---
Estábamos en un punto muerto.
Durante unos segundos inquietantes, nadie se movió. Nadie respiraba. El mundo parecía en pausa… (Exepto por el ciego que sigue revolcándose en el piso XD)
Pero entonces, la tensión en el aire fue cortada como mantequilla por el chirrido de la puerta.
Todas las miradas se dirigieron hacia la única persona lo suficientemente atrevida como para entrar, a pesar de la escena teñida de sangre, cristales rotos y violencia latente.
Al cruzar el umbral, el recién llegado petrificó a todos con su presencia.
Era un hombre alto, de hombros anchos. Su cabello rubio, peinado hacia atrás, enmarcaba una mandíbula angulosa que le daba un aire regio e imponente. Vestía ropas nobles blancas como marfil, limpias, intactas, como si la suciedad del mundo no pudiera tocarlo. En su espalda descansaba una lanza amplia, larga, de filo aún oculto. Y con su sola presencia, parecía que la gravedad misma se curvaba a su voluntad.
Nozomi lo reconoció al instante.
Era Kalen.
Su hermano mayor.
El futuro duque.
El mismo al que Selaris destrozaría en el futuro que aún no llegaba.
<<¿Qué diablos hace aquí?>>
Se apretó la capucha con más fuerza en el rostro. No podía dejar que lo reconociera. Mucho menos que viera el rastro de energía demoniaca o el aura naranja del sello vibrando en su nuca. No podía dejar que descubriera que un portador del sello de la cobardia estuvo aquí, después de todo en esta ciudad Nozomi era el único que tenía el sello de la corbadia y era obvio por las fluctuaciones que estaba usando energía demoníaca.
Y si su hermano lo llegará a reconocer no sabría que podría ser de el en el futuro, después de todo los portadores del sello si se mantienen el suficiente tiempo cerca pueden reconocer que sello tiene el otro.
Sabía que tenía que salir de allí ya. Pero mientras el sudor frío le bajaba por la columna, Kalen recorría la escena con la mirada, impasible, como quien busca algo específico.
Y entonces la vio.
La misma muchacha por la que Nozomi se había lanzado al combate. La misma que lo miró pidiendo ayuda sin decir una palabra.
Ahora estaba manchada.
No de barro.
Ni de vino.
Sino de la sangre y el caos que Nozomi acababa de desatar.
La intención asesina de Kalen estalló en el aire como una bomba invisible. Fue tan brutal que paralizó a todos. Y sin mediar palabra, se lanzó directamente hacia el más corpulento: el del rostro cruzado por una cicatriz de cachete a cachete.
Antes de que pudiera reaccionar, Kalen lo atravesó con un solo movimiento, su lanza silbando hasta hundirse en su tráquea.
El sin bolas murió sin entender qué demonios pasó.
Entonces Kalen giró hacia Nozomi, con la misma mirada con la que uno observa una alimaña arrastrándose por la cocina.
—Rata inmunda —murmuró. Y lanzó una patada, rápida como un latigazo, con clara intención de romperle el cuello.
Pero Nozomi ya estaba preparado. Su sello zumba en su nuca como una alarma.
Saltó. Agarró la pierna con ambas manos, frenando parte del impacto.
—¡Ahora, cabeza rapada, lo tengo! —gritó con desesperación.
El mercenario, curtido por años de combate, no desaprovechó la oportunidad. Estaba guardando su última carga pero sabía que no podía seguir guardandola y al instante activó su guantelete, el núcleo chispeando con un azul pálido. Iba a volarle la cabeza al aristócrata rubio.
Pero Kalen apenas alzó una ceja.
Sacó una cuenca metálica del bolsillo, la apretó, y esta emitió un pulso. El núcleo del traje de combate murió con un chasquido agónico. El golpe del mercenario quedó sin fuerza.
Kalen ni siquiera se movió, lo recibió como quien detiene una rama seca, y con el mismo movimiento sacó la lanza del cadáver anterior y la hundió en el corazón del cabeza rapada.
Ya no había misericordia en sus ojos. Solo desprecio.
Nozomi, que aún agarraba la pierna de su hermano, sintió el escalofrío.
Soltó. Y corrió.
Corrió con todo lo que tenía hacia la salida.
Pero no llegó muy lejos.
Un sonido seco, penetrante, visceral, le dijo que la lanza de Kalen ya había encontrado otro cuerpo. Lo más seguro el del ciego.
Y ahora su cuerpo sería el próximo si no pensaba algo ya.
Su sello zumbaba desesperado.
Y entonces lo vio.
El viejo.
Tirado justo donde lo había dejado.
Concentró la energía demoníaca en sus piernas, dio un salto en tirabuzón y rodó por la espalda del viejo. Lo agarró de los harapos y lo usó como escudo humano.
Justo a tiempo.
La lanza de Kalen se hundió sin piedad en el cadáver, deteniéndose a centímetros del rostro de Nozomi.
—Maldita rata. Vas a pagar. Deja de escabullirte —escupió Kalen, el desprecio goteando de cada sílaba.
Volvió a empuñar su lanza, esta vez envolviéndola en su aura. No lo hacía por Nozomi. Lo hacía porque ella los estaba viendo.
La muchacha.
La que ya consideraba suya.
Pero entonces, su compostura perfecta se rompió.
—¡Para! ¡Él… él fue quien me rescató! —gritó ella. Su voz se quebró. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Kalen se detuvo. Se giró.
Y la vio.
La rabia se le congeló en los huesos.
Fue un golpe crítico.
Nozomi no desaprovechó el instante.
Corrió.
Huyó con la cola entre las piernas.
Sí. Como la rata que Kalen dijo que era.
Había fracasado.
Pero, mínimo… seguía con vida.
Pero unos pares de ojos nunca le perdieron la pista, no podían después de todo lo que habían hecho por ella...
------
Bueno chicos, ya casi llegamos al fin de este mini arco, ya casi... Tengan paciencia, todo es necesario.
Aparte no puede ser tan aburrido, no después de que metí esa secuencia de acción pura, prácticamente me revuelvo los sesos para desarrollar escenas de batalla, yo antes pensaba que estás mierdas eran más fáciles, pero tienes que prácticamente plantear todo el escenario y la ubicación espacial de los atacantes para que tenga un mínimo sentido. Por ello ya comenten en mi libro, quiero saber sus opiniones.
