Capitulo 1 Actualizado 1
Bit. Bit. Bit…
En una habitación oscura, el sonido mecánico de los teclados llenaba el aire.
Varias figuras encapuchadas, envueltas en batas rojas, se desplazaban entre terminales, tubos de cultivo y conductos llenos de fluidos oscuros. Sus rostros, iluminados por los parpadeos azulados de los monitores, eran máscaras vacías.
No pensaban. Calculaban.
En las pantallas danzaban fórmulas vivas, lecturas biománticas y líneas de código ininteligibles para cualquier mente no moldeada por la transmutación cognitiva.
Eran Clavos Rojos: la rama de experimentación de la Orden del hierro. Alquimistas de la carne, profanadores del alma, reescritores del límite entre vida y abominación.
No combatían con lanzas ni llamas. Combatían con ideas imposibles.
Por encima de todo el caos, en una sala de observación elevada tras un cristal reforzado, se erguía la figura del Alto Clavo Rojo.
El rostro permanecía en sombras, pero su sola presencia imponía una autoridad absoluta.
—¡Prueba número 534! ¡Proceso experimental del sujeto E-34! ¡Rápido, sector Q, inicien la inyección del inhibidor PRAN-7!
La orden descendió como una sentencia.
Mientras resonaba en la sala, toda la atención giró hacia la cápsula central: una estructura masiva, rodeada de tubos nerviosos, cristales etéreos y anillos de sujeción.
Dentro, sumergido en un fluido amniótico rojizo, flotaba el cuerpo del sujeto experimental.
La orden fue seguida por una ráfaga de actividad aún más frenética.
Luces escarlata se encendieron. Alarmas sutiles parpadearon en los rincones. Una de las pantallas comenzó a vomitar símbolos ilegibles:
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En ese santuario de ciencia prohibida, los Clavos Rojos —fanáticos de la evolución forzada— empujaban los límites de lo humano hacia algo mucho peor.
Después de años de fracasos, de cuerpos quemados desde dentro y cerebros licuados por el conocimiento, una hipótesis había surgido.
Tan audaz como peligrosa: si una mente humana pudiera almacenar suficiente conocimiento sobre el mundo, sería capaz de simular la realidad entera en su interior.
Y, al acelerar dicha simulación, el individuo podría predecir eventos futuros con una precisión estimada de entre el 60 y el 70%.
Pero había un gran problema: no cualquier persona podía soportar tal carga de información.
Para ello se necesitaban sujetos especiales, personas con una afinidad natural con el tiempo y las revelaciones.
En su mayoría, estos perfiles solo se encontraban entre personas con una alta afinidad con el elemento tiempo, por ejemplo los videntes y profetas de las antiguas iglesias, aquellos capaces de percibir lo que la lógica no alcanzaba.
Por ello la rama de los clavos rojos a estado robando archivos sagrados, ha incorsionado en secuestros, infiltraciones todo lo que pudiera acercarlos un paso más cerca... La búsqueda fue larga y brutal. Pero tanta actividad dejó un rastro. Y finalmente, fueron encontrados.
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Mientras los investigadores en la oscuridad trataban desesperadamente de alcanzar su cometido, lejos de allí, en la cima de una montaña azotada por la tormenta, las antiguas iglesias se agrupaban bajo un mismo estandarte.
La nieve caía con furia, golpeando las armaduras y capuchas, pero no detenía el avance de los que venían por justicia —o venganza.
Entre ellos, un hombre con sotana caminaba con paso apresurado, abriéndose camino entre la ventisca. Al llegar a una llanura blanca y silenciosa, se detuvo frente a una figura que sobresalía del paisaje como una sombra entre la escarcha.
La mujer llevaba una armadura oscura que absorbía la luz.
Su cabello Negro como la noche caía como seda helada sobre los hombros y sus ojos, dos abismos azul cielo, capturaron por un momento el alma del sacerdote, dejándolo paralizado por una mezcla de admiración y miedo.
Entonces, su voz, tan melodiosa como el canto de una profecía y tan fría como el viento de la montaña, cortó el aire:
—Sacerdote Miguel, informe la situación.
Sacudiéndose de su trance, el sacerdote respondió con tono urgente:
—Santa Aila, nuestros paladines, diáconos y sacerdotes ya están en posición.
