Si no me acuerdo mal, debería ser por aquí —dije mientras trataba de recordar el camino hacia el gremio.
—Ah, era por allí —murmuré al ver una calle muy transitada por personas.
Pero antes de seguir mi camino, noté gracias a mis sentidos una mirada penetrante. Era como si esa presencia intentara ver más dentro de mí de lo que me gustaría.
Giré de inmediato hacia la fuente de la mirada: provenía desde lo alto de la Torre de Babel.
—Cuidado con lo que miras, Freya… o podría cazarte —dije en voz baja, dejando que mis ojos cambiaran a los de mi forma monstruo. Tan rápido como llegó, la sensación de ser observado se desvaneció.
"Mejor", pensé con una pequeña sonrisa mientras continuaba mi trayecto hacia el gremio.
En una habitación oscura, una mujer de belleza divina sostenía una copa de vino mientras observaba a los aventureros de Orario desde la torre.
—Oh, ese brillo tan blanco… cada vez me hace desearte más —dijo Freya con voz cargada de deseo.
Sin embargo, ese brillo desapareció cuando el joven entró en una iglesia en ruinas.
—Tch… —chasqueó la lengua con molestia, aunque volvió a recorrer Orario con la mirada. Fue entonces cuando reparó en un alma diferente: un fulgor púrpura, con destellos que recordaban a la misma noche.
—Qué alma tan interesante… No he visto nada igual en todos mis años aquí —susurró con un interés más marcado de lo normal.
En ese momento, el chico giró la cabeza con una sonrisa macabra. Sus ojos eran negros con pupilas rojo sangre.
Freya dio un salto de sobresalto, algo que rara vez le ocurría. Su acompañante se acercó de inmediato.
—¿Freya-sama? ¿Pasa algo? —preguntó Ottar, preocupado.
—No pasa nada… Solo que he encontrado algo muy, muy interesante —respondió Freya con una expresión enigmática.
Mientras tanto, en otro lugar, Bell se encontraba en el sótano de la iglesia destartalada a la que había entrado. Frente a ella estaba una pequeña diosa de dos coletas, con un cuerpo voluptuoso y un vestido que dejaba poco a la imaginación: Hestia.
—Espera, a ver si lo entiendo bien… —dijo Hestia, mirando a Bell con seriedad.
—Primero llegaste al piso 5 y casi mueres luchando contra el mini-jefe, ¿así lo llamas, no? —preguntó. Bell asintió.
—Cuando estabas a punto de morir, apareció un chico un poco mayor que tú y te salvó derrotando al monstruo. Luego lo acompañaste hasta la superficie mientras hablaban de ustedes mismos y, según me dices, lo invitaste a unirse a nuestra familia… —continuó Hestia. Bell volvió a asentir.
—Entonces, diosa, ¿te parece bien que se una a la familia si acepta? Yo no tendría ningún problema… Según lo que me contaste parece un gran chico —dijo Hestia con una sonrisa.
—Y en cuanto a lo de devorar monstruos… —preguntó Bell, un poco preocupado.
—Bueno, aunque no sea algo común, lo hizo para sobrevivir. Además, según como me lo explicaste, no parece haber sufrido daños secundarios. Al contrario, solo lo ha hecho más fuerte —respondió Hestia con naturalidad.
—Por cierto, ¿cuándo te dirá su respuesta? —preguntó ella.
—Según dijo, esta noche… cuando vayamos a cenar al local donde me invitaron.
—Perfecto. Ahora acuéstate, Bell, voy a actualizar tu estado.
—Por fin… lo que ha costado —dije mientras observaba la gran estructura frente a mí.
—Bueno, entremos a ver a Eina —pensé mientras atravesaba las puertas del gremio.
Dentro, me encontré con un espacio amplio. A la izquierda, un enorme tablón de misiones. A la derecha, grupos de aventureros charlaban animadamente. Y en el centro, los funcionarios del gremio.
Allí estaba ella: una semielfa de cabello castaño oscuro y gafas, cuya belleza destacaba incluso entre la multitud.
