Jordan no creía nada de lo que decían aquellos idiotas, solo hubo una cosa que se tomó en serio. Jessica no había desayunado esa mañana. ¿Podría ser que el ayuno, combinado con todo el estrés anterior, fuera la causa del desmayo? Jordan no lo sabía, pero definitivamente no iba a dejar a Jessica sola con esos tipos; tendría que estar loco para permitirlo. Si iba a ser un buen hermano mayor, debía empezar en ese momento. Dejó a Jessica en el suelo con cuidado y se levantó para encarar a los chicos; el joven mantuvo una expresión seria en todo momento.
—Bueno, nos la llevaremos al hospital —dijo el líder del grupo mientras avanzaba—. Ay, esta chica siempre se está metiendo en problemas, ¿verdad? —Jordan lo detuvo justo cuando estaba por pasar a su lado.
—No dejaré que se la lleven —le dijo Jordan; su expresión era seria y centrada—. Yo me encargaré de ella. Ustedes váyanse —esta respuesta enojó mucho al líder, quien tomó a Jordan por el cuello de la camisa.
—Escúchame bien, amigo: esa perra me causó muchos problemas, hizo que mi viejo y mis hermanos se burlaran de mí y no me han dejado en paz. No dejaré que la maldita se me escape ahora que la tengo ahí en el piso. —Jordan sentía asco y repulsión por aquel chico; sus palabras y su actitud eran despreciables—. Si no te mueves por las buenas, te moveremos a las malas. Tú eliges —Jordan miró a los compañeros del líder, luego volvió a mirarlo a él.
—Ya veo —dijo mientras cerraba los ojos.
Jordan tomó aire y se preparó mentalmente para lo que sucedería después. Una vez tomara la decisión, no habría vuelta atrás. ¿Era arriesgado? Sí. ¿Podría meterlo en problemas si algo salía mal? Absolutamente. ¿Le importaba? Por supuesto que no. Luego de un momento de preparación. Jordan lanzó un puñetazo con todas sus fuerzas directo al estómago del líder. Todos los presentes estaban impactados, no podían creer lo que estaban viendo, ni siquiera Jordan podía creer la fuerza que tenía. Apartó ese pensamiento de su mente; ya habría tiempo para admirar su propia fuerza en el espejo. Por ahora tenía una tarea por completar. Tomó al líder de la camisa y lo levantó; la cara del joven Anderson reflejaba una rabia sin igual.
—Ahora me van a escuchar, malditos imbéciles. Lárguense y, si vuelven a tocar a mi hermana, los encontraré y les romperé los brazos. ¿Me entendieron? —el líder estaba sin palabras ante lo que acababa de escuchar.
—¿Hermana? —preguntó uno de ellos.
—¡Largo! —Jordan soltó al líder y el trío salió corriendo, huyendo de Jordan.
Jordan se tomó un momento para procesar lo que acababa de hacer. Era la primera vez que se metía en una pelea; peor aún, era la primera vez que iniciaba una pelea e intimidaba a alguien. Amy solía burlarse de él diciéndole mojigato y santurrón. "¿Cómo es posible que ni siquiera sepas dar un buen golpe?", se burló ella un día. Al parecer, Jordan no había tenido la motivación correcta para pelear. El joven sacudió su cabeza y salió del trance; ya habría tiempo para ensimismarse, pero ahora mismo tenía que llevarse a su hermana a un hospital. Se puso la mochila de la escuela en el pecho y luego colocó a Jessica en su espalda. Una vez que todo estuvo listo, salió corriendo al hospital más cercano: El Saint Luke's Hospital.
Mientras corría por las calles, la gente lo miraba; no era para menos, estaba cargando a una chica inconsciente en su espalda. Jordan lo ignoró y corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron. El hospital solo estaba a tres cuadras y su trayecto solo duró cuatro minutos, pero se sintió como una eternidad. Al llegar, entró corriendo en emergencias.
—¡Ayúdenme, por favor! ¡Es mi hermana! —gritó nada más entrar. Un doctor pareció reconocer a Jessica y se le acercó.
—¿Qué pasó? —preguntó el hombre mientras el médico instruía a un enfermero para que trajera una camilla.
—No lo sé, de repente se desmayó —Jordan, con ayuda del médico, recostó a la joven en la camilla.
—De acuerdo, ¿tiene antecedentes de desmayos o alguna condición que pueda explicar esto? —el doctor empezó con las preguntas habituales mientras llevaban a la chica a un cubículo en la sala de emergencias.
—No, toda nuestra familia es bastante sana —Jordan quería agregar que se refería a la salud física y no mental, pero se contuvo.
—¿Toma algún medicamento? —Jordan negó con la cabeza—. ¿Se había desmayado antes? —Jordan volvió a negar—. ¿Crees que pudo consumir comida en mal estado? —fue ahí que Jordan volvió a hablar.
—No, ni siquiera desayunó esta mañana —la mirada del doctor se relajó un poco al escuchar aquello. Tomó la temperatura de la joven y era normal, pero su condición seguía siendo delicada.
—Toma algunas muestras de sangre y ponle una bolsa de suero en lo que llegan los resultados. Mientras tanto, prepara 40 mililitros de glucosa al treinta y tres por ciento —ordenó el doctor con un tono más tranquilo, pero que reflejaba urgencia.
—¿Qué pasa? —preguntó Jordan; se lo veía muy preocupado.