Lo único que nos separa de esos malditos blasfemos son las matrices de encubrimiento que cubren la llanura... pero ya están debilitándose.
Hizo una pausa antes de continuar:
—El Arzobispo Raulio ha confirmado la coperación con la Iglesia del Sol y la del Destino.
Por fin Después de diez años de cuerpos desaparecidos, de plegarias sin respuesta... hoy sabremos si alguno sigue con vida.Por fin podremos rescatar, aunque sea a un sobreviviente.
Y si no... entonces que ardan todos esos hijos de puta de la Orden del Hierro.
Aila asintió, girándose hacia sus tropas y aliados. Alzó su espada carmesí, una hoja viva con pulsaciones de esencia oscura que vibraban en el aire, y gritó:
—¡Inicien el pulso de esencia! ¡Desactiven sus defensas!
Los diáconos se movieron con precisión militar. Desde las retaguardias trajeron artefactos semejantes a balistas, cubiertos con una amalgama de metales mágicos que brillaban con reflejos lunares.
El pulso de esencia no era un ataque convencional. Funcionaba sobre un principio brutal: saturar las estructuras enemigas con una cantidad de esencia alterada tan intensa, que sus núcleos de energía colapsaban. Los circuitos místicos, sobrecargados, se rompían por dentro como venas quemadas. Aquello que daba vida a las defensas, ahora las traicionaba.
Cuando Aila notó que todo estaba listo, habló con serenidad implacable:
—Fuego.
La llanura se iluminó con ráfagas de energía azul pálido. Los proyectiles impactaban con estruendos que deformaban el terreno, terraformando el paisaje mientras los sellos defensivos de la Orden crujían.
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Dentro del laboratorio subterráneo, el investigador de la bata roja temblaba de emoción. Sujetos experimentales fallaban uno tras otro, pero eso ya no le importaba. Solo uno era importante ahora.
E-34.
Su obra maestra.
Con una sonrisa torcida, la figura observaba desde lo alto los cables y cristales que rodeaban la cápsula central. Gritó:
—¡Sector A, inicien la sobreproducción de neuronas! ¡Sector X, inyecten las células GABA! ¡Sector Z informe de la fusión de las almas!
—Parámetros estables —informó una voz robótica desde el Sector Z.
—Inyectando ahora —respondió el técnico del Sector X, con las manos temblorosas sobre la consola.
—La actividad sináptica se dispara —dijo alguien en el Sector A—. ¡Está funcionando!
Y luego, entre dientes, murmuró para sí mismo:
—Ya casi... ya casi, maldita sea... ¡Por fin!
Una risa histérica brotó de su garganta. Pero no duró mucho.
Las luces comenzaron a titilar. Del azul tranquilo pasaron al rojo agresivo. Las alarmas chillaban como animales heridos. Algo iba mal. Algo iba muy mal.
La figura apretó sus manos enguantadas con tal fuerza que el cuero crujió.
—¿¡Qué carajos está pasando!? ¿¡Quién de ustedes jodidos arruinó mi experimento!?
Y entonces, como si el mundo respondiera a su furia, las puertas se abrieron con un golpe metálco.
Un hombre cruzó el umbral.
Vestía una bata azul. Su rostro estaba marcado por la guerra: mandíbula cuadrada, cabello rubio sucio peinado hacia atrás, y una cicatriz grotesca que le cruzaba el cuello de lado a lado.
Sostenía un puro entre los labios. Una vibra letal lo envolvía.
—Zane —dijo, exhalando humo—. El Clavo que Ve...
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No se detuvo mucho en ello y continuó, su tono volviéndose áspero:
—Estamos siendo asediados las antiguas iglesias descubrieron nuestro paradero. Las matrices van a caer en menos de diez minutos.
Zane lo miró incrédulo.
—Belial... El Martillo del Silencio...
¿Qué carajo dices? Estamos en tierra de demonios. ¡Esas plagas no se atreven a venir aquí! ¿Qué pasó con nuestros acuerdos con esos demonios? ¡Les dimos sacrificios para que no siquiera pasen por las fronteras!
Belial soltó otra bocanada de humo, y con un movimiento cansado dejó caer su martillo de guerra dorado sobre su hombro.
—Ese es el problema. Nuestros Speculatores Mentis —los Vigilantes de la Mente— apenas obtuvieron las noticias.
