LightReader

Chapter 18 - Relámpagos Negros

—¿En serio crees que este muchacho te servirá en tu plan? —preguntó Do'cientos, con dudas—. Ni siquiera lo hemos contratado y ya lo estás involucrando en algo donde podría morir…― ambos se encontraban caminando a las afueras de una fábrica

—Debemos convencerlo a toda costa —argumentó Gorgo, serio—. Ese mocoso casi me reduce a polvo sin esfuerzo. Y lo peor… creo que se contuvo.

<>

—Me siento mal por mis hombres… los denigré porque pensé que eran unos fracasados. Llegar a mi oficina con la noticia de que "un niño de quince años nos dio una paliza" me parecía una falta de respeto al sencillo trabajo que les encomendé —comentó Do'cientos, sin apartar la vista del teléfono—. Pero ahora que me lo dices, caigo en cuenta de mi ignorancia.

—Un error lo comete cualquiera, ¿no? —respondió Gorgo con calma—. ¿Qué poder tiene ese mocoso? ¿Supervelocidad habías dicho?...

—Hace diecisiete años, un hombre fue encarcelado por manejar proyectos científicos peligrosos en su casa —explicó Do'cientos—. La explosión de uno de esos proyectos lo delató. La explosión alcanzó a su esposa embarazada, quien sobrevivió milagrosamente hasta el parto… pero cuando nació su hijo, el cuerpo de ella generó tanta energía cinética que su corazón se detuvo.

—Qué horrible… —suspiro Gorgo, con un gesto sombrío.

—Mis hombres y yo tenemos una teoría —dijo Do'cientos, aun mirando su teléfono—. El cuerpo de la madre habría desarrollado una mutación genética que generaba energía cinética constante, incluso con la simple circulación de la sangre.

—Pero, de ser así, habría muerto mucho antes, ¿no? —replicó Gorgo.

—Ahí entra el hijo —continuó Do'cientos—. El bebé debió actuar como una especie de regulador… un "control de voltaje" biológico. Absorbía parte de la energía que su madre producía. Cuando nació, la madre ya no pudo soportarlo. Su corazón estalló. El chico… tuvo que adquirir su propia mutación en ese mismo incidente. Una mutación capaz de absorber y canalizar energía cinética desde su gestación.

—Hmpf… —Gorgo resopló, cruzándose de brazos—. Tantas vueltas para decirme que tiene supervelocidad…

—En los últimos días —añadió Do'cientos con calma— se ha avistado una silueta desplazándose a gran velocidad en esta ciudad. Se describe como un cuerpo delgado, casi un relámpago, envuelto en rayos oscuros. Ha estado robando cosas menores. Lo más grave que tomó fueron unos cuantos fajos de billetes de las cajas de las tiendas.

—Un niño relámpago… suena como un problema con patas —dijo Gorgo, esbozando una sonrisa torcida—. Perfecto para mis planes.

—¿Y qué es lo que quieres exactamente? —preguntó Do'cientos, frunciendo el ceño—. Pediste una docena de hombres armados para ese día que definiste, y ahora quieres meter a un tipo con supervelocidad en la ecuación. ¿Me estás haciendo gastar dinero fuera de presupuesto?

—Discúlpeme, señor, pero esto es imprescindible —respondió Gorgo con tono serio—. Ese mocoso llamado Max es demasiado peligroso para enfrentarlo de frente. No puedo lanzarme a pelear sin un plan; necesito algo que le cause molestia, que me dé la ventaja para golpearlo. Considérelo una inversión a largo plazo.

—Escucharte hablar así me hace abrir los ojos —dijo Do'cientos, arqueando una ceja—. No eres un simple idiota, después de todo… eres un idiota más complejo.

—No sé si sentirme insultado o halagado —replicó Gorgo, cruzándose de brazos con una sonrisa de fastidio.

De repente, se detuvo en seco al sentir un fuerte zumbido en la nuca. Con la mirada confundida, se frotó la nuca con la mano.

—¿Qué te pasa? —preguntó Do'cientos, al notar su reacción.

—Sentí como si me hubieran dado un golpe en la nuca para matar un mosquito… pero no hay nada —respondió Gorgo, frunciendo el ceño.

Do'cientos levantó la mirada hacia la azotea de la fábrica. Allí estaba un joven con ropas gastadas, la cara cubierta por un cuello de lana que tenía dos agujeros para los ojos, dejando ver solo su cabello blanco, desordenado y mal cuidado.

—Ahí está… —murmuró Gorgo.

—Están… —corrigió Do'cientos, señalando a otro joven que permanecía oculto en la distancia, bajo la sombra.

