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Chapter 2 - Misión asignada

Al ver a Tara, los tres muchachos supieron que algo muy serio estaba pasando. Tara era la Estrella de la Tierra, una mujer rusa de 75 años que sostenía un bastón y mantenía sus ojos firmemente cerrados. La mayoría de los miembros de la orden, incluyendo a los muchachos, sabían perfectamente la razón: Tara Suko es ciega. Sin embargo, su fuerza no podía subestimarse; después de todo, era la mejor usuaria del elemento tierra que tenía la orden:

—Llegaron tarde, muchachos. —dijo Tara al escucharlos entrar.

—Sí, bueno, resulta que Amelia duerme hasta tarde y se toma su tiempo para vestirse, parece una princesa. —Maxwell recibió un fuerte pisotón en el pie de parte de Amelia.

—No importa. —Tara le restó importancia a la pelea de los chicos. —Vengan conmigo.

Comenzó a adentrarse en el templo, tanteando el camino con su bastón. Los muchachos la seguían con una expresión extrañada. Normalmente, ninguna de las Estrellas los recibía en persona cuando ellos visitaban el templo, pero esta vez parecía ser diferente. "Algo está pasando", pensaba Amelia.

Luego de diez minutos de caminata, llegaron a una habitación enorme, con cinco asientos en el centro. Cada uno con su propio estilo y personalidad, excepto por uno. En cada asiento había cinco ancianos diferentes. El primero, desde luego, era el líder, la Estrella del Rayo, Ras. Un hombre ya entrado en los 80 años, pero se mantenía en forma. Su rostro estaba lleno de arrugas y viejas cicatrices de batalla que lo atravesaban. Sin embargo, su mirada era seria e imperturbable. El segundo era la mano derecha de Ras, Bruno Rogers, la Estrella del Fuego. Su mirada y rostro parecían ser muy serios, pero en realidad era un anciano amable y bonachón. ¿Cómo lo sabían? Porque lo habían visto convivir con su nieta, Eve. Sí, Eve no solo era la hija del jefe de seguridad, lo cual ya era impresionante, también era la nieta de la Estrella del Fuego. Lo cual podría explicar su talento nato para controlar las llamas; probablemente lo llevaba en la sangre.

Luego de Bruno, estaba un hombre que daba escalofríos con solo mirarlo, Iván. El hombre ocupaba el puesto de la Estrella del Aire, pero no era muy querido por sus compañeros. Iván se caracterizaba por ser frío y despiadado en su manejo de recursos; no dudaba en matar a alguien si lo consideraba necesario, lo que hacía que confiar en él fuera muy difícil. En contraste con la frialdad de Iván estaba la calidez de Marcee, la Estrella del Agua. La mejor usuaria del elemento agua y una mujer de carácter alegre y amable, pero, cuando se enojaba, podía llegar a inundar toda una ciudad. Finalmente, estaba Tara Suko, la Estrella de la Tierra que recibió a los muchachos en la entrada. Los cinco juntos dejaban una impresión en cualquiera que los viera; era como ver a un grupo de reyes o titanes juntos, eso era suficiente para intimidar a cualquiera.

Al ver a los jóvenes entrar, Ras levantó la vista, entornando los ojos en su dirección. Esperó a que Tara tomase asiento antes de aclararse la garganta y hablar:

—Bienvenidos, jóvenes —saludó Ras, su tono firme y autoritario.

—¿Qué pasa, viejos? —Maxwell recibió un codazo de Amelia. Se pudieron escuchar las risas de Bruno y Marcee de fondo.

—Está bien, Amelia —le dijo Marcee mientras dejaba de reír.

—¿Abuelo? —Eve miró a su abuelo Bruno—. ¿Para qué nos llamaron?

—Bueno, querida… —Bruno tomó un control remoto y presionó un botón; un proyector se encendió y la imagen apareció en la pared. —Digamos que la situación se complicó.

La imagen mostraba un mapa del mundo, señalando tres lugares: Dos en América, específicamente Estados Unidos y Canadá, y uno en Europa. Los muchachos se mantuvieron en silencio:

—Aparecieron los Elementales faltantes. —Los tres muchachos observaron a Bruno, tratando de procesar sus palabras.

Sí, todos los Elementales nacían el mismo año, pero eso no significaba que nacieran en el mismo lugar. Amelia y Maxwell solo eran un caso especial; podría decirse que fue una coincidencia. Amelia había nacido en el pueblo Bái lǎohǔ, uno de los pueblos que se extienden por la cordillera del Himalaya y rodean el perímetro de la Orden, y era el más cercano a la ciudad principal. Maxwell fue otro caso particular; su lugar de nacimiento era un verdadero misterio. Un día, una mujer, presuntamente su madre, apareció muerta en la entrada con una canasta en la que se hallaba Maxwell. Sin embargo, el paradero de los 3 Elementales restantes era un verdadero enigma, hasta hoy:

—Adivino: quieren que vayamos a traerlos —concluyó Maxwell. Ras asintió, complacido por la respuesta del chico.

—Así es —dijo—. Queremos encargarles esta misión a ustedes. Eve lo pensó por un momento; había algo que no cuadraba.

—¿Por qué nosotros? —preguntó la nieta de Bruno, causando que todos se volvieran a verla—. Seguramente hay Iluminados mucho más capaces que tres adolescentes sin experiencia en el campo —continuó la chica. Iván chasqueó la lengua, claramente molesto.