—Tranquilo, chico. Tu hermana estará bien; parece que es un caso de hipoglucemia. —Jordan miró al doctor confundido—. Es cuando tu alimentación no es muy buena y tu cuerpo no lo resiste.
—En otras palabras, se le bajó el azúcar a tu hermana —dijo el enfermero mientras tomaba la sangre de Jessica y la conectaba al suero.
—Ya veo —Jordan se sentó junto a Jessica.
—Si quieres llamar a alguien…
—¡Sí! —Jordan cayó en cuenta de que necesitaba una coartada por haber faltado a clases ese día.
Sin más remedio sacó su teléfono y marcó el número de Amy. La chica se encontraba en el primer descanso del día. Se le hacía raro que Jordan no hubiera asistido a clases, pero no se esperó la llamada que recibió.
—Hola, Jordan, ¿dónde estás?
—Amy, necesito ayuda —esas palabras hicieron preocupar a la chica—. Estoy en el hospital, Jessica se desmayó, el doctor dice que fue por saltarse el desayuno. Obviamente, no podía llamar a mamá, así que…
—Tranquilo, voy para allá —Amy escuchó un suspiro al otro lado de la línea.
—Gracias, estoy en el Saint Luke's.
—De acuerdo —Amy cortó la llamada.
La joven sabía que debía informarle a sus padres y a la elemental de aire. Así que lo primero que hizo fue marcarle a Amelia. La joven elemental se estaba dando una ducha después de dos horas de investigación. Luego de la pelea con Amy, le habían recomendado permanecer en cama y no salir durante algunos días; sus heridas no eran serias, así que no había necesidad de que un sanador la viera. Mientras estaba en el baño, Amelia se relajó por completo. Eran raras las oportunidades que tenía para hacer algo así cuando estaba en una misión. Relajarse era un lujo que no siempre podía darse en esas circunstancias, pero las duchas eran un descanso muy merecido para ella. Sin embargo, había excepciones. A veces, mientras se encontraba desnuda y con el agua cayendo en cada curva y rincón de su cuerpo, él podía convocarla y ese día sucedió.
La joven cerró sus ojos por un momento para enjuagar su cabello; cuando su melena albina estaba totalmente limpia, dejó de sentir el agua. Esto la llevó a abrir los ojos, solo para encontrarse con un cielo azul despejado, el cual era surcado por una bandada de aves. Al mirar al suelo, sintió el césped bajo sus pies descalzos, haciéndole cosquillas entre los dedos.
A su alrededor, no había más que verdes prados llenos de vida animal y vegetal. El viento comenzó a soplar en su piel y, aunque no podía sentir frío, sí podía sentir la brisa en los lugares que normalmente deberían estar cubiertos. Lo malo de ser invocada a este lugar era que no podía usar sus poderes, por lo que no podía detener el viento o desviarlo para que no la molestara.
Tratando de apartar la mente de aquella incómoda sensación, Amelia volteó la vista para encontrarse con dos viejos conocidos: Un árbol de manzanas con las ramas llenas de aquel fruto y un enorme animal que descendía del cielo para verla. La joven dio un paso atrás y esperó que la enorme criatura aterrizara frente a ella. Una vez en el suelo, la criatura se dejó ver en todo su esplendor.
Las patas delanteras del animal eran las de un águila, con solo tres dedos y garras tan largas como el brazo de un adulto. El cuerpo de la criatura era musculoso y robusto, pero también aerodinámico. La mitad delantera estaba llena de un hermoso plumaje plateado, pero la mitad trasera de la criatura era totalmente diferente. Sus patas traseras eran las de un felino de gran tamaño, un león para ser más específicos, y sus garras, si bien no eran tan largas como las del frente, seguían siendo mortales para cualquier humano.
La cola de la criatura era flexible y en su espalda había un par de majestuosas alas de gran tamaño. Enormes y fuertes, capaces de levantar a semejante bestia. Su rostro era idéntico al de un águila blanca. Su pico era tan largo como un hombre adulto y sus ojos, de un tono celeste muy bello, resaltaban la majestuosidad de la bestia. Ante Amelia se encontraba el mítico Grifo, la bestia mitológica de la antigua Grecia. Sin embargo, la joven no parecía sorprendida en lo más mínimo.
La bestia observó a la joven un momento; tras unos segundos, la criatura lanzó un grito al cielo. Una serie de notas chillonas y silbantes, combinadas con un sonido profundo y gutural, invocaron varias corrientes de aire desde todas las direcciones posibles. El viento formó un vórtice que envolvió el cuerpo de la enorme bestia, levantando polvo e impidiendo que la chica pudiera ver lo que estaba pasando, pero no era necesario; Amelia sabía perfectamente lo que estaba sucediendo.
Poco a poco, el viento comenzó a disiparse hasta que, finalmente, la bestia desapareció, dejando solo a un hombre vestido con nada más que una bermuda y un sombrero de paja. Su torso estaba totalmente desnudo y dejaba ver un abdomen bien trabajado y definido. Amelia suspiró:
—¿Sabes? Me gustaría poder darme un baño en paz sin que me llames —el hombre sonrió mientras extendía su mano y una manzana caía en su palma. Amelia no se sorprendió por esto—. ¿Qué quieres?
—¿No es obvio? —el hombre le dio una mordida a la manzana y, aún con la boca llena, respondió—. Tenemos que hablar.