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Chapter 15 - Fracasó

Entrada 3 — Día 40

"La Carne no Soporta al Alma"

(Una biblioteca enterrada bajo la mansión. El aire huele a pergamino y cera derretida. Las velas tiemblan. Las sombras también. Mis ojos están resecos. Mis dedos, manchados de tinta seca. Todo lo que me rodea parece viejo... incluso yo.)

—Mierda.

He subestimado la crueldad de este mundo.

Y sobrestimado mi lugar en él.

He leído hasta que las letras sangran.

He entrenado hasta que este cuerpo, este montón de huesos traicionados por su carne, se dobló como un perro golpeado.

Imité las respiraciones sagradas de los clanes nobles para almacenar prana en el centro energético.

Recité hechizos que si no fuera por la novela ya deberían estar dormidos bajo lápidas selladas.

Apreté los dientes.

Fui paciente.

Metódico.

Tenaz.

¿El resultado?

Nada.

Este cuerpo es una ofensa.

Una burla.

Una máquina diseñada para fracasar lentamente.

Cada músculo se resiste.

Cada célula bosteza.

Cada intento de avance se convierte en una danza grotesca contra un muro que no se mueve.

<>

—¿Y qué esperaba?

¿Que la voluntad bastara?

¿Que el hambre tuviera peso?

Mientras otros nacen con fuegos sagrados en sus venas,

yo apenas tengo brasas apagadas… y una manta húmeda encima.

En mi desesperación fui al Patriarca.

Al hombre al el antiguo Nozomi llamaba "padre",

pero que yo no podría llamar ni "a su puerta".

Solo quería una oportunidad. Solo una.

El diario del antiguo Nozomi decía que Nozomi era su orgullo.

Su favorito entre sus hijos.

Una llama brillante en medio del estiércol familiar.

Despertó el aura sin pasar por la Prueba del Arrastre.

Una proeza reservada para dioses menores disfrazados de hombres.

El Patriarca le dio todo porque veía en él lo que jamás fue:

un talento que no se compra.

Un poder que no nace de monedas manchadas.

Pero después de que el antiguo Nozomi, un niño mimado, errara la prueba del arrastre.

Ya no me abrieria la maldita puerta.

Sus guardias me echaron sin siquiera escucharme.

Como se expulsa a un perro flaco de un salón alfombrado.

<>

Y ahí entendí.

El antiguo Nozomi no era amado.

Era útil.

El blanco de expectativas del patriarca.

Que al no cumplirlas... fue desechado.

Ahora, solo me quedan caminos que probablemente me lleven a la muerte.

El primer método: la Respiración del Demonio Celestial.

Una técnica vil. Antinatural.

Convierte la rabia, el resentimiento y el deseo… en un fuego interno que devora desde dentro.

El proceso, en apariencia, es simple: inhalar y exhalar, como en cualquier forma de respiración murin.

Pero hay una diferencia letal.

Se almacena energía demoniaca en vez del ki o eter.

Esto es causado porque al exhalar, no se expulsan las impurezas del alma —los pensamientos oscuros, el odio, el dolor—.

Se retienen.

Se guían deliberadamente hacia la base del cráneo.

Totalmente diferente al supuesto camino ortodoxo en dónde destilaban toda esta energía para que fuera lo mas pura posible.

Y aunque la doctrina del demonio celestial afirmaba que se almacenaban en la glabela, algunas personas en los comentarios de la novela teorizaron que en realidad fluían hacia el lóbulo frontal del cerebro: la región del juicio, la ética, la razón.

Por eso, quienes dominaban esta técnica solían perder la cordura con rapidez.

Ya que no dirigían las impurezas al lugar correcto, aunque clarouede que la comunidad se equivoque pero prefiero arriesgarme a esta hipótesis que seguir el procedimiento estándar, que tenía un porcentaje letal de muertos.

Yo también pienso que la técnica no mataba porque el fuego fuera demasiado, sino porque el filtro que sostenía el yo… era el inadecuado.

Era incenerado primero antes de siquiera poder aprender la técnica.

Me acuerdo que esta respiración fue robada por Selaris tras descuartizar a la joven líder del Culto Celestial en su primera prueba del arrastre en los albores de la obra.

Un momento estelar.

Brutal.

Glorificado por el lector que fui.

Ahora, es solo un eco cruel. Una opción real.

—¿Podre yo soportar el tormento que implica su práctica con este cuerpo podrido?

—¿Y si no sobrevivo?

—¿Y si lo hago?

Selaris lo logró.

Pero ella no es humana.

Ni lo fue nunca.

Yo soy carne de segunda mano con espíritu vencido.

Un intento reciclado de existir.

Suspirando pensé en el segundo método.

Los Órganos de Translimitación.

Implantes prohibidos.

Fragmentos de bestias del Arrastre o razas semi humanas.

Se injertan en el tejido muscular y llegan hasta los huesos.

Conectando a los canales energéticos como parásitos.

Te hacen más fuerte.

Más rápido.

Más letal.

Pero con cada uso… pierdes algo.

Juicio.

Identidad.

Humanidad.

<<¿Quién quiere ser un dios con la mente de un animal rabioso?>>

Y sin embargo…

Estoy pensando en hacerlo.