Me acerqué, y ella me recibió con una sonrisa amable.
—Buenos días. ¿Podría saber quién eres y qué necesitas? —preguntó.
—¿Podríamos hablar en privado? Es algo importante —le respondí con seriedad.
—Claro, espera en aquella habitación. Pronto estaré contigo.
—Gracias —le sonreí antes de dirigirme hacia la sala.
Un rato después, Eina entró con una carpeta llena de documentos y una pluma.
—Bueno, ¿qué es tan importante? —preguntó con tono serio.
—Puede que sea repentino, pero… soy Carst, y sigo vivo —dije, con mirada firme.
—Eso es imposible… —respondió sorprendida—. Ha pasado un mes desde que quedaste atrapado en la mazmorra y tu familia te dio por muerto. Si quieres que te crea, dime algo que solo Carst y yo sepamos.
—Después de mis primeras expediciones casi muero contra una hormiga asesina en el piso 6. Volví lleno de heridas, y estabas tan preocupada que dos días después me llevaste a la Torre de Babel a comprar equipo. Yo elegí una espada corta y armadura ligera, y al salir me regalaste una daga dorada con inscripciones rúnicas en el filo. El mango era de madera decorada con runas y el pomo, un colmillo de Kobolt.
Eina se quedó en shock. Lágrimas corrieron por sus mejillas antes de lanzarse a abrazarme con fuerza.
—¡Idiota! —me recriminó—. Me preocupaste tanto…
Yo solo la consolé hasta que se calmó. Cuando se dio cuenta de lo que hacía, se apartó con un sonrojo intenso.
—Bueno… ¿podrías explicarme por qué tardaste tanto en volver a la superficie? —preguntó, ahora con un aura oscura.
—Bueno… —le conté todo: la traición de la familia Apolo, cómo tuve que devorar monstruos para sobrevivir, mis viajes por los pisos de la nueva mazmorra y cómo salvé a Bell en el piso 5.
Durante la explicación, la pluma en sus manos se rompió de la rabia. Cuando mencioné lo de devorar monstruos, se preocupó mucho; pero al aclarar que no sufrí efectos negativos, se tranquilizó. Y al hablar de Bell, se sintió aliviada de que la chica estuviera bien.
—¿Qué harás con la familia Apolo? —preguntó finalmente.
—Por ahora, nada. Pero dentro de un tiempo… puede que les dé una lección —respondí con una sonrisa maliciosa—. Ah, y ahora llámame Karl Reus. Ese será mi nuevo nombre, para que no me reconozcan.
Eina asintió.
—Entonces, Karl, ¿eso es todo?
—No, también quiero vender una gran cantidad de piedras mágicas. ¿Podrías hacerlo por mí? Son muchas.
—Claro, solo ve al mostrador de ventas, deposítalas en el cubo y el contador calculará todo.
—Gracias, Eina. Fue un gusto verte. Espero que sigas siendo mi instructora. Además, quisiera compensarte tu preocupación… ¿qué tal si salimos a cenar algún día?
Ella se sonrojó levemente.
—Claro… ¿qué tal el viernes en la Anfitriona de la Fertilidad?
—Perfecto —respondí con una sonrisa.
Unos minutos después, me encontraba frente al mostrador de ventas.
—Solo tienes que poner las piedras en este cubo infinito. Medirá el peso y la densidad mágica, y en esa pantalla aparecerá el beneficio —explicó el empleado.
—Perfecto —dije mientras abría un portal del cual empezaron a caer piedras sin parar.
—Esto irá para largo —le sonreí al hombre con disculpa. Él solo asintió con comprensión.
Time Skip — 3 horas después…
—Bien, conseguí 50,000,000 valis. Las piedras de los jefes valen una fortuna —dije con una gran sonrisa mientras guardaba las monedas en mi espacio dimensional.
—Parece que es hora de ir a cenar con Bell. Será mejor no hacerla esperar…
Continuará…