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Chapter 17 - sinceridad mal llevada

"—Si ese sujeto llega a aparecer por aquí… lo mejor será alejar a Oliver y Gouten del conflicto —opinó Baldur.

—Sinceramente… creo que Oliver y Gouten podrían estar al nivel de ese tipo —respondió Max, sereno—. Pero sí, prefiero que no se involucren. No veo necesario que pasen por eso.

Baldur lo miró con atención, luego sonrió levemente.

—Has cambiado mucho, Max. Y pensar que hace apenas dos días seguías siendo el Max gruñón de siempre…

—No es eso —dijo Max, bajando la mirada hacia su propia mano—. Me he estado sintiendo… pesado últimamente.

—¿Estás durmiendo bien? —preguntó Baldur, con preocupación.

—Por supuesto que sí.

—Entonces algo te está bloqueando… ¿Ya te has disculpado con Oliver?

Max frunció el ceño.

—¿Y eso qué tiene que ver con la pesadez?

—El cuerpo actúa de formas muy extrañas cuando hay emociones reprimidas. Incluso si no eres consciente de ellas.

Max guardó silencio. Cerró y abrió el puño lentamente.

—De hecho… me sentí ligero cuando peleé contra Gorgo. Fue como… un desahogo. Un momento de claridad.

—Tal vez, pero no confundas ese alivio con resolución —advirtió Baldur.

—Sí… sé que debo disculparme. Pero no creo que eso solucione nada. En el fondo, siento que es correcto tratarlo así. Mis instintos me dicen que debo empujarlo al límite emocional.

—Puede que tengas razón —dijo Baldur—. Pero no es el momento ni la forma de hacerlo.

Max bajó la mirada otra vez.

—Está bien…"

Ese recuerdo lo persiguió todo el día… y también la mañana siguiente.

Max estaba sentado en una banca, en medio de la plaza principal de la ciudad. En una de sus manos colgaba una bolsa con las herramientas faltantes.

Tenía la espalda recta, recostada contra el respaldo del banco, y los ojos perdidos en las nubes.

—¿Qué es ser humano? —murmuró en voz baja—. ¿Por qué el señor Baldur es tan emocional y sensible con los chicos?... Ni siquiera comparten lazos de sangre, y aun así… es más padre que yo como hermano...

—Es fuerte… más fuerte que yo… pero se contiene —murmuró Max con los ojos entrecerrados—. No entrena para ser militar… ¿Qué lo llevó a tener ese nivel y ese control?

Bajó la mirada, sintiendo un nudo en el estómago.

—Maldita sea… estoy en un pozo profundo —masculló con rabia—. Esta pesadez me da ganas de dormir...

Hecha un bostezo, se pone de pie, y camina de regreso a casa…

Pasaron dos horas…

Oliver y Gouten estaban viendo la televisión. Hoy no entrenarían: Baldur les había dado el día libre, ya que iría a visitar a Kawaki al hospital.

Tras una breve siesta, Max salió de su casilla y entró en la casa principal, encontrándose con ambos chicos. Ellos lo miraron en silencio; Max frunció el ceño, confundido.

—¿Qué pasa?... ¿Tengo algo en la cara? —preguntó.

—Te pusiste el pantalón al revés… —respondió Gouten, conteniendo la risa.

Max bajó la mirada y notó el error, dejando escapar un bufido de fastidio.

—Maldición… qué fastidio… —masculló mientras se dirigía al baño.

Al salir del baño, Max ya llevaba el pantalón bien colocado.

—Oliver… ¿Tienes un momento? —preguntó, desviando la mirada y rascándose la nuca—. Necesito tu ayuda con algo…

Oliver tragó saliva, incrédulo.

—¿Y por qué no yo? —interrumpió Gouten, con un dejo de molestia.

—Porque no tengo ganas de aguantarte. Si te tomaras las cosas en serio, te llevaría a vos —respondió Max, frunciendo el ceño. Gouten no dijo nada.

—Ya voy… —dijo Oliver en voz baja, poniéndose de pie y caminando detrás de Max mientras salían de la casa.

Justo antes de cruzar la puerta, Max tomó un abrigo y lo dejó caer sobre la cabeza de Oliver.

—abrígate. Todavía estamos en otoño.

