confirmó ella, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. —Es lo que más rápido puedes empezar a hacer, pero será después de unos días más. Deberías comenzar con algo ligero, poco a poco, y ver cómo respondes. No te exijas mucho al principio, ¿entendido?

 

Miré hacia la ventana, viendo la nieve caer lentamente, mientras mi mente pensaba en otras cosas. Cosas que no tenían que ver con hospitales ni con heridas. Mi cuerpo estaba allí, pero mi cabeza estaba en otra parte.

—Navidad... —dijo Lucía de repente, rompiendo el silencio.

 

La miré, confundido. ¿Qué tenía eso que ver con todo lo demás?

 

—Sí, en una semana será Navidad. sonrió de forma suave. —Y sé que no tienes muchas ganas de estar aquí, Leto. Así que... quiero invitarte a mi casa. Mi familia, ya sabes... sería bueno que pasaras las fiestas con nosotros. No quiero que pases Navidad solo en este lugar.

 

Mi mirada se suavizó un poco, aunque seguía con la misma actitud ruda. La idea de ir a su casa, de salir de este hospital, me tentaba. Pero el pensar en estar rodeado de una familia que no conocía me hacía dudar.

 

—¿En serio? ¿Tu familia? —Pregunté, un poco incrédulo.

 

Lucía asintió con una sonrisa tranquila.

 

—Sí. No te preocupes, no tienes que hacer nada. Solo estar allí. Y... ya sabes, sería bueno que estuvieras con alguien, después de todo lo que has pasado.

 

Quería negarme, quería quedarme aquí solo, en el frío y la soledad de este hospital, pero la oferta... tenía algo que me atraía. Tal vez no quería estar solo todo el tiempo. Tal vez quería un poco de paz, aunque fuera solo por unas horas.

 

—¿Y qué esperan hacer en Navidad?—. pregunté, tratando de sonar indiferente, aunque algo en mí empezaba a ceder ante su propuesta.

 

—No mucho. —Lucía se encogió de hombros. —Comida, risas, algunos regalos, pero nada que sea demasiado… especial. Solo lo normal para pasarla bien.

 

Miré su rostro, notando la suavidad en sus ojos, como si realmente quisiera que aceptara su invitación. No lo sabía con certeza, pero algo en su actitud me decía que no era solo por compasión. Tal vez... tal vez sí le importaba.

 

Suspiré, dándome cuenta de que no podía quedarme en este hospital sin hacer nada. Y aunque mi orgullo me decía que no debía aceptar la oferta, algo en mi interior me empujaba a hacerlo.

 

—Está bien, Lucía —dije finalmente, y aunque mi voz seguía grave, algo de suavidad se filtró en ella.

—Acepto. Pero no esperes que me haga amigo de todos, ¿eh?

 

Lucía sonrió ampliamente, una sonrisa genuina que me hizo sentir un poco menos tenso.

 

—No te preocupes, Leto. Solo ven, y pasa un rato tranquilo. Nadie te va a presionar.

 

Y mientras la nieve seguía cayendo afuera, yo me quedé pensando en cómo una simple invitación a Navidad podría ser el primer paso para salir de esta pesadilla que era el hospital, aunque no fuera por mucho tiempo.

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