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Chapter 10 - La sonrisa bajo el hielo...

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El bosque terminó abruptamente. Frente a él, el lago.

Una planicie helada y muerta.

Sin detenerse, E-34 avanzó sobre el hielo resbaladizo. El viento aullaba a su alrededor, levantando la nieve como chispas fantasmales. El babuino por su parte calvo sus garras en el hielo y lo siguió, goteando sangre y baba, con los ojos brillando de un gozo enfermizo.

E-34 sabía que no podía correr más.

Su respiración se cortó.

Y entonces, activó su mente.

Los ojos se le inyectaron de sangre. Sangró por la nariz. Por los oídos. Su procesamiento cerebral, alterado por Zane, trabajó a una velocidad imposible. Las visiones de muerte se alinearon, se volvieron patrones legibles: golpes, trayectorias, ritmos, posiciones.

Un algoritmo de caos.

El babuino lo alcanzó.

Y E-34 no se detuvo.

Se deslizó con precisión para quedar frente a frente con la criatura. Su espalda herida palpitaba, y la barra improvisada temblaba entre sus manos.

—Vamos, bestia… haz lo que sabes hacer.

Le mostró el cuerpo. El torso desnudo. Carne viva. El cebo.

El monstruo rugió.

Y atacó con un golpe desde arriba a abajo.

Tal como había predicho.

E-34 no esquivó. Lo recibió.

Las costillas protestaron con un crujido, pero usó la fuerza del impacto para agacharse y golpear el hielo con su barra.

Crack.

Una grieta fina serpenteó bajo sus pies.

El babuino rió, encantado. Avanzó de nuevo, temblaba de expectativa. Sus fibras se contraían con cada aliento, como si contuviera la necesidad de desgarrar algo.

Babeaba hilos espumosos desde su mandíbula abierta, y sus ojos blancos, vacíos de pupilas, parpadeaban con una malicia enfermiza, casi infantil en su sadismo.

E-34 tensó los músculos.

Y bailó.

Se deslizó con precisión quirúrgica, dibujando un círculo alrededor del monstruo, como una sombra sangrante.

Cada paso era una nota en la partitura de su muerte.

Cada golpe con su jabalina improvisada iba al hielo, no al enemigo. Golpes rítmicos, calculados.

Crack. Crack.

El hielo respondía. Se fisuraba. Vibraba. Se debilitaba.

El monstruo giraba con él, torpe en sus pasos, pero letal en sus intentos.

Cada vez que E-34 se acercaba, una garra como un machete buscaba su carne.

Un tajo en el muslo. Otro en el costado. Cortes de advertencia, como si el enemigo también disfrutara el juego.

Pero E-34 no se detenía.

Bloqueaba los ataques más peligrosos, recibía los demás con cálculo.

Cada vuelta era parte de su estrategia, cada impacto en el hielo reforzaba el anillo de muerte.

Un campo de ejecución, una trampa coreografiada con sangre, resistencia y visión.

Una danza letal.

El hielo se agrietaba bajo ellos como si el propio lago tuviera miedo.

El babuino estaba extasiado.

Pero eso cambió.

E-34 lo notó al instante.

El brillo en los ojos del monstruo cambió.

El juego había terminado.

El instinto asesino se encendió.

El siguiente golpe sería el final.

Y llegó.

E-34 gritó, saltó hacia adelante y descargó todo su peso y rabia contra el centro del lago.

El hielo estalló.

Pero el babuino no cayó. Se aferró al borde con manía.

Pero E-34 no se iba a quedar quieto.

—Muérete de una vez perra. Gritando se lanzo hacia adelante con un golpe de hombro empujo al babuino hacía el abismo negro y helado.

Pero apesar de ser arrojado al centro la sonrisa maniaca del babuino no disminuyo, aumento, se hizo mas... demente, desquiciada, el gozosa en el caos.

Y hundiéndose en el agua, como una venganza final, el aguijón salió disparado, veloz como un rayo.

Se clavó en la pierna de E-34, atravesándola de lado a lado.

El dolor fue inmediato y absoluto.

El mundo se inclinó.

Fue arrastrado con violencia hacia el agujero.

—¡Maldito...! —gruñó, con los dientes apretados.

Clavó la jabalina en el hielo con ambas manos, rechinando, resbalando, forcejeando con el peso de la criatura que aún, desde las profundidades, quería llevárselo.

El metal rechinó. Vibró.

Pero se aferró.

El aguijón desgarró la carne de borde a borde mientras lo jalaban. Un chorro de sangre manchó el hielo como tinta de un ritual antiguo. La herida era grotesca, abierta, viva. Pero E-34 no soltó la jabalina

Los músculos le ardían.

La pierna sangraba sin control.

Y el babuino no dejaba de sonreír bajo el agua.

Pero lentamente… fue hundiéndose más. La tensión cedió. El aguijón se soltó con un último desgarro. La pierna quedó abierta, destrozada. Pero libre.

Y observó cómo la figura del babuino desaparecía, consumida por la negrura líquida.

E-34 vio desaparecer su mirada mientras el agua helada lo tragaba.

Por un instante, solo el viento habló.

E-34 cayó de rodillas, jadeando, con el cuerpo temblando, las piernas fallando, la sangre mezclándose con la escarcha.

La superficie volvió a cerrarse en silencio.

Pero en la memoria de su carne, el monstruo aún sonreía bajo el hielo.

Y él mismo... aún respiraba.

Vivo.

Por ahora.

Ufff este si fue largo y difícil XD

De hecho hice un dibujo del babuino, pero no sé dónde subirlo.

También hoy le dí el link a un amigo para que me diga que tal mi novela, espero no morir de la vergüenza XD

Y ahora no se cómo sobrevivirá E-34 porque según yo los humanos no tenían tanta sangre como la que ya soltó E-34, será por la trama que estoy evitando esto o es porque Zane hizo de las suyas... Descrubelo en el siguiente, besos.

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