—Normalmente, sí, pero en este caso podría resultar contraproducente. —Las palabras de Tara impidieron que Iván dijera algo—. Los Elementales restantes no tienen ningún conocimiento sobre la orden. Probablemente, ni siquiera saben que tienen poderes. —Marcee interrumpió a Tara.

—En realidad, lo último es una exageración, Tara. El elemental que se encuentra en Canadá ya despertó sus poderes. —Marcee tomó un control remoto y presionó un botón.

La imagen del proyector cambió y mostró una serie de imágenes que mostraban una estela de rayos cruzando las calles de la ciudad, específicamente, Toronto, según el texto en la esquina inferior derecha de la foto. Marcee presionó otro botón y luego apareció una imagen del mundo entero con una línea transversal, que iba desde el continente americano, rodeaba toda la costa africana y se detenía, luego de cruzar el Canal del Suez y el Mar Mediterráneo, en Europa:

—Ya veo —dijo Maxwell luego de mirar las imágenes—. Así que el elemental de rayo está en Toronto y el elemental de agua en Europa. —Bruno asintió.

—Creemos que el elemental de agua se encuentra en Marsella, Francia. —Maxwell asintió.

—Lo que significa que el elemental de fuego está en los Estados Unidos —concluyó Amelia. Iván asintió.

—Bien, ahora que lo saben, solo queda asignarles a cada uno su destino. Maxwell, tú irás a…

—¡Pido ir a Francia! —Maxwell ni siquiera dejó terminar a Iván. —Siempre quise visitar ese país. —Sus amigas voltearon a verlo, claramente molestas.

—¡No es justo! Yo también quiero visitar Francia —protestó Eve.

—Bueno, pues yo también quiero ir. —Amelia se unió a la discusión. Maxwell se encogió de hombros.

— Nope, yo lo pedí primero, chicas. Conocen las reglas: El que lo pide primero se lo lleva. —tras esas palabras de Maxwell, los tres se pusieron a discutir frente a las Estrellas.

Bruno y Marcee no pudieron evitar reírse por lo bajo, Tara esbozó una leve sonrisa, pero Iván y Ras mantuvieron su mirada seria. Ras se aclaró la garganta y esto llamó la atención de los muchachos, los cuales dejaron de discutir casi al instante:

—De todas formas, habíamos decidido enviar a Maxwell a buscar al elemental de agua. Maxwell tiene más experiencia y podrá lidiar con cualquier problema que se pueda presentar —explicó Ras con un tono estoico—. En cuanto a quién irá a América, las dejaremos elegir a ustedes. —Eve y Amelia se miraron por unos segundos.

—Creo que yo debería ir a Toronto; el aire y el rayo no hacen una buena combinación —propuso Eve. Amelia no pudo evitar reírse.

—Llámame cuando hayas quemado algo. —Eve levantó una ceja.

—Lo verás en las noticias —aseguró la joven de ojos bicolor.

—Bueno, yo iré a los Estados Unidos —dijo Amelia, resignada, pero guardando algo de esperanza en que su destino fuera interesante—. ¿A dónde iré? ¿Miami, California? —Ras negó con la cabeza.

—El elemental de fuego se encuentra en Missouri. —Los hombros de la joven de cabello blanco se desplomaron—. Específicamente en Kansas City. —Mientras Amelia se moría por dentro, Bruno alzó la voz.

—Les aconsejamos que tengan cuidado con los Oscuros; últimamente han estado muy activos en los lugares a donde ustedes irán. —Las palabras de Bruno llamaron la atención de los jóvenes.

Los Oscuros, ese era el nombre que habían recibido los miembros de La Orden de las Sombras. Como su nombre indicaba, eran lo opuesto a los Iluminados. Lo único que tenían en común era que los miembros de ambas facciones podían manipular los elementos. Es decir, eran usuarios, pero hasta ahí llegaban las similitudes. Que los Oscuros estuvieran activos en todas las ciudades que visitarían complicaba mucho las cosas; un posible enfrentamiento era una realidad.

—Insisto: ¿Por qué nosotros? —volvió a preguntar Eve—. Si fallamos, los Oscuros podrían matar a cuatro Elementales en el peor de los casos, incluso podrían matar a los cinco.

—Entendemos la preocupación que tienes, Eve, pero hay un detalle que no estás tomando en cuenta: la psicología —dijo Tara—. No sabemos si estos chicos saben algo de la orden. Si enviamos a Marcee, por ejemplo, a decirles que deben abandonar sus vidas porque tienen poderes y pueden controlar los elementos naturales, ¿qué creen que pasará?

—Se alejarán corriendo y gritando que Marcee está más loca que una cabra. —Maxwell no dudó en su respuesta; hubo varias risas provenientes de las Estrellas.

—Exactamente, entonces lo primero es crear una conexión con estos jóvenes y la manera más fácil de hacerlo es que alguien de la misma edad se acerque a estos chicos —los muchachos comprendieron todo.

—Ya entiendo, es cierto que será más fácil de esta manera —comentó Amelia.

—Desde luego, no estarán solos en esto —anunció Ras—. Hemos movilizado a varios Iluminados a las ciudades a las que irán. Servirán como un apoyo para ustedes.

Mientras Ras terminaba de dar los últimos detalles a los jóvenes, Iván miraba la situación con una expresión estoica que ocultaba sus verdaderos pensamientos e intenciones.

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