—¿Un clon de velocidad? ¿Así de rápido se mueve? —preguntó Gorgo, incrédulo.

—No… están vestidos diferente —respondió su jefe—. Quizás es un detalle que pasamos por alto. En las cámaras de seguridad es imposible distinguir detalles tan pequeños, pero debimos imaginar la posibilidad de que el niño que mencionamos tenga un gemelo —terminó Do'cientos, con la mirada fija en ambos jóvenes.

—Pero que tengan un gemelo… nos complica mucho más las cosas a ambos, señor —dijo Gorgo, con cierto fastidio.

—Solo a ti, Gorgo —replicó Do'cientos con una leve sonrisa—. De hecho, que sean gemelos da más sentido a la historia. La madre generaba una enorme cantidad de energía cinética, aproximadamente cincuenta voltios por segundo, y vivió apenas un mes antes del parto. Si el niño que estaba por nacer absorbía toda esa energía, prácticamente estaríamos viendo el nacimiento de un pseudo dios del trueno: 129.600.000 voltios circulando en un solo cuerpo. Sería aterrador.

—Los tienes tan estudiados… que hasta me da miedo escucharte —murmuró Gorgo, medio divertido, medio inquieto.

―son 2…. Por lo que cada uno debería tener una potencia de 64 millones de voltios… pero lucen primerizos… no deben saber usar su poder… aun así no te confíes… ― le menciona el jefe ― de un toque, podrían hacerte carne al asador…

—¿Quién diablos son ustedes? —interrumpió el joven de la azotea, con la mirada clavada en Do'cientos—. Pareces uno de esos idiotas de traje que nos venían espiando…

—¿Y el grandote qué? ¿Tu guardaespaldas? —preguntó el otro joven, tronándose los dedos.

—Tranquilos… venimos a negociar. No es necesario que esto termine en una pelea… —respondió Do'cientos con calma.

—Sí, claro… —murmuró el de la azotea, dándoles la espalda—. Eso habríamos creído… si no hubieras estado vigilándonos. ¿De verdad piensas que no lo notamos? —añadió mientras su cuerpo comenzaba a emitir descargas eléctricas azules y negras.

—¿Cómo sabes que fui yo? Quizá deberías matar primero al grandulón que tengo al lado… —dijo Do'cientos, con frialdad.

—Jefe… no me está gustando cómo se está poniendo esto… —murmuró Gorgo, tensando los hombros.

—Todos tus espías están bien vestidos… —respondió el joven entre las sombras—. Además… eres el único con una corbata verde. Eso debe significar que eres el jefe, ¿no?

—Son muy listos… —sonrió Do'cientos, con un destello orgulloso en los ojos.

De repente, Do'cientos inclinó la cabeza. Gorgo vio cómo una sombra pasó velozmente junto a él. El joven había salido de las sombras e intentó golpear la cara de Do'cientos, pero el movimiento rápido del jefe evitó el impacto.

—¡¿Cómo?! —exclamó el joven, mirando su mano con sorpresa.

—Fue suerte… —respondió Do'cientos con calma. Volteó a ver a Gorgo—. No te quedes ahí parado… ¡Ataca!

Pero antes de que pudiera reaccionar, Gorgo sintió una oleada de impactos recorrer su cuerpo. No había dolor, solo un leve ardor, casi imperceptible, que comenzó a brotar en su interior.

Respiró hondo, tratando de calmar el golpe de pánico: lo habían tocado y no había podido hacer nada… pero seguía vivo. Eso significaba que, al menos por ahora, ser tocado no implicaba recibir toda la potencia eléctrica que su jefe había mencionado.

Al recuperarse, Gorgo esbozó una sonrisa de alivio. Ahora sabía que podía pelear… que existía la posibilidad de derrotar a esos mocosos superveloces.

—El grandote es muy resistente, Noeredor… —le indicó el joven a su hermano.

—Mantén distancia… tú ya sabes cómo pelear… —respondió Noeredor.

En ese instante, ambos comenzaron a correr en círculos alrededor de Gorgo y Do'cientos.

Do'cientos puso su mano en la espalda de Gorgo, mientras vigilaba el trayecto de los velocistas.

—¿Qué haces? —preguntó el grandulón, intentando adivinar su trayectoria.

—Se ve que tengo mucha suerte… te estoy compartiendo solo un poco… —respondió Do'cientos, con calma.

—¿Eh?… —suspiró Gorgo, confundido.

Estelas de velocidad vigilaban a ambos mientras giraban a su alrededor.

—Gorgo… arranca el suelo… —ordenó Do'cientos.

—¿Eh?

—¡Alza, ya!

