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Chapter 6 - La chispa perdida

La mañana de ese día, un imponente y majestuoso Airbus A350-900 aterrizaba en el Aeropuerto Internacional de Kansas City, ubicado en la ciudad homónima. Este avión, a primera vista normal, pintado con el logo y colores de Air China, transportaba solo a un pasajero. La imponente aeronave se dirigió al hangar más apartado del aeropuerto. A ojos de las autoridades del lugar, el avión había viajado desde China para realizarle un mantenimiento a los motores, pero en realidad, la aeronave estaba en perfectas condiciones. Al llegar al hangar, se conectó una escalera a la salida delantera izquierda y, apenas se abrió la puerta, salió una joven muy hermosa.

Una adolescente de cabello y ojos blancos como la nieve descendió de la escalera con gracia para después dirigirse al hombre que la esperaba. La joven se subió a un Chevrolet Camaro SS de color azul; no pasó mucho tiempo para escuchar el rugido del potente motor V8 de aquel deportivo alejarse y salir de los límites del aeropuerto con rumbo al hotel donde se hospedaría la única pasajera del enigmático vuelo. La joven suspiró mientras se relajaba en el asiento del copiloto:

—Elizabeth ya sabe que estás aquí —informó el conductor mientras se detenía en un semáforo en rojo—. Nos espera en el hotel.

—Vale, gracias —respondió la joven. El conductor le entregó una carpeta a la joven.

—Un mapa de la ciudad, puntos estratégicos y lugares donde podría estar el Elemental —informó el hombre—. También está el contacto de Malcolm Taylor, el encargado de la red de inteligencia en la ciudad; nada pasa aquí sin que él se entere —aquellas palabras llamaron la atención de la chica.

—Ya veo. —dijo la joven—. Lo llamaré en cuanto pueda.

Llegaron al hotel donde se encontraba Elizabeth. Era pequeño, de solo un piso y quince habitaciones, pero contaba con un Wi-Fi bastante rápido y televisión satelital, así que no era tan malo. El hotel estaba casi lleno, con solo dos habitaciones libres; una de ellas estaba destinada para Amelia. Este pequeño hotel era administrado por Elizabeth, una iluminada usuaria del rayo, y todos los huéspedes del mismo eran iluminados. Al llegar al lugar, Amelia se reunió con Elizabeth en su despacho. La mujer rondaba los 38 años, pero parecía tener diez años más, con ojeras y un semblante cansado en el rostro. ¿La razón? Un hijo de trece años autista, altamente hiperactivo y con un talento nato para la sanación con el elemento agua, siendo un prodigio en este aspecto, algo muy raro, sobre todo en un niño. Apenas llegó al despacho, Amelia fue recibida por una mirada cansada:

—Bienvenida, Amelia —saludó la mujer—. Espero que hayas tenido un buen viaje —dijo.

—Sí, aunque estoy agotada —la joven se masajeó los hombros mientras movía el cuello—. Aún no me acostumbro a estos viajes tan largos. —Elizabeth rio para sí misma.

—Se nota que eres una novata. —dijo la mujer.

—Bueno, dejando de lado mi falta de experiencia, ¿tienes una habitación? Me vendría bien una ducha y una buena siesta. —Elizabeth lanzó un juego de llaves para Amelia.

—No las pierdas.

Amelia salió del despacho y se dirigió a su habitación, la número 7, entró al cuarto y dejó su maleta a un lado de la cama. Sacó un juego de ropa más cómoda y una toalla, entró al baño y se desnudó. Abrió la llave y entró sin miramientos; no le importaba que el agua estuviera helada. Los Elementales no solo son más poderosos, también tienen ventajas interesantes sobre otros usuarios. Para empezar, eran inmunes a los elementos que manejaban, es decir, que Amelia podía ser lastimada por ataques de usuarios del fuego, pero ataques de usuarios del aire no le harían absolutamente nada; el mismo principio aplicaba para los demás Elementales. Además de eso, también eran inmunes al frío y el calor naturales. Por ejemplo, el agua fría de un lago, o una ducha en este caso, o el calor del sol durante el día. Sin embargo, todavía eran afectados por la deshidratación. Por último, sus cuerpos se ajustaban automáticamente a los cambios horarios, algo útil durante los viajes.

Amelia terminó de ducharse y ahora estaba en su laptop estudiando un mapa de la ciudad. La joven se encontraba cerca de Blue River Greenway y River Trail, dos rutas para senderistas, siendo el lugar perfecto para los entrenamientos de los Iluminados del lugar. Eso ubicaba a la chica al sur de la ciudad, lo que indicaba que tendría que buscar primero en esa zona.

