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Chapter 5 - Hipocresía

No muy lejos de la residencia Anderson se encontraba el hogar de la familia Simons, familia que tenía un problema serio: Su hija, Amy, iba a llegar tarde a la escuela. La madre de Amy, Laura, subió para despertar a su hija, pero no fue necesario llamarla. La encontró estudiando para su examen de física mientras escuchaba música. Laura suspiró y tocó la puerta dos veces para llamar su atención. La chica notó la presencia de su madre y retiró uno de sus audífonos.

—Oh, hola, mamá —dijo la chica.

—Buenos días. —La mujer estudió a su hija por un momento. —¿Estudiando para el examen? —Amy se encogió de hombros y siguió estudiando; su concentración estaba fija en su libro. —Baja a desayunar.

—Sí, ya voy —dijo la chica; no parecía estar prestando atención.

Quince minutos después, Amy se vistió y bajó las escaleras para encontrarse con sus padres: Laura y Matthew Simons. Su madre era una mujer amable y carismática, pero no había que confundirse; si alguien cometía el terrible error de hacerla enfadar, podía terminar como un paciente de emergencia en la unidad de quemados. Sí, Laura es una usuaria, su elemento es el fuego y vaya que sabe cómo usarlo. Tal vez no era la más fuerte, pero tampoco era la más débil. Matthew, por su lado, era un hombre distante y de carácter duro, pero justo. También era bastante rápido; no era para menos, su elemento era el rayo y su habilidad con él era de primera.

Finalmente, estaba Amy, una joven que tenía buenas notas en la escuela y un estilo bastante peculiar. El color natural de su cabello era negro y largo; en su frente tenía un flequillo que detestaba, pero, en lugar de cortarlo, lo teñía de colores diferentes. En esta ocasión lo había teñido de azul. Además, se las había arreglado para hacerse varias perforaciones en su oreja derecha. Amy también había heredado el elemento de su madre. La joven Simons es usuaria del elemento fuego y era muy hábil en el combate cuerpo a cuerpo. Los Simons conocían a la familia Anderson gracias a su hija, pues Amy era la novia de Jordan, el hermano del medio. En cuanto a cómo se enteraron los padres de Amy, es una historia para más adelante.

Amy saludó a su padre con un beso en la cabeza y se sentó a desayunar. Media hora más tarde, Amy ya estaba en la escuela. La chica se despidió de sus padres, quienes se fueron a trabajar. Se quedó en la entrada de la escuela, esperando a que él llegara; no pasó mucho tiempo hasta que Jordan llegó a la escuela; su hermano mayor, John, lo había traído en su auto. Amy no lo conocía demasiado, pero Jordan hablaba de él de vez en cuando. La chica saludó a John y este le regresó el saludo de forma fría. Jordan fue hasta ella y la saludó como si solo fueran amigos. Por supuesto, Amy sabía perfectamente lo que había sucedido con James Anderson seis años atrás, por lo que entendía las razones de Jordan para mantener en secreto su relación.

—Se está alejando —dijo Jordan una vez que el automóvil de John comenzó a moverse por la calle.

—Ya llegó a la esquina —continuó Amy.

—Giró a la izquierda. —Una vez que el auto de John desapareció en la esquina, el muchacho se lanzó sobre Amy para besarla. —Se fue —sentenció tras separarse del beso y juntar su frente con la de Amy.

Se separaron y comenzaron a caminar al interior de su escuela, la preparatoria Evergreen Heights School. Una escuela privada de nivel medio y muy popular entre la comunidad. La realidad era que, si bien era una escuela privada, también era bastante flexible en muchas cosas. El código de vestimenta no era diferente al de una escuela pública y los alumnos podían darse el lujo de teñirse el cabello sin ninguna consecuencia. Entonces, ¿qué era diferente? Simple: La exigencia de sus maestros era, por mucho, superior a la media. Los exámenes eran más difíciles, los criterios de evaluación eran más estrictos y la flexibilidad o tolerancia ante los retrasos era casi inexistente. En resumen: Una buena escuela y unos buenos maestros.

Sus alumnos también eran particulares; estaban los típicos ratones de biblioteca que pasaban todo su rato libre leyendo, los deportistas que solo buscaban impresionar a las chicas, las parejas, como Jordan y Amy, que se besaban en un rincón o estudiaban en una mesa apartada y, finalmente, los "magos", como los llamaba Amy. Los "magos" eran esos chicos que podían faltar todo el año, chismear durante toda la clase en el fondo del salón y, aún así, aprobar todas las asignaturas como si nada, de ahí el sobrenombre que Amy les puso: Magos.