Gorgo clavó sus dedos en el asfalto y tiró con fuerza, arrancando aproximadamente siete metros de suelo en línea recta. En ese momento, tanto Gorgo como Do'cientos vieron cómo Noeredor quedó suspendido en el aire, completamente sorprendido.

Do'cientos chasqueo los dedos, al mismo tiempo que sacaba su arma y disparo al joven en el aire antes de que caiga al suelo. La bala rozó la pierna, sin dejarle una herida grave, pero para que si caiga al suelo, quejándose del dolor y no corra.

Instintivamente, Do'cientos hizo maniobras al azar, logrando evadir golpes consecutivos a gran velocidad, por parte del gemelo de Noeredor.

―imposible… ― murmuro el joven solo para desprender una carga electriza en zona, alcanzando a ambos, empujándolos hacia atrás. ―Noere ¿estás bien?...

―ahora tengo una anécdota de como me dispararon en la pierna… ― le responde su hermano.

Gorgo chocó con el tejido de alambre de la fábrica, rápidamente se revisó todo el cuerpo

― ¡estoy vivo! ― celebra aliviado.

―mi coartada parece ser correcta… no controlan sus poderes a la perfección…― comenta Do'cientos, despegando su espalda de una pared. Dejando caer gotas de sangre por su frente.

—jefe… —murmuró, preocupado.

De pronto, fue golpeado con la velocidad de un relámpago. El chico comenzó a lanzar una lluvia de puñetazos sobre Gorgo, desatando una furia descontrolada en el rostro del grandote.

Pero cuando la pupila de Gorgo se centró en él, el joven se quedó paralizado de asombro. Sus golpes no le hacían nada. Al mirar sus manos, notó que sus puños estaban entumecidos.

—¿Podemos detener esta idiotez? —preguntó la voz de Do'cientos. En ese instante, Noeredor sintió el frío cañón de la pistola en su nuca.

En un movimiento defensivo, cargó su puño de electricidad y apuntó a Gorgo.

—¡Atrévete! Y le daré a tu compañero una descarga tan poderosa que detendré su corazón…

—¿Por qué no lo hiciste antes? —preguntó Do'cientos, con un tono calmado, mientras limpiaba la sangre de su frente con un pañuelo—. Nunca has matado a alguien, ¿verdad?

—Qué bondadoso… —añadió, con frialdad—. Matar fue lo último que se te pasó por la cabeza cuando te enfrentaste a alguien, ¿no es así?

—jefe… ¿por qué echar más leña al fuego? —preguntó Gorgo, paralizado al ver cómo el chico le apuntaba con su poder eléctrico.

—Escúchame, muchacho… —le ordenó—. Ese grandulón arrancó siete metros de suelo de un solo tirón. ¿No escuchaste las noticias de Kioto?... ese idiota mató a varias personas de un solo golpe.

—Pregúntate… "¿por qué no me mató mientras lo golpeabas?" Respuesta: no se lo ordené…

Gorgo notó que las pupilas del joven temblaban. La indecisión lo estaba consumiendo…

—Noeredor… baja la mano. Escuchemos lo que estos imbéciles quieren… —le pidió su hermano, conservando la calma.

—Me gustan esas palabras… —comentó Do'cientos, bajando el arma con serenidad.

Noeredor giró la mirada, contemplando a Do'cientos por encima del hombro, y sintió cómo un aura densa, perturbadora y extremadamente siniestra emanaba del hombre de traje.

—Es… hermosa… —comentó, como perdido, mirando a la nada.

Gorgo se puso de pie y acarició la cabeza de Nordor con tranquilidad, indicándole que no había rencores.

—Ambos sujetos son perturbadores… pero mientras uno sabe esconderse, el otro ni se molesta en hacerlo —pensó Noeredor, observando el aura de ambos—. Pero noto que el aura siniestra de Gorgo se disipa lentamente. ¿Qué pasó? Nah, ni me importa…

—¿Se llaman Noeredor y Nordor? ¿No había nombres más originales para ustedes? —se burló Gorgo.

—Tú cállate… te llamas "Gran Gorgo" —le indicó Do'cientos, provocando que ambos hermanos se partieran de la risa y se burlaran de Gorgo.

—Vayamos al grano… —declaró Do'cientos, poniendo fin a las burlas contra Gorgo.

La interrupción dio paso a la jugosa propuesta de Do'cientos: trabajar para la Corporación Dinero a cambio de grandes sumas de dinero.

A pesar de sus dudas, la oferta de dinero y gloria fue demasiado tentadora para ambos muchachos, quienes finalmente aceptaron.

Gorgo, al ver que, a pesar de las inquietudes, habían aceptado, sintió que era un golpe de suerte para Do'cientos y para sus propios planes. Todo marchaba a la perfección.

More Chapters