—¡Carajo! —maldijo Amy mientras caminaba hacia el hospital—. ¿Para qué me das tu número si no vas a responder? —al final, Amy optó por dejar un mensaje de voz.
Lo que Amy no sabía es que Amelia se encontraba hablando con un hombre en un lugar totalmente desconocido e inaccesible para el resto de los humanos. El lugar en el que se encontraba Amelia era conocido como El Todo, un plano de la Tierra, pero sin los seres humanos. Sí, así es, el prado donde Amelia se encontraba era lo que sería el planeta, sin la intervención de la humanidad. Desde luego, había primates en ese mundo, pero ninguno se parecía a los humanos. Ahora, ¿por qué el Grifo estaba en este lugar? La respuesta es simple: Amelia y el Grifo estaban conectados. Todos los Elementales tenían a una bestia en su interior que era la encarnación de sus respectivos elementos y la razón por la que tenían sus poderes en primer lugar. Amelia contaba con el Grifo y Maxwell contaba con el Minotauro; los elementales de fuego contaban con el Fénix, los de agua con el Dragón y los de rayo tenían al Raijū.
Usualmente, estas bestias se comunicaban con sus usuarios de manera intermitente; algunas veces podían recibir dos visitas por semana y otras podían ser dos visitas al año. También estaba el factor tiempo; el tiempo en ese lugar transcurría diferente. Los segundos podrían ser horas y las horas podrían ser segundos; nunca se sabía cómo transcurriría el tiempo en El Todo. Eso siempre preocupaba a Amelia y por esa razón detestaba cada vez que era llamada por el Grifo. Sin embargo, había otra razón. Cada vez que el Grifo la invocaba, era para darle una noticia desagradable.
—¿Qué sucede? —preguntó la chica. El Grifo, transformado en humano, siguió comiendo su manzana.
—Hay una perturbación en la Energía —aquellas palabras alertaron a Amelia.
Si bien es cierto que los humanos pueden controlar uno de los cinco elementos naturales, no significa que solo existan estos elementos. Los cinco elementos, fuego, tierra, aire, agua y rayo, se derivan de un sexto elemento, el Elemento Madre: La Energía. Solo las bestias dentro de los Elementales tienen acceso a este poder, pero ni siquiera ellas pueden controlarlo. El Grifo, al igual que las demás bestias, no era más que una simple extensión del Elemento Madre; podía sentirlo, pero no podía tocarlo o interactuar con él. Sin embargo, un cambio en este elemento podría significar malas noticias:
—El Fénix está despertando —anunció el Grifo mientras tiraba la manzana que acababa de comer y recogía otra.
—¿Cuándo ocurrirá el despertar? —Amelia estaba muy preocupada.
Cada vez que un Elemental despertaba su poder, se liberaba una fuerza devastadora en la zona circundante. Cuando Maxwell despertó sus poderes y, por ende, el Minotauro también, toda la cordillera del Himalaya fue sacudida por un terremoto de magnitud 7.8 en la escala de Richter. Casi toda la ciudad fue destruida y el incidente fue tan grande que costó mucho encubrirlo al público. Ahora, cuando Amelia despertó su conexión con el Grifo a los 11 años, hubo tres tornados de categoría 3 en la escala de Fujita, o F3, dentro de la ciudad, devastándola por completo. Solo imaginar lo que podría pasar si la elemental de fuego despertaba hizo que un sudor frío recorriera la espalda de Amelia.
—No sé cuándo o cómo sucederá —dijo el Grifo mientras terminaba su segunda manzana y buscaba otra—. Solo sé que pasará pronto. Tal vez dentro de los próximos días o las próximas dos semanas —Amelia pensó por un momento la situación.
—Gracias por avisarme, ahora sí pudieras regresarme a la ducha…
—Espera, espera —el Grifo regresó a su actitud despreocupada de antes—. Antes de que te vayas, hay una historia que quiero contarte —esto extrañó a la joven. Amelia estaba acostumbrada a la actitud peculiar de la bestia, pero nunca dejaba de sorprenderse con algunas cosas que hacía—. Dime algo: ¿Sabes por qué el mundo dejó en paz a los usuarios? —aquella pregunta tomó desprevenida a la joven.
—Fue porque la Orden surgió. Sus miembros ayudaron a todos los usuarios que eran… —el Grifo comenzó a reír a carcajadas.
—Vaya que eres inocente, niña —dijo la bestia en su forma de hombre—. Es cierto que la orden es poderosa en el presente, pero en el pasado, cuando apenas surgió, no era ni la sombra de lo que es hoy —el Grifo no miraba a Amelia, solo se aseguraba de mantener una expresión jocosa y una sonrisa jovial—. Escucha bien, niña: En el pasado, no existía La Orden de la Luz ni La Orden de las Sombras; solo había una orden: La Ley Natural. Buscaban darle refugio a todos los usuarios que lo necesitaran, pero había un problema, un problema cuyo símbolo era un hombre clavado en una cruz de madera.
—La Iglesia Católica —concluyó Amelia; el Grifo asintió—. Según los libros de historia, la Orden surgió en el año 150 a. C. —la joven trataba de recordar las fechas, pero le era difícil—. Sé que la Orden y la Iglesia convivieron, pero no sabía que habían tenido roces en el pasado.
