El cielo de Konoha amaneció claro, sin una nube a la vista. La brisa cálida de primavera cruzaba los campos de entrenamiento, levantando pequeñas ráfagas de polvo que se disipaban entre las sombras de los pinos.
Kaoru llegó temprano, como siempre. Llevaba su mochila al hombro, ligeramente más pesada ese día. Entre sus pertenencias, además de los materiales regulares de clase, guardaba uno de los libros que Sayuri Senju le había dado: “Diagramas primarios del sistema de canales de chakra.” Lo había comenzado a estudiar la noche anterior, con más dificultad de la que esperaba.
El área de práctica era distinta al aula tradicional. Más abierta, con zonas delimitadas por estacas, y un pequeño depósito donde se almacenaban materiales de entrenamiento. Tadaka Sarutobi los esperaba con los brazos cruzados, flanqueado por otros dos instructores que los observaban en silencio.
—Hoy no habrá teoría —anunció cuando todos estuvieron presentes—. Su tarea es simple: superar esta dinámica cooperativa sin romper las reglas.
Con un gesto, uno de los ayudantes desenrolló un pergamino en el suelo. En él, un diagrama mostraba una serie de obstáculos de madera, sogas, puntos de equilibrio y marcas de destino. Una versión simplificada del recorrido de prueba usado por los genin en formación.
—Trabajarán por grupos. Un error de uno, es penalización para todos. Si no lo terminan antes del mediodía, repiten mañana con doble dificultad.
El grupo de cinco ya estaba reunido. Minato, Kaoru, Mikoto, Shizune Aburame y Ren observaban el terreno sin hablar demasiado. Era su primera tarea conjunta.
—Tenemos que organizarnos —dijo Minato, ya con la cabeza trabajando rápido—. Hay zonas que requieren velocidad, otras equilibrio, y una parte con preguntas básicas sobre primeros auxilios. ¿Qué ironía, no?
Kaoru no respondió de inmediato, pero dio un paso al frente y examinó el trazado. Su expresión era serena, pero evaluadora.
—Shizune —intervino Mikoto—. ¿Tú puedes escanear el terreno con tus insectos?
La chica asintió, sin levantar la cabeza de su cuaderno.
—Puedo liberarlos en la zona de cuerdas. Detectarán si hay trampas o puntos de presión falsos.
—Perfecto —murmuró Ren desde el suelo, donde se había sentado sin pedir permiso—. Yo paso último. No confío en cuerdas que se balancean.
—Yo voy primero —dijo Minato, ya girando los tobillos y estirando los brazos—. Y Mikoto, creo que deberías ir después de mí. Eres buena en los saltos cortos y en el equilibrio.
—Aceptado.
Kaoru se mantuvo callado. No porque no tuviera ideas, sino porque estaba observando. Su forma de entender a las personas no dependía de hablar. Era paciencia y precisión.
Minato lo notó.
—Kaoru, ¿puedes encargarte del segmento de preguntas médicas? —preguntó con naturalidad—. Te vi con un libro de esos en clase.
El Uchiha asintió, sacando el volumen brevemente de su bolso. Las cubiertas estaban dobladas y algunas páginas marcadas con tiras de papel.
—¿Desde cuándo estudias medicina? —preguntó Minato, curioso—. No muchos chicos de nuestra edad piensan en eso.
Kaoru cerró el libro con lentitud.
—Desde hace poco.
Minato no insistió. Solo sonrió, como si eso bastara.
Shizune, sin dejar de observar los insectos que se desplazaban por su manga, levantó ligeramente la vista.
—¿Qué tipo de medicina estudias? ¿Práctica hospitalaria? ¿O intervención de campo?
—Por ahora, anatomía y canalización de chakra —respondió Kaoru—. La instructora Sayuri me dijo que si no domino eso, no avanzo.
—Senju… —repitió Ren en voz baja, rascándose la mejilla—. No sabía que quedaban de esos.
—¿Tú por qué te interesas en esto? —preguntó Mikoto, mirándolo directamente por primera vez—. Pensé que eras más del tipo... ofensivo.
Kaoru sostuvo su mirada.
—Tengo razones personales.
Mikoto no insistió, pero bajó la vista al libro con más atención de la que admitía. Tocó una de las páginas con la yema del dedo, donde un esquema mostraba los puntos de chakra del torso.
—Si lo dominas, podrías curar heridas sin necesidad de ayuda externa —comentó.
—O usarlo para paralizar —añadió Ren, sin levantar la vista—. Es un arma también.
—Solo si lo enfocas así —intervino Shizune—. El ninjutsu médico tiene principios. Y ética.
—Y aún así es peligroso —dijo Mikoto—. Me parece interesante. No útil para mí, pero... interesante.
Kaoru volvió a guardar el libro sin decir más.
---
El ejercicio se desarrolló mejor de lo esperado. Minato atravesó la primera parte con soltura, marcando el ritmo. Mikoto fue precisa, casi sin errores. Shizune detectó un punto falso en la cuerda central que habría hecho caer a cualquiera. Ren, aunque lento, pasó con un equilibrio extraño pero efectivo.
Kaoru respondió todas las preguntas de la zona médica correctamente. No porque las supiera todas, sino porque las había leído dos veces la noche anterior, subrayando lo que Sayuri había dicho que era fundamental.
Al terminar, Tadaka Sarutobi los observó sin expresión.
—Suficiente para hoy. Pasaron.
No hubo aplausos ni palabras de ánimo. Pero tampoco reprimendas. Y eso, viniendo de Tadaka, era equivalente a un elogio.
---
Ya de regreso, el grupo se dispersó en direcciones distintas. Solo Minato y Kaoru caminaron un tramo juntos, en silencio. Cuando llegaron a una bifurcación de calle, el rubio se detuvo.
—Gracias por no decir que no —le dijo, sin mirarlo directamente.
—¿A qué?
—A formar equipo.
Kaoru lo observó un instante.
—No tenía razones para negarme.
Minato sonrió.
—Entonces espero que tampoco tengas razones para irte.
Se despidió con un gesto despreocupado y se alejó entre la gente.