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Chapter 11 - Coraza Rota

Era lunes por la mañana y Jessica Anderson se levantaba como siempre para otro día de escuela, si es que a la preparatoria Maple Grove High se le podía llamar así. Lo único bueno de levantarse temprano los lunes era que podía ver a la única persona que realmente apreciaba en su vida: Lucía Johnson. Su maestra de matemáticas se había convertido en un apoyo fundamental para la joven. Eran cercanas, tanto que Jessica la veía como esa figura materna que siempre estuvo ausente en su vida. Además, las clases con ella eran muy amenas.

Por otro lado, Jordan Anderson se levantaba con un sentimiento de pesadez en el cuerpo. No paraba de recordar las palabras de Amy. "No lograrás nada si vas por ahí con engaños y evasivas", le había dicho su novia y tenía toda la razón. Si quería arreglar las cosas con Jessica, tenía que ser directo con ella y expresarle su intención de acercarse. Sin embargo, cada vez que pensaba que estaba listo, algo en su interior lo detenía. Tal vez fuera el miedo de lo que Jessica diría o quizás era el temor de que sus intenciones en realidad no fueran honestas, que todo esto fuera una mera excusa para sentirse mejor consigo mismo. Jordan estaba muy confundido. Se recostó en la cama otra vez, soltando un largo suspiro en el proceso.

—Carajo —dijo el joven, mentalmente agotado por aquella situación.

Veinte minutos después de despertar, Jordan bajó las escaleras listo para ir a la escuela; su madre y su hermano lo esperaban con el desayuno servido. Nada más verlo, su madre fue a besarle la cabeza.

—¡Oh, mi hermoso niño! —exclamó la mujer al verlo.

—Buenos días, mamá —Jordan la abrazó con fuerza.

Al margen de toda esta escena se encontraba Jessica, quien miraba desde la distancia, pero en sus ojos no había ni una pizca de envidia, celos o rabia; solo estaba mirando la mesa para saber si ese día desayunaría en casa o en la escuela. Al ver solamente tres platos en la mesa, supo la respuesta. Sin embargo, su mirada no pasó desapercibida para John, quien de inmediato tomó un vaso de agua que había en la mesa.

—¡Lárgate de aquí!

Lanzó el agua a Jessica, quien, al ver esto, se hizo a un lado y evitó mojarse. Ana no dijo absolutamente nada; de hecho, parecía feliz por la acción de su hijo mayor. Como si el hecho de tratar a su hermana menor como a un perro callejero fuera algo que mereciera un premio. Jessica no dijo nada y se llevó la mochila al hombro, salió de la casa y tomó rumbo a la escuela.

Jordan vio esto como su oportunidad, por lo que terminó rápido su desayuno y se apresuró a seguir a Jessica. Ana pareció notar que Jordan tenía prisa.

—Hijo, ¿pasa algo? —preguntó la mujer.

Jordan notó que su madre tenía varias ojeras en el rostro y su cabello estaba demasiado sucio y enmarañado, por no mencionar su olor. La mujer olía como si no se hubiese bañado en varios días, cosa que Jordan no ponía en duda. Su aspecto desaliñado lo dejaba muy claro. Jordan se volvió hacia su madre y le dijo con total tranquilidad.

—No, mamá. No pasa nada, es solo que quedé de verme con unos amigos para estudiar y se me hizo un poco tarde —mintió el chico; había dominado ese arte luego de varios meses de práctica con Amy.

—Oh, ya veo. John, por favor, llévalo rápido a la escuela y…

—No es necesario —el joven interrumpió a su madre a mitad de la frase—. John tiene un día muy ocupado y me vendría bien caminar un poco de vez en cuando.

Ana lo pensó por un momento. Era cierto que John tenía un día ocupado, una reunión en el trabajo para ser más exactos, reunión a la cual debía llegar temprano. Por lo que dejar a Jordan caminar a la escuela parecía una buena idea. El recinto escolar no quedaba lejos y Jordan conocía la ruta, así que la mujer no vio problema con esta petición.

—De acuerdo, pero ten cuidado en la calle —dijo la mujer.

