Ya en la sala, Amelia se sentó junto a Amy con la esperanza de que Matthew, quien se encontraba sentado en el sillón frente a ellas, no las atacara. No obstante, el hombre seguía manteniendo su mirada fija sobre ella y sostenía un power bank en su mano en caso de que Amelia intentara algo. Matthew permanecía en silencio mientras la miraba con una rabia, queriendo simplemente lanzarse sobre ella y abrirle el pecho. Lo peor de todo es que podía hacerlo y Amelia no sabría lo que pasó hasta que fuera demasiado tarde.
No era de extrañar algo así; los usuarios del elemento rayo eran conocidos por su extrema velocidad. Cada elemento tenía su especialidad, ventajas y desventajas. El rayo era un elemento preciso, certero y mortal, pero también podía causar un daño considerable a los alrededores en las manos correctas. Sus usuarios contaban con una gran fuerza en las piernas que los ayudaba a correr más rápido con ayuda de una técnica de este elemento, llamada Armadura de Rayo. Consistía en envolver el cuerpo del usuario en electricidad para obtener una velocidad sobrehumana, pero ¿cómo era posible que el cerebro pudiera seguir el ritmo a dicha velocidad? De nuevo, la respuesta estaba en la electricidad. Al manipular, con extremo cuidado, la electricidad en el cerebro, obtenían un impulso en el mismo sin dañarlo, permitiendo que el cerebro procese la información a una mayor velocidad.
Los usuarios del rayo también eran conocidos por sus técnicas de asesinato. Con un control preciso de este elemento, eran capaces de convertir sus puños en cuchillas mortales que podían cortar la carne humana como si fuera mantequilla. Se dice que, durante una misión en su juventud, la actual estrella del rayo, Ras, salvó a Masashi Kishimoto, creador del manga después adaptado al anime, Naruto y que por eso los personajes de Kakashi Hatake y Sasuke Uchiha tienen técnicas como el Raikiri, el Chidori y sus variantes, porque Kishimoto se habría inspirado en las técnicas que Ras usó cuando lo salvó para crear estas técnicas tan icónicas de su obra. No era algo tan loco; la propia Amelia estaba desarrollando un ataque basado en el Rasengan, otra técnica de Naruto.
En fin, el punto es que, por lo general, un usuario del rayo solo podía ser detenido por otro usuario del elemento rayo. Su estilo de combate era demasiado frenético y, por sobre todo lo demás, preciso y certero. Siempre apuntaban a los puntos vitales del cuerpo humano. El pecho, el cuello y la cabeza, esos solían ser sus blancos favoritos, pero, si por alguna razón no podían atacar allí, siempre atacaban a los brazos o las piernas, con tal de desarmar a su oponente y ganar el combate. En pocas palabras: Amelia estaba en serios problemas.
Sí hacía enojar a Matthew, más de lo que ya estaba; el hombre no iba a dudar en atravesarla o electrocutarla hasta la muerte. Mientras Amelia pensaba en cómo escapar de aquella situación, llegó Laura Simons, madre de Amy, con un plato de galletas Oreo, una jarra de leche fría y cuatro vasos:
—Antes que nada —dijo la mujer—, espero que esto compense un poco la bienvenida que te dieron mi hija y mi marido —se notaba el tono ácido de la mujer.
—No se preocupe, señora —dijo Amelia con una sonrisa forzada. La chica del cabello blanco suspiró—. Quiero que sepan que yo no sabía que había dos Desertores en la ciudad hasta ahora.
—Imagino que te enteraste por culpa de alguien —Matthew observó a Amy con evidente enojo; la joven volteó la mirada y se puso a jugar con su cabello—. Me disculpo por el comportamiento de mi hija —Matthew recibió un codazo de su esposa, rodó los ojos y suspiró—. Y por casi matarte hace rato.
—Aceptarás sus disculpas, pero ¿podría alguien decirme qué diablos está pasando? —preguntó la joven mientras tomaba una galleta y la sumergía en la leche—. Ustedes no tienen conexiones frías, eso me dice que no son malas personas. Entonces, la razón por la que me atacaron fue porque tenían miedo; eso me quedó claro luego de hablar un poco con su hija. La pregunta es: ¿A qué le temen tanto?
Hubo un momento de silencio; nadie sabía qué responder. ¿En serio no sabía nada? Matthew notó que la chica estaba diciendo la verdad; su expresión lo dejaba muy claro. Además, tuvo la oportunidad de matar a su hija, pero no lo hizo. El hombre suspiró:
—Bueno, seguramente nuestra hija ya te contó sobre nosotros —Amelia asintió.
—Me dijo que ustedes son Desertores, pero no me dijo mucho más —esas palabras calmaron un poco a la pareja Simons.