La rama de los Clavos Morados, especialistas en espionaje, infiltración psíquica y manipulación de mentes, era famosa por su eficacia quirúrgica. Si sus ojos no habían visto venir esta redada, entonces algo andaba profundamente mal.
—El Cardenal del Sol fue quien inició la redada—continuó Belial—. Lo cual significa que estamos jodidos. Aunque ni siquiera es un Despierto, su afinidad espacial es el problema. Probablemente abrió un pasaje directo hasta aquí... desde el otro maldito extremo del continente.
Zane tragó saliva. El nombre del Cardenal bastaba para helar el alma de muchos. Pero había algo peor.
—Pero igual eso no tiene sentido —murmuró Belial, y sus ojos brillaron con duda—. Violeta, Dominus Clavus Violacei, Thaumiel, la Voz Interior del Hierro... Ella debió haberse dado cuenta. ¿Cómo pudo escapar algo así de su mirada?
Thaumiel. La líder absoluta de los Clavos Morados. Su capacidad para leer intenciones antes de que fueran pensadas era lo que mantenía a la organización un paso delante de todos.
Belial suspiró con pesadez.
—Sospecho que hay una rata. Yo tampoco creo que nuestra red de inteligencia haya pasado esto por alto tan fácilmente.
El aire se volvió denso. Una sospecha que nadie quería pronunciar comenzaba a filtrarse como veneno en el ambiente.
Zane bajó la mirada, apenas un segundo. Si los Clavos Morados habían sido infiltrados...
—Ya se encargarán de eso los Ferrarii Damnati —gruñó Belial—. Pero ahora tenemos otro problema.
Los Clavos Negros. La rama de purga interna. Si había una traición, esos perros sin alma ya estaban oliéndola. Ellos eran la cuchilla que la organización usaba para arrancar su propia carne antes de que se pudriera.
Y no era asunto de Belial.
Como Alto Clavo Azul, su deber no era purgar, sino aplastar.
Dirigía la fuerza de combate de la Orden, la punta de lanza que arremetía contra enemigos externos, no las ratas que se escondían en sus propios cimientos.
Un estruendo sacudió el complejo. El suelo vibró. El techo gimió con un crujido metálico y una lluvia de polvo cayó sobre ellos.
Las luces parpadearon. Algunas explotaron con chispazos.
Belial alzó el rostro, sin alterar su expresión endurecida por los años.
—Y parece que el problema se está aproximando.
Zane palideció.
—¡No, no, no! ¡Faltan 20 minutos para que E-34 despierte! ¿¡Puedes ganar tiempo!?
Belial negó con la cabeza.
—Las fuerzas traídas por las iglesias son demasiadas, mis Custodes Ferri están al máximo. Y aunque lo odie, no puedo ganar esta vez. El cardenal está con ellos... ya de por si será difícil sacarte de aquí.
Torció el gesto con desprecio.
—Decide, Zane. ¿Nos vamos o te hundes con tu puto juguete?
Zane apretó la mandíbula. Sabía que los otros Clavos despreciaban a su división. Que para ellos, los rojos eran débiles, parásitos del dogma del sacrificio. Pero no moriría aquí. No todavía.
Con resignación, alzó la voz:
—Chronolythi. Inicien el código: El mañana se dobla al saber.
Luego se giró hacia Belial, con una expresión sombría.
—Ya está. Tenemos 19 minutos. Y cuando esto vuele, nadie sabrá qué era real... y qué era futuro...
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hola buenas, vamos a aclarar, estudio medicina así que publicaciones seguidas... difícil.
Después, realmente me gusta leer novelas y esto es lo que me llevó a empezar este viaje de escribir la mía, porque no les ha pasado que se han cuestionado como el autor de cierta novela escribió tal cosa, como está parte sería mejor si, porque no hizo tal, etc etc.
Pues exacto, lo quiero intentar así que tengan paciencia porque realmente este será mi primer intento y agradecería mucho que me dejarán ideas para poder seguir con este proyecto hecho por amor, amor al arte, ya como de hecho no se ni como funciona esta app, creo que estoy haciendo esto sin muchos planes, pero bueno, en la vida hay que arriesgar, deseenme suerte. Posdata: Los nombres de los personajes tienen significados con los que moldee su personalidad, iré dejando que significan cada uno al fin de página gracias