En el pasado, las personas normales solían perseguir a los usuarios por miedo a sus poderes. Atribuyéndolos a la mala suerte o alguna desgracia inminente, aunque había excepciones. En dichos casos, los usuarios eran vistos como figuras de admiración divina y, en última instancia, como dioses que habían bajado del cielo. Muchas de las diferentes mitologías en el mundo retrataban a los usuarios y a los Elementales como dioses. Por ejemplo, los dioses griegos como Zeus, Hades y Poseidón, quienes fueron los elementales de viento, tierra y agua de sus respectivas épocas. Sin embargo, casos como estos eran tan comunes como la persecución a los usuarios y había un organismo que fue el culpable directo de esta persecución: La Iglesia Católica. Si bien era cierto que los católicos no fueron los únicos culpables, vaya que inspiraron a muchos a cazar a los usuarios en el pasado. El punto más alto de esto fue la Santa Inquisición y las cacerías de brujas.
— Pues los tuvieron y vaya que era todo un tema. Si bien casi todos los miembros de La Ley Natural eran creyentes, también eran personas capaces de darse cuenta de que la Iglesia solo los estaba cazando por motivos políticos y no espirituales. Muchos estaban enojados, no era para menos; muchos usuarios murieron quemados en la hoguera, aserrados, desollados o hervidos vivos, todo porque un montón de tipos en togas blancas querían demostrar que tenían poder sobre el pueblo —otra manzana fue arrojada al suelo, el Grifo siguió devorando el fruto del árbol mientras hablaba—. Recuerdo ese día como si fuera ayer. Un elemental de aire se presentó en el convento de San Pablo el Real en Sevilla, España, durante una de las tantas ejecuciones públicas que se realizaban ahí. Esta vez, el acusado era un pobre niño de tan solo 13 años acusado de brujería. El elemental de aire de esa época, junto a varios usuarios más, armaron un escándalo y sacaron a todos los civiles del lugar, pero mantuvieron al sumo sacerdote y al resto de autoridades eclesiásticas en el convento —el tono del Grifo cambió a una imitación pobre y dramática de las palabras dichas aquel día— "Vosotros dejaréis de perseguir a cualquiera que tenga poder sobre la naturaleza. Nosotros nos encargaremos a ellos. Si os atrevéis a matar a uno más de los nuestros, os buscaremos y acabaremos con ustedes, sus creyentes y con toda su religión" —la voz del Grifo regresó a la normalidad—. Tras esas palabras, el 28 de noviembre de 1635, le prendieron fuego a todas las estatuas de Cristo, los murales y crucifijos del lugar. La Iglesia no volvió a molestar a los usuarios y, conforme avanzaban los años, le advirtían a los nuevos líderes del mundo sobre los usuarios y La Ley Natural.
—Eso no aparece en los libros de historia —señalar este detalle provocó las risas del Grifo.
—Niña, la Orden no quiere recordar ese capítulo de su historia. Resulta que, tras ese día, la Iglesia no los volvió a molestar, pero hubo usuarios que no estaban conformes con esto. Personas que perdieron a sus amigos, a sus esposos, esposas, hijos. La ira era palpable en todos ellos; solo era cuestión de tiempo antes de que alguno explotara… y así fue —el Grifo terminó la otra manzana, la desechó y buscó una más—. Estos usuarios comenzaron a matar a miembros de la Iglesia o a personas que habían osado decir que las víctimas se merecían lo que les pasó. Fue entonces donde nacieron…
—Los Oscuros… —Amelia finalmente entendió lo que el Grifo quería lograr al contarle esta historia.
—El 12 de mayo de 1638, La Ley Natural se dividió en las dos facciones que actualmente están en guerra —sentenció el Grifo para después mirar a la joven—. Muchas veces, la línea entre el bien y el mal es borrosa; cuando piensas que estás haciendo algo bien, resulta que es todo lo contrario. Otras veces, es necesario hacer el mal para conseguir un bien mayor. Nunca olvides esto, Amelia: El mundo es muy complejo y las cosas no siempre son simples, a veces hay maldad en la bondad y bondad en la maldad.
—¡Espera! ¿Qué quieres decir con…? —Amelia fue transportada de regreso a la ducha antes de poder terminar su pregunta—. Carajo —maldijo.
Amelia sabía que esa historia tenía un propósito, advertirle de algo, pero ¿de qué? ¿Qué quería decirle el Grifo exactamente? Sus pensamientos eran una tormenta, tratando de descifrar el mensaje que la bestia quería transmitirle, pero fue interrumpida por una canción de Ed Sheeran: Bad Habits. Su tono de llamada. La chica salió de la ducha y tomó su teléfono para contestar. Al ver el número en el identificador, descubrió que se trataba de Amy.
—Hola, Amy, ¿qué pasa? —saludó Amelia.
—¡Por fin! —dijo la joven Simons al otro lado de la línea—. Llevo diez minutos llamándote. ¿Qué estabas haciendo? —Amelia iba a responder, pero Amy continuó—. No importa, estoy de camino al hospital; Jessica se desmayó y la están tratando justo ahora; pensé que querrías saberlo.
—Desde luego que quiero saberlo —dijo la joven mientras salía de la ducha y empezaba a secar su cuerpo—. ¿Qué pasó?
—Según los doctores, fue hipoglucemia.
—¿Se desmayó por hambre? —preguntó Amelia, obviamente sorprendida—. ¿Se saltó el desayuno?
—No lo sé, Jordan no me dijo mucho. Estamos en camino al hospital, te envío la dirección.
La llamada se cortó y Amelia se apresuró a vestirse para correr al hospital.