Jordan asintió, se despidió de su madre y hermano y salió de la casa con dirección a la escuela. Por suerte para él, la ruta que Jessica tomaba para llegar a su escuela coincidía con la suya en las primeras cuadras y no había pasado mucho desde que ella se había marchado, así que todavía podía alcanzarla. Corrió tan rápido como sus piernas le permitían hasta que divisó ese cabello rojo tan característico de la joven, pero no estaba sola. Había tres jóvenes más con ella; todos parecían muy molestos con su hermana. Jordan no entendía nada, así que se acercó en silencio desde atrás para escuchar la conversación.

—Miren, idiotas, es muy temprano para esto —dijo Jessica tratando de evitar una pelea.

No es que Jessica no pudiera vencerlos; ya les había ganado. Eran los mismos que, días atrás, cometieron el error de subestimarla y que, sin la intervención de Lucía, hubieran acabado peor de lo que resultó al final. Sin embargo, Jessica no había desayunado y eso podía afectar su rendimiento en la pelea. Por lo que intentaría evitar una de ser posible.

—¿Crees que eso nos importa, estúpida? —preguntó uno de los chicos; tenía una especie de vendaje en la nariz, se trataba del chico al que Jessica golpeó en la cara luego de someter a los demás—. Ahora todos se burlan de nosotros porque una chica nos venció —Jessica no pudo evitar reír.

—El viejo y confiable machismo ataca de nuevo —se burló la joven—. ¿Qué pasa, chicos? ¿La tienen pequeña o qué? —uno de ellos estaba por golpear a Jessica cuando se escuchó un grito desde atrás.

—¡Esperen! —Jordan salió de su escondite y los detuvo de golpear a su hermana. Jessica no entendía nada.

—¿Y tú quién eres? —preguntó uno de ellos.

Jordan sintió un escalofrío recorrer su cuerpo; no había pensado bien las cosas. Sí, tal vez saltar al frente y defender a Jessica fuera algo para sentirse orgulloso, pero ¿ahora qué? No había pensado en un plan, solo saltó por instinto para ayudar a su hermana. ¿Por qué? ¿Acaso pensaba que eso solucionaría las cosas y haría que se volvieran inseparables? Desde luego que no. El joven solo quería evitar que esos tres matones de segunda le levantaran la mano a Jessica. En primera, porque era su hermana. Y en segundo lugar, porque todo hombre que se atreva a golpear a una mujer, a menos que lo haga en defensa propia, es una basura. Sin embargo, ahora Jordan se había metido en el ojo del huracán y atrajo la atención de los tres matones hacia él.

Por otra parte, Jessica estaba sintiendo confusión y rabia a partes iguales. Se sentía confundida por la presencia de Jordan. ¿La había seguido desde la casa? ¿Por qué? Su relación no era mala, pero tampoco podría definirse como "buena", ni siquiera podría decirse que tenían alguna relación. Vivían en la misma casa, pero era como si no se conocieran, como dos completos extraños. De ahí la confusión ¿Qué podría querer Jordan de ella? Además de la confusión, también estaba la rabia. Si Jordan se involucraba en una pelea y Ana se enteraba, Jessica sufriría las consecuencias. Peor aún, si Jordan llegaba a la casa con un ojo morado, Jessica tendría que buscar otro lugar para vivir, porque si regresaba a la casa, no sobreviviría la noche.

Los matones dejaron de lado a Jessica y concentraron su atención en Jordan; parecían una jauría de perros que habían descubierto un juguete nuevo.

—Miren, ella es una chica y ustedes son tres; solo digo que es injusto que la ataquen entre todos —el chico con la nariz rota, que parecía ser el líder, no pudo evitar reír.

—Escúchame bien, amigo. No sé de qué conozcas a esta perra, pero te juro que… —el líder dejó de hablar cuando sintió una patada directamente en la entrepierna.

Los otros dos trataron de reaccionar, pero uno recibió un derechazo a la altura de las sienes y el otro un rodillazo directo al estómago, pero ¿quién atacó a estos jóvenes de forma tan brutal? Jessica, por supuesto. La chica tomó a su hermano y los sacó a ambos del lugar. Corrieron un par de cuadras hasta que llegaron a un callejón cerrado. Jessica soltó el brazo de su hermano y se dispuso a tratar de recuperar el aliento; correr con el estómago vacío no le había sentado nada bien. Jordan, por su lado, estaba incrédulo; no podía creer que su hermana fuera capaz de golpear a tres chicos de esa forma y escapar. Seguro, era una joven bastante masculina, pero Jordan no se esperaba semejante espectáculo.

