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Código Cero: El Justiciero de Tokio

DaniJCP_134
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Synopsis
Tokio se hunde en la corrupción, y entre sus sombras despierta un nuevo monstruo. Kenji, el estudiante modelo que todos admiran, esconde una vida nocturna guiada por un misterioso “Sistema” que le otorga poder… a cambio de su humanidad. Cada misión lo arrastra más al abismo, mientras su madre —una detective determinada— se acerca peligrosamente a descubrir su doble vida. En un mundo donde la línea entre justicia y locura se desvanece, Kenji deberá decidir qué vale más: su poder o lo que queda de sí mismo. “El precio del poder no es la muerte... es perder quién eres.”
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Chapter 1 - Capítulo 1: Gafas de Vidrio y Balas de Plata

El sonido de la tiza golpeando la pizarra tiene un ritmo particular, casi hipnótico. *Toc, toc, arrastre. Toc.* Para el resto de la clase 2-B, es el sonido del aburrimiento, la banda sonora de una tarde de martes en Tokio, año 2025. Para mí, Kenji Sato, suena sospechosamente similar al percutor de una pistola semiautomática fallando en la recámara. Defectuosa. Como la mayoría de las personas en esta habitación.

Ajusto mis gafas con el dedo índice. Es un tic calculado. Mis ojos funcionan perfectamente; tengo una visión 20/20 que envidiaría cualquier francotirador. Sin embargo, estas gafas de montura negra y cristales sin graduación son mi mejor camuflaje. Reducen la intensidad de mi mirada, esa que mi madre dice que es *demasiado intensa*, y me dan un aire de intelectual inofensivo. Si supieran que detrás de estos cristales hay un hombre español de treinta años atrapado en el cuerpo de un adolescente japonés de catorce, probablemente llamarían a un exorcista. O a la policía.

—Sato-kun —la voz del profesor Tanaka rompe mi línea de pensamiento. Siento treinta pares de ojos clavándose en mi nuca. La presión social japonesa es una fuerza física, pesada y pegajosa.

—Sí, sensei —respondo, poniéndome de pie con la postura encorvada que he perfeccionado. La de un chico delgado y estudioso que no quiere problemas.

—¿Podrías resolver la ecuación en la pizarra?

Camino hacia el frente. Mientras mis compañeros ven números, yo veo trayectorias. La parábola en la pizarra no es muy diferente al arco que describe una granada de fragmentación de 40mm lanzada con un ángulo de cuarenta y cinco grados. Tomo la tiza. Resuelvo el problema en tres segundos, fingiendo dudar en el último paso para parecer humano. Para parecer falible.

—Correcto, como siempre. Puedes sentarte —dice Tanaka, satisfecho con su alumno modelo.

Vuelvo a mi asiento junto a la ventana. El reflejo en el vidrio me devuelve la imagen de un extraño. Pelo negro, piel pálida. Debajo de la camisa blanca del uniforme, justo sobre mi esternón, hay un pequeño tatuaje: un código de barras con la fecha de mi muerte en mi vida anterior. *12-05-2015*. Me lo hice yo mismo con aguja y tinta hace un mes. Un recordatorio. Duele cuando me muevo bruscamente, un dolor sordo y agradable que me recuerda que estoy vivo, aunque mi empatía se haya quedado en mi cadáver anterior en Madrid.

*Ding.*

No es un sonido físico. Nadie más lo oye. Resuena directamente en mi corteza cerebral, dulce y metálico. Delante de mis ojos, flotando sobre la cabeza de Takeshi, el chico que se sienta delante de mí, aparece una ventana azul translúcida. Es el *Sistema*.

[Misión Diaria Disponible: Limpieza de Escoria]

[Objetivo: Interrumpir la transacción de los 'Dragones de Neón' en el almacén del distrito 4.]

[Recompensa: 500 Puntos de Mérito / Desbloqueo: Silenciador Táctico Mk-II]

[Fracaso: Penalización de Estadísticas]

Sonrío. Es una sonrisa pequeña, tímida, la que ensayo frente al espejo cada mañana. Takeshi se gira, pensando que le sonrío a él.

—Oye, Kenji —susurra Takeshi, con esa energía nerviosa que me resulta tan irritante como útil—. ¿Has oído los rumores? Dicen que anoche encontraron a tres tipos colgados de un poste en Shinjuku. La policía no sabe qué pasó.

—Qué miedo, ¿no? —respondo, inyectando un temblor falso en mi voz—. Espero que no vengan por aquí.

Takeshi asiente frenéticamente. —Mi papá dice que es un ajuste de cuentas yakuza. Pero en los foros dicen que es un fantasma.

No es un fantasma, Takeshi. Soy yo. Y anoche solo estaba calibrando la mira de un rifle de caza que compré con los puntos de la semana pasada. Japón es un país seguro, dicen las estadísticas. Eso es porque la basura se esconde bien bajo las alfombras de neón. Mi trabajo, gracias a este maldito Sistema que me resucitó, es sacar la basura.

La campana final suena. El ruido de sillas arrastrándose llena el aula. El instinto depredador se despierta en mi estómago, más fuerte que el hambre. Mientras mis compañeros planean ir al karaoke o a estudiar a la biblioteca, yo calculo la ruta más rápida al distrito 4. Tengo que pasar por casa, saludar a mi madre —la ironía de que sea detective no se me escapa—, hacer los deberes para mantener la fachada y luego... luego empieza mi verdadera vida.

Me ajusto la mochila al hombro. Siento el peso de los libros, pero mi mente ya está sopesando el peso de una Glock 19. El Sistema parpadea en mi visión periférica, una cuenta atrás en rojo brillante.

—¿Vienes al arcade, Kenji? —pregunta Takeshi.

—No puedo, mi madre quiere que estudie —miento con la fluidez de un político—. Ya sabes cómo es.

—¡Ánimo! —me dice, dándome una palmada en la espalda.

Salgo de la escuela. El aire de Tokio huele a lluvia y asfalto. Tienes que entender algo: no soy un héroe. Los héroes salvan gente. Yo castigo a los culpables. Soy un error del universo, un sociópata con un arsenal ilimitado y una segunda oportunidad. Y esta noche, la clase de matemáticas se va a poner mucho más interesante.