—Tomará mucho tiempo. —dijo la joven mientras mordía su bolígrafo.

Sin más opción, tomó el teléfono y marcó el número de Malcolm Taylor. No tardó mucho en abrirse la línea:

—¿Hola?

—Sí, hola, ¿es usted Malcolm Taylor? —preguntó con cautela, no quería terminar hablando con alguien ajeno a la Orden.

—Sí, ¿en qué puedo ayudarte? —al recibir confirmación, la joven continuó.

—Mi nombre es Amelia Green, la elemental de aire. Acabo de llegar a la ciudad y necesito información sobre el elemental de fuego —hubo silencio durante unos segundos, pero la llamada seguía abierta.

—Te enviaré la dirección de una cafetería; nos vemos ahí en una hora. —dijo el hombre y la llamada se cortó.

Diez segundos después, Amelia recibió la ubicación prometida, por lo que se apresuró a vestirse y a salir del hotel con rumbo al lugar. Una pequeña cafetería, modesta y sencilla, pero los platillos desprendían una gran variedad de aromas, todos deliciosos. Tanto que la joven sintió como sus tripas rugían debido al hambre. Al notar esto, Amelia ordenó algo para comer mientras esperaba la llegada de Malcolm. Amelia degustaba un sándwich de pollo y una malteada de vainilla con galleta Oreo triturada cuando un hombre entró al lugar. Tenía un cigarrillo en su boca y esto llamó la atención de una de las camareras:

—Disculpe, señor —dijo la mujer, que parecía estar en sus veintes; se acercó al hombre—. No puede fumar aquí. Por favor, apague su cigarrillo. —el hombre chasqueó la lengua y, de mala gana, salió a apagar su cigarrillo.

Amelia observó al hombre con curiosidad. De estatura promedio, pero corpulento, se notaba que el hombre entrenaba constantemente. Tenía los ojos hundidos y ojeras pronunciadas; Amelia dedujo que esto se debía a que el hombre, seguramente, fumaba más de la cuenta y no dormía lo suficiente por la noche. Cuando volvió a entrar, sacó una paleta de su bolsillo y se la llevó a la boca, un truco común entre fumadores que eran privados de su fuente de humo para engañar a sus cerebros y mitigar los síntomas de la abstinencia. Llevaba un maletín de cuero en su mano derecha. Su vestimenta constaba de un traje y corbata, pero esta vestimenta estaba algo arrugada y desalineada. Su apariencia era una mezcla entre elegancia y desinterés total por su aspecto.

El hombre miró a su alrededor; parecía estar buscando a alguien. Finalmente, sus ojos se posaron en Amelia y se volvió hacia ella, caminando hacia su mesa a paso resuelto. La joven bajó la mirada y cerró los ojos, tratando de mantener una expresión relajada y serena. El hombre se sentó frente a la chica. Lo primero que notó la joven fue el olor a ceniza, tabaco y colonia barata que emanaba del hombre. Amelia tuvo que hacer un esfuerzo gigante para no arrugar la nariz; nunca soportó el olor a cigarrillo y la colonia solo empeoraba dicho hedor. Se llevó su malteada a la boca y bebió dos sorbos. El hombre mantenía su vista fija en la joven, cosa que ya estaba empezando a incomodarla.

—¿Puedo ayudarlo? —preguntó la chica; su expresión se mantuvo imperturbable.

—Depende —dijo el hombre. Amelia lo observó con curiosidad—. ¿Eres Amelia Green? —La pregunta del hombre la tomó desprevenida, pero no permitió que se notara.

—Lo soy —respondió la chica tras unos segundos de silencio—. ¿Quién pregunta?

El hombre puso su maletín sobre la mesa para abrirlo y sacar una carpeta de tamaño considerable. Luego de esto, le enseñó su placa de policía a la joven, específicamente una placa del departamento de homicidios de la ciudad. Amelia miró al hombre con renovado interés:

—Me llamo Malcolm Taylor —dijo el hombre. Amelia dejó su sándwich para tomar la carpeta y comenzó a observar su contenido—. Ahí está la información de los posibles candidatos a elemental de fuego. Todos se encuentran al sur de la ciudad o cerca del centro, pero no he podido confirmar que alguno de ellos sea el que estás buscando.