—¿Por qué… me seguiste? —preguntó Jessica, su tono dejaba claro que estaba molesta. Jordan tardó un segundo en responder.

—Bueno… yo… —la indecisión de Jordan la molestó mucho.

—¡Habla de una vez! —gritó exasperada. Jordan terminó de despertar.

—Bueno, lo que pasa es que necesito hablar contigo —Jessica enderezó su postura y comenzó a caminar, ignorándolo por completo. Jordan comenzó a seguirla.

—Deja de seguirme.

—Jessica, por favor, solo escúchame.

—Deja de seguirme —el tono de Jessica dejaba claro que no quería hablar con su hermano, más que nada, por miedo a lo que su madre pudiera hacerle si se enteraba.

—¡Espera!

Jordan la tomó del brazo; Jessica no se lo pensó para darle una fuerte cachetada. Podría ser una chica poco femenina, pero seguía siendo una chica al final del día. Jordan la miró, incrédulo ante tal acción de su hermana. La mirada de la joven, por su lado, reflejaba miedo. Miedo por lo que Ana le haría si se enteraba de lo que Jordan estaba haciendo. Independientemente de si Jordan se acercó a ella primero, Ana la culparía y Jessica temía la reacción de su madre.

—Aléjate de mí —le dijo a Jordan—. No me importa si quieres hablar conmigo, solo… lárgate —la voz de Jessica se quebró en ese momento.

Fue ahí que Jordan entendió muchas cosas. La forma de vestir de Jessica, su actitud indiferente, su rudeza. No sólo eran parte de su personalidad y forma de ser, también eran su escudo. Un escudo que la joven había creado para no ser un blanco. El cabello corto evitaba que pudieran tomarla de la cabeza en una pelea y no tenía que preocuparse porque este le tapara la cara. La ropa y el estilo servían para dar una imagen de rudeza y ahuyentar a cualquier pobre diablo que se atreviera a ponerle la mano encima. La actitud, por momentos fría e indiferente, por momentos arrogante y presumida, servía para intimidar a todos los que trataran de acercarse a ella. Sin embargo, por muy dura que fuera una coraza, siempre debía tener un espacio para poder respirar. Además, seguía siendo eso: Una coraza. Una armadura destinada a proteger algo muy delicado.

La mirada y los ojos de la joven dejaban muy en claro que estaba aterrada por lo que su madre pudiera hacerle. Tanto que su coraza se rompió y, en vez de darle un puñetazo a su hermano directamente en la cara, le dio una cachetada, como lo haría cualquier otra chica. Esto sorprendió a la misma Jessica, quien pensaba que había dejado todas esas reacciones débiles a un lado, pero algo había hecho reaparecer a esa pequeña niña que lloraba asustada en su cama en posición fetal mientras su madre le tiraba baldes de agua helada sin permitirle secarse. En ese momento, al ver la cara aterrorizada de su hermana, fue que Jordan entendió que se había precipitado. Claro que ella no querría hablar con él. ¿Por qué querría? Después de todo, él nunca estuvo ahí para ayudarla. Claro que ella había construido esa coraza a su alrededor: para protegerse de John, de Ana y, por supuesto, del mismo Jordan.

Jordan sabía que no tendría nada más que hacer en ese momento. Dio un paso atrás para dejar que Jessica se fuera, pero no fue posible. En el momento en que Jessica estaba dando media vuelta para marcharse, la luz se fue de sus ojos y su cuerpo empezó a caer al suelo, inconsciente. Jordan se apresuró a atraparla. La sostuvo con delicadeza mientras la sacudía un poco.

—¡Jessica! —el chico la sacudió un poco más, pero la joven no respondía—. ¡Carajo!

—Vaya, parece que se le bajó el azúcar —Jordan reconoció la voz del chico detrás de él—. Amigo, déjala con nosotros. La llevaremos a un hospital —los chicos de antes, habían vuelto.

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