—Hace 21 años, estábamos en una misión en Haití —comenzó a contar Laura—. El objetivo era detener una red de tráfico humano ubicada en Puerto Príncipe. La operación era dirigida por los Oscuros, así que tuvimos que intervenir —Laura suspiró y se frotó los ojos—. Nos dieron órdenes de matar a todos los Oscuros que hubiera en el lugar, pero que fuéramos discretos.
—La operación fue un éxito y logramos matar a casi todos los Oscuros, pero había un problema —Amelia y Amy escuchaban en silencio mientras Matthew tomaba la palabra y continuaba con el relato—. Encontramos a varios niños, usuarios no registrados —Matthew suspiró.
—Decidimos que lo mejor era llevarlos a la Orden para que estuvieran a salvo, pero Iván, la estrella del aire, estaba furioso con nosotros. Dijo que nuestras órdenes eran matar a todos los Oscuros, no llevar a "posibles espías" a la orden —continuó Laura—. Dijo que habíamos puesto en riesgo la seguridad de la orden y nos expulsó ese mismo día. Apenas nos dio tiempo de recoger nuestras cosas y abandonar la ciudad.
—¿Por qué no le dijeron a Ras o a Bruno? Si lo que dicen es cierto, entonces ellos… – Matthew negó con la cabeza.
—Iván no permitió que nos acercáramos al templo, nos vigiló hasta que abandonamos la orden —sentenció Laura.
—Eso explica la reacción de Amy. Al sentir mi conexión, actuó por instinto y decidió combatir conmigo —concluyó Amelia.
—Si sirve de algo, me torcí el tobillo, así que tampoco salí bien parada —intervino Amy mientras comía una galleta.
—Bueno, pues deben saber que yo no vine a matarlos, mi misión es encontrar a la elemental de fuego —eso llamó la atención de toda la familia.
—¿Ya apareció? —preguntó Laura. Amy se mantuvo en silencio.
—Sí, y creo que la encontré, pero necesito confirmarlo —explicó la chica—. ¿De casualidad conocen a Jessica Anderson? —Amy por poco expulsa la leche por la nariz al escuchar aquello—. ¿Qué? ¿La conoces? —preguntó Amelia mientras veía a la chica toser.
—No… no en persona —dijo mientras luchaba por respirar—, pero soy novia de su hermano mayor —Amelia miró a Amy como si esta estuviera loca de remate.
—¿John Anderson? —Amy puso una expresión de asco y repulsión.
—¡Ew! ¡No! Ese tipo es un gordo, sudoroso y maloliente. Ni siquiera soporto estar cerca de él —estaba claro que Amelia se había equivocado—. Jordan es mi novio.
—Eso tiene más sentido —Laura no pudo evitar reír al ver la conversación—. Bueno, el punto es que no tengo mucha información sobre ella. ¿Hay algo que puedas decirme? —Amy negó con la cabeza.
—No mucho, Jordan tampoco me dice casi nada, solo que la situación en casa es difícil —esto llamó la atención de Amelia.
—¿Qué quieres decir?
Amy procedió a explicarle a Amelia todo lo que sabía, desde el fanatismo religioso de Ana, la indiferencia de John y la madre, la situación con Jordan; no se guardó nada. Amelia escuchó con atención, manteniendo una expresión serena y neutral, sin interrumpir a Amy:
—Ya veo —dijo una vez que Amy terminó—. Es una situación complicada.
—Lamento interrumpir, pero aún estamos esperando nuestra sentencia —señaló Matthew.
Según las reglas de la orden, Amelia debía decidir qué hacer con la familia Simons. Amy la había atacado; independientemente de si fue por miedo o paranoia, la chica había atentado contra su vida, lo que significaba que toda la familia debía ser castigada. ¿Es injusto? Sí, ¿cruel? Por supuesto, pero eran las reglas de la Orden. Sin embargo, Amelia podía decidir si los pondría bajo custodia o les daría otra sentencia; esa era otra opción. Amelia podía decidir si los dejaba en paz o los castigaba de la manera que mejor le pareciese. La joven elemental sonrió y luego miró a la familia:
—Su sentencia será… —hizo una pausa dramática antes de continuar—. Darme sus números de teléfono y ayudarme si lo necesito.
Los Simons no salían de su asombro. Esta chica podría haberlos convertido en sus esclavos de por vida, pero en vez de eso les pidió ayuda. Matthew no pudo evitar sonreír por la actitud de la chica:
—Si Iván se entera, tendrás muchos problemas, niña —Amelia sonrió burlonamente.
—Solo si se entera —remarcó.
Los Simons entregaron su información de contacto y Amelia salió de la casa, sintiendo que había dado un paso en la dirección correcta. Amy, por su lado, se sentía aliviada de que Amelia no los matara.