Las clases pasaron y, durante el almuerzo, Amy se sentó junto a Jordan, obviamente. Disfrutaban de la compañía del otro, pero Amy notaba el semblante serio de su novio y cómo este parecía distante.

—Oye —lo llamó— ¿todo bien? —El joven levantó la vista de su almuerzo y suspiró.

—Ayer me animé a acercarme a Jessica —anunció él.

Jordan era diferente a sus dos hermanos mayores, vaya que sí. Cuando ella lo conoció, resultó ser un mojigato que no decía ni una grosería. Claro, a los 8 años tampoco podía esperar mucho, pero ¿A los 14? Sí, era posible que no dijera palabrotas frente a nadie, pero mínimo tendría que saberse alguna; era cuestión de lógica. Amy, con solo 9 años, ya había aprendido todo un diccionario de palabrotas y obscenidades. En defensa de la chica, sus padres solían ser muy expresivos en sus… momentos íntimos.

Regresando con Jordan, sí, al principio el joven también era como sus hermanos e iba encaminado a ser un fanático religioso como su madre, pero la muerte de James cambió todo. Aun con 10 años, Jordan sabía que la obsesión de su hermano con la religión y los "pecados" fue lo que lo condenó a la locura absoluta y él no quería terminar como James. Fue ahí que Amy se acercó a él y poco a poco el joven Anderson cambió.

Comenzó a ser más expresivo, a salir más, descubrió su gusto por los videojuegos, la comida callejera y mucho más; todo lo que no pudo experimentar debido a su madre, ahora era posible con ella. Amy estuvo ahí todo el tiempo, ayudándolo a cambiar y a adaptarse.

Un par de semanas antes, el muchacho le había confesado que se sentía mal. Sus palabras exactas fueron: "Soy un maldito cobarde", pero ¿por qué el chico se insultaba a sí mismo de esa manera? Pues porque él, en 10 años, no fue capaz de defender a su hermanita de los abusos de su madre. El chico se sentía abatido por ello:

—Arréglalo —le había dicho Amy en su momento—. Si te sientes mal, entonces ve con ella, dile cómo te sientes y soluciona las cosas.

El consejo de Amy, aunque tardó un poco, funcionó, pero entonces, ¿por qué su novio se veía tan abatido?

—¿Y? —preguntó la chica, queriendo saber más—. ¿Hablaste con ella? —el chico negó con la cabeza. —¿Entonces?

—Le llevé el almuerzo a su cuarto, pero no me animé a verla a la cara, solo… —el chico volvió a suspirar—. Solo lo dejé frente a su cuarto y me fui antes de que abriera la puerta— Amy lo miró pensativa —eso sí, me aseguré de dejarle una nota.

—¿La firmaste? —Jordan desvió la mirada, cosa que alertó a Amy—. ¿Jordan?

—La firmó J —la chica suspiró.

—¿J? ¿En serio? Literalmente, todos en tu casa tienen esa inicial. El muchacho se llevó las manos a la cabeza.

—Lo sé, fue estúpido, pero no tuve el valor para verla a la cara. —Amy suspiró y le dio un golpe en la frente con el dedo.

—Escúchame bien: ¿Quieres arreglar las cosas con tu hermana? Bien, pero no lograrás nada si vas por ahí con engaños y evasivas; solo vas a empeorar todo —la campana sonó, marcando el fin del almuerzo—. Si quieres solucionar el problema, tienes que ser directo, sin mentiras.

Eso fue lo último que le dijo antes de levantarse de su asiento, tomar sus cosas y despedirse de Jordan para dirigirse a su próxima clase, sintiéndose como una hipócrita por dar ese consejo. Lo que sucedía es que sus padres eran desertores de la Orden de la Luz. Bueno, en realidad, el término "desertor" podía aplicarse a todos aquellos que dejaran la orden, ya sea por voluntad propia, traición o expulsión. No obstante, todos estaban sujetos a las mismas reglas: podían vivir sus vidas fuera de la orden, pero no podían filtrar sus secretos bajo ninguna circunstancia; de lo contrario, el castigo sería la muerte. Dicha regla también aplicaba para los hijos de los desertores, como Amy. Sus padres habían sido expulsados de la orden cuatro años antes de que Amy naciera, por lo que eso la convertía en una hija pródiga, la hija de dos desertores.

Amy se sentía culpable por esconderle este secreto a Jordan y decirle que, para arreglar las cosas con su hermana, debía ser honesto; solo la hacía sentir peor. Suspiró, entró al salón, escogió un asiento y distrajo su mente resolviendo el examen para el que llevaba una semana estudiando. Al final, apenas pudo aprobar con un 7, mientras que un mago logró obtener un 9 en el examen. Amy por poco quema a ese chico.

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