No tardó en ponerse el abrigo y caminar tras Max en silencio. Ambos atravesaron el bosque, sus pasos amortiguados por la hojarasca.

Oliver contemplaba la espalda de su hermano: aquella mirada perdida, el cuello inclinado hacia adelante y los hombros caídos... No era la postura habitual de Max. Algo andaba mal.

Llegaron a la orilla de un lago tranquilo. Oliver se detuvo y observó a Max mientras este recogía una piedra del suelo.

—¿Qué debemos hacer aquí? —preguntó Oliver, asomando apenas la cabeza desde el cuello del abrigo.

Max alzó la vista con una leve sonrisa triste.

—¿Qué pasa?... ¿Uno no puede pasar tiempo con su hermano? —dijo, y arrojó la piedra con fuerza. Esta surcó el aire, chocó con la orilla opuesta, atravesó la corteza de un árbol y quedó encajada en el tronco—. Ups… se me fue la mano.

Oliver se quedó quieto, atónito, ante la confesión de Max.

—Ya sé lo que estás pensando… —continuó Max, girándose para mirar a su hermano—. "Esto no es propio de Max" … Y tienes razón. Soy una pésima persona, muy cerrado con ustedes.

Bajó la mirada, las manos en los bolsillos.

—Cuando intento ser diferente, solo logro confundirlos...

—No es eso… solo es raro verte…

—¿Vulnerable?

—Sí… Estamos acostumbrados a verte serio, molesto o enojado… A veces sonríes, pero son muy pocas las ocasiones…

—Ey… qué maduro te escuchaste… ¿En serio tienes seis años? —río Max—. En la ciudad me crucé con chicos de tu edad que solo se comen los mocos o andan en bicicleta…

Oliver se rascó la mejilla al escuchar la comparación; no sabía cómo reaccionar.

—Esto es tan raro… te incomoda, ¿verdad? —preguntó Max mientras lanzaba otra piedra. Esta rebotó en el agua cuatro veces antes de hundirse.

Oliver guardó silencio, con la mirada fija en las ondas que se expandían.

—Diablos… —masculló Max—. Hacer esto en serio es difícil.

—Tranquilo… no tienes que obligarte —respondió Oliver al fin, en voz baja—. Yo también te noto incómodo.

—No… esto es necesario —dijo Max, caminando hacia Oliver y sentándose a su lado.

Oliver, inseguro, lo imitó y se sentó junto a su hermano.

—Lo siento —comenzó Max, con voz suave—. Te dije cosas hirientes, cosas que no correspondían. Se supone que yo soy tu hermano… debo protegerte, no menospreciarte.

—Oh… entiendo —respondió Oliver, soltando una leve sonrisa—. No te preocupes, Max. Sé que no lo dijiste con mala intención…

Oliver sintió un alivio efímero, pero Max alzó una mano, como para detenerlo.

—Te he llamado "debilucho" y me disculpo —continuó—. No hay nada de malo en ser débil. No todos nacemos con las mismas fortalezas; tal vez destaque en cosas diferentes, con facilidades distintas. Solo… no te atormentes por estupideces como esa.

La sonrisa de Oliver se borró. Su mirada se oscureció.

Aunque Max seguía hablando, sus palabras quedaron ahogadas por los pensamientos críticos que bullían en la mente de Oliver.

Max se percató del cambio en el rostro de Oliver, sin comprender qué pasaba.

—Oye… ¿Estás bien? ...

—Sí… solo me dio frío… —mintió Oliver, hundiendo la cabeza en el cuello del abrigo para ocultar su expresión sombría.

—Sí… la verdad es que está refrescando… —dijo Max, mirando el cielo, notando cómo el vapor se escapaba de su aliento—. Volvamos a casa… compré chocolate… tal vez bebamos una taza… si Gouten no se lo tomó antes…

—Sí… —respondió Oliver con un susurro entrecortado. Caminaba al lado de Max, con la vista fija en el suelo, sintiendo el peso de sus propios pensamientos.

"Esta charla me llevó a una conclusión… no he progresado en nada… ni siquiera entrenando con Baldur… sigo siendo débil… débil…", pensaba Oliver, mientras cada paso parecía hundirlo más en su propia tristeza.

 

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