LightReader

Chapter 2 - Capítulo 2: El Vistazo al Desorden

No le di importancia. O, mejor dicho, quise no dársela. Mi cerebro, tan racional como el desorden en mi apartamento, decidió que todo había sido un truco de la luz. 'Estás cansada, Juventina', me dije a mí misma. 'El calor de la tarde, la falta de cafeína...'. A veces, mi propia mente es mi peor enemiga. Y mi peor enemigo siempre tiene la razón.

Salí de la iglesia y busqué un taxi. Mi casa, para mi mala suerte, estaba al otro lado de la ciudad. Y por el costo, parecía que el conductor estaba cobrándome el viaje hasta la luna. La mayoría de los taxistas no quieren llevar a nadie hasta mi colonia, supongo que el aire ahí es más caro, o algo por el estilo.

Me senté en el asiento de atrás y miré por la ventana. Las calles de Jalisco se veían como siempre. La gente caminando, los autos, los autobuses. Todo normal. Pero de repente, mi cerebro se activó, y mi 'antena de televisor defectuosa', como me gusta llamarla, captó algo. Era como una falla en la señal. En una esquina, una mujer con un vestido largo y un sombrero de plumas parecía que estaba esperando el camión. Pero se veía tan... real. Y tan fuera de lugar. La vi por un segundo, y luego se desvaneció, como si nunca hubiera estado ahí. Después, un hombre vestido como si estuviera en los años veinte, con un maletín, se cruzó en la calle y luego desapareció.

Fantasmas', pensé. Pero luego negué con la cabeza. 'No, Juventina. No seas estúpida. Solo son alucinaciones'. El mundo en el que vivimos tiene suficientes problemas como para que yo me invente fantasmas.

De repente, mi teléfono vibró. Una llamada grupal. El nombre de Mateo apareció en la pantalla, y luego el de Sofía. Mis amigos. Mi familia. Mi pequeño grupo de gente 'normal' que me ayudaba a mantener la cordura.

—Juventina, ¿en serio? ¿Otra vez tarde? —La voz de Mateo era una mezcla de regaño y burla. Lo conozco desde la universidad. Es como un hermano mayor muy, muy molesto.

—No fue mi culpa —le respondí, intentando esquivar el tema.

—¿Y de quién fue la culpa? —preguntó Sofía, su voz calma y serena, el contrapunto perfecto al caos de Mateo.

Les hablé un poco de la sesión de fotos, y claro, decidí omitir lo de la mujer en la iglesia y las figuras que vi en la calle. No era algo que se pudiera contar por teléfono. Si no podía explicarlo yo misma, ¿cómo se lo iba a explicar a ellos?

Cuando llegué a casa, le pagué al taxista. Me quejé, claro, de lo que me había cobrado, y él solo me miró, como si me estuviera cobrando por una experiencia, y no por el viaje. Al abrir la puerta de mi apartamento, Capricho, mi cachorro, me recibió como si no me hubiera visto en años. Sus ladridos, su alegría, su cara de enojado, me hicieron sentir en casa. Por un segundo, me olvidé de todo. El conejo de peluche, la mujer, las figuras en la calle. Solo era Juventina, en su casa, con su perro. Y mi única misión en ese momento, mis queridos y pacientes espectadores, era darle de comer a mi pequeño perro antes de que se enojara por la demora."

Le di su comida a Capricho y me preparé para una noche de paz. Pero claro, la paz no existe en mi mundo. Me acosté en mi cama, con Lior abrazado a mi pecho, y la sensación volvió. No era solo un sentimiento de ser observada, era una certeza. Abro los ojos y ahí está. La mujer de la iglesia. Sentada en la esquina de mi habitación, justo donde la luz de la calle no llega. Sigue con el mismo velo, el mismo vestido. Solo que esta vez, me mira directamente.

—Puedes verme, ¿verdad? —su voz es un susurro. Es dulce y aterradora al mismo tiempo. Siento que no viene del exterior, sino de mi cabeza, de mis propios pensamientos.

No puedo responder. Siento una punzada en el estómago. Es como si una parte de mí se separara. Un dolor sordo, profundo, como si algo estuviera atascado dentro de mi espíritu, tratando de salir. La mujer, al ver mi reacción, se inclina un poco hacia adelante.

—Si puedes, entonces tú eres un...

No logra terminar la frase. En ese preciso momento, el conejo de peluche, Lior, comienza a brillar. Una luz amarilla, suave pero intensa, se irradia de él, llenando la habitación. La figura de la mujer se desvanece, como si fuera humo. Me quedo sin aliento, con el corazón latiendo a mil por hora. Capricho, que estaba durmiendo a los pies de la cama, levanta una oreja, pero no parece asustado. En cambio, me mira, como si supiera que algo importante acaba de suceder."

More Chapters