Amelia analizó los cinco perfiles por un momento; cinco de ellos tenían cerca de seis hojas. Se notaba que el detective Taylor había hecho un buen trabajo investigándolos a todos, logrando averiguar sus fechas de nacimiento, sus direcciones, hábitos, complexión, amistades, entre una larga lista de cosas más. Había cuatro chicos y dos chicas; todos contaban con características físicas similares y, prácticamente, la misma edad. Se encontraban en el mes de abril, por lo que la edad de algunos de los chicos en esas hojas estaba entre los 15 y 16 años.

Uno de los chicos trabajaba a tiempo parcial en el restaurante de su familia, fungiendo como el lavaplatos del establecimiento. Su cumpleaños era el 20 de julio, tenía cabello pelirrojo y ojos de color marrón. También contaba con buenas notas en la escuela y era de los chicos populares. Tras ver al chico, su mirada se posó en el siguiente perfil. Una joven pelirroja, con una melena larga de color naranja como el fuego, pero sus ojos eran de un fino color ámbar y tenía varias perforaciones en su oreja derecha; su cumpleaños estaba marcado como el 7 de agosto del 2004. Según el expediente, era la típica chica mala en su vecindario; venía de una familia disfuncional, una madre alcohólica y un padre que la golpeaba constantemente. Un perfil interesante, sin duda, pero había más candidatos.

El siguiente candidato era un joven de piel clara y cabello castaño claro y rojizo, con ojos de color marrón oscuro y su cumpleaños marcado como el 17 de febrero. Su perfil era bastante aburrido; no era el mejor estudiante, pero tampoco era el peor, no tenía trabajo, disfrutaba jugar videojuegos y salir con sus amigos, pero sus notas apenas llegaban al promedio. Amelia no pudo evitar levantar la ceja de manera curiosa al ver la foto del chico.

—Por lo menos es guapo, se lo reconozco —dijo para sí misma.

Tras ese perfil seguía el de una chica pelirroja y rechoncha. Según su expediente, su padre tenía un food truck donde preparaba hamburguesas y a veces cocinaba platillos para su esposa e hija. Por la apariencia de la chica en la foto y los datos que Taylor sacó de su expediente médico, la chica medía 1,68 metros y pesaba 70 kilogramos, lo que sorprendió a Amelia sobremanera. No tenía nada contra las personas con sobrepeso, pero era una sorpresa ver esas cifras en una chica tan joven. Amelia apartó ese pensamiento de la mente y continuó leyendo. Esta joven, en particular, había nacido un 27 de septiembre, por lo que aún no cumplía los 16 años, pero estaba dentro del rango de edad de los Elementales. Sin embargo, Amelia veía muy improbable que todos los jóvenes vistos en el expediente, hasta el momento, fueran el elemental de fuego.

Amelia suspiró. Todos los chicos en ese expediente no parecían ser la persona que buscaba, pero aun así debía investigarlos a todos, por más aburrido o inútil que pudiera parecerle; se había resignado a esto hasta que llegó al último perfil. La foto del joven mostraba rasgos finos y algo afeminados, pero lo que más le llamó la atención fue lo que decía en el expediente sobre el género: «Género: Femenino». Era lo que decía el documento. Amelia no lo podía creer, la persona en la foto claramente era un hombre. ¿O no? La joven se volvió hacia el detective Taylor, quien había ordenado algo para comer mientras la esperaba.

—Disculpa, creo que te equivocaste aquí —Amelia señaló el apartado del documento donde se especificaba el género. El detective Taylor sonrió.

—No —dijo mientras bebía un sorbo de café—. Esa es una chica, solo que… bueno, una muy masculina.

Amelia volvió a mirar el documento, esta vez leyendo el nombre de la persona en él, Jessica Anderson. Amelia volvió a observar la foto, esta vez con más atención. El cabello de esta chica tan andrógina era de un color rojo intenso, similar al de un incendio, y sus ojos contaban con un iris de color rojo carmesí y su fecha de nacimiento estaba fijada en el 7 de junio del 2004. A pesar de que solo la estaba viendo por medio de una foto, Amelia sintió que esta chica era muy familiar para ella, como si la conociera de algún lugar, pero eso era imposible. Hasta ese día, nunca había viajado a Kansas City. ¿Cómo era posible que ya la conociera? Simple: No la conocía, al menos, no en esta vida. Amelia miró al detective; su expresión era determinada y segura.

—Es ella —anunció la joven de cabello blanco—. Jessica Anderson es la elemental de fuego.

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