No por fe.

No por ambición.

Sino porque

no me queda nada.

Quizá, si todo sale mal —y sé que lo hará—

me queda un último recurso.

El Catalizador de Sangre Reversada.

Un artefacto maldito, escrito en la novela como un medio para forzar el Segundo Desgarro, para moldear un nuevo sello a partir de tu contradicción más íntima.

Un camino prohibido para obtener poder absoluto... al precio de destruir tu centro energético.

No es evolución.

Es suicidio selectivo.

Después de todo, cuando pasas la Travesía del Arrastre, no solo despiertas el sistema o accedes al centro energético.

Te conviertes en otra cosa.

El mundo, o lo que sea que hay detrás de su tejido, te arrastra desde tu realidad —sea futurista, mágica, muerta o podrida— y te lanza dentro de un plano sin sentido: un cementerio de mundos, donde los adolescentes de quince años son desollados de toda certeza.

El Arrastre no es una prueba.

Es una fuerza.

No razona.

No elige por mérito.

Solo te toma si estás a medio formar.

Porque esa es su función: crear al guerrero perfecto desde lo incompleto.

Cada generación de arrastrados es un nuevo experimento.

Una nueva camada de cuerpos lanzados contra lo imposible.

Y si sobrevives, el Arrastre te graba con fuego el concepto que más te define.

Te entrega un Sello.

No un poder cualquiera, no.

Un concepto grabado en el alma.

Alegría, Ira, Culpa, Valentía, Miedo, Esperanza…

Un símbolo vivo que se manifiesta en tu cuerpo, tu aura, tu habilidad, tu destino.

El primer sello del antiguo Nozomi —del imbécil que fui— fue la Cobardía.

Este Sello se consigue cuando en la prueba demuestras principalmente cosas como miedo al actuar, evasión, pánico...

Y ahora está en mi nuca, bajando al cuello con grietas finas como ramas secas, que palpitan de color naranja cuando hay peligro.

Fue tan patético que solo pudo dejar su sello en la fase cero, con su habilidad más básica que era la de alerta de peligro.

Regularmente entre más pruebas del arrastre pases más cerca estarás de evolucionar tu sello a la siguiente fase.

Y así murió envenenado. Ni siquiera eso lo supo aprovechar.

Tenía un sello que podría haber servido para esquivar la muerte, para sobrevivir por encima del dolor.

Pero no.

Lo desperdició.

Era cobarde, y por eso el Sello fue perfecto para él.

El Arrastre no se equivoca.

Solo te da lo que mereces.

Y ahí está el problema con el catalizador.

No te da lo que sueñas.

Te da el sello que más te rompería.

No nace de tus esperanzas.

Nace de tus cicatrices mal cerradas.

Yo quiero que ese segundo sello sea Esperanza.

Quiero que el concepto mismo de esperanza —aquí, donde el cielo está muerto y los niños no nacen con futuro—

se vuelva un arma,

una promesa,

una maldición grabada en mi alma.

Quiero poder levantarme.

Quiero que ser más que un sobreviviente.

Pero sobre todo… quiero que duela.

De hecho ahora que recuerdo, por este artefacto Selaris arrasó los pueblos de Alboria y provocó la caída de mis hermanos junto con esta casa noble. Si... Sicópata.

Según la novela está oculto como una baratija en el mausoleo de la familia.

Sellado bajo tierra.

Sin nombre.

Sin forma.

Solo el Patriarca tiene la llave, dificultándome su obtención.

Y él nunca la entregaría a alguien como yo.

No a un fallido.

No a un cobarde renacido con otro rostro.

No al que no cumplió su deber como noble.

Y si no logro obtenerlo…

si tampoco eso responde…

<<¿Qué queda para alguien como yo, más que fingir que aún estoy vivo?>>

--------

E-34 cerró el cuaderno.

Pero las palabras quedaron pegadas a sus costillas como espinas oxidadas.

<

Era una autopsia en cámara lenta.>>

Sintió náuseas.

Miedo.

Y, lo más doloroso de todo… comprensión.

<>

No por el cuerpo roto.

Sino por la forma en que el mundo lo había declarado innecesario desde el primer aliento.

<<¿Un error heredado?>>

<<¿Una copia sin alma?>>

<<¿Un nombre sin eco?>>

La entrada anterior lo había encendido.

Le había hecho creer que aún podía tallar un camino.

Pero esta…

Esta era una lápida escrita en primera persona.

Y lo peor es que sabía —sabía con esa certeza que solo se tiene antes de una tormenta—

que Nozomi no se detuvo ahí.

Que dio un paso más.

Y que no fue hacia la luz.

<<¿Qué haré yo cuando llegue al mismo borde?>>

Sus dedos apretaban el libro.

La tinta en la página siguiente parecía más oscura.

Más viva.

La miró.

Y ella lo miró de vuelta.

Con la promesa de algo que ya no era esperanza.

Sino desesperación con forma de elección.

Bueno, se que se puede hacer pesadito, pero hay que sentar las bases de la historia y narrativa del mundo y para eso está Nozomi, nuestra esperanza para comprender este mundo.

Por ello besos en el